Desde que eligió el atletismo adaptado, Franco Romero (18) fue cosechando varias medallas que luce y muestra orgulloso a quien las quiera ver. Pero más allá de los lauros que seguramente siga consiguiendo, el disfrute y la alegría que le producen hacer lo que le gusta no tiene comparación. Basta sólo con mirarlo en los entrenamientos.

Franco tiene síndrome de Down y pese todos los pronósticos que le deparaban un futuro en el que no iba a poder hacer actividad física y ni siquiera caminar, demostraban que estaban bien equivocados. Es que a los nueve meses de vida lo operaron de un ductus y las noticias que le dieron a su mamá Vanesa no fueron las más alentadoras.

Pero el tiempo pasó y participó el año pasado por primera y única vez en los Juegos Evita de Mar del Plata, donde consiguió medallas de oro y plata en las tres disciplinas en las que se desempeña: salto en largo, lanzamiento de bala y, su preferida, la velocidad en pista.  

Sus compañeros y amigos del atletismo se adaptaron lo apodaron Colapinto. Sucede que cuando agarra la pista todo a su alrededor desaparece, Franco corre y es veloz, muy veloz. “Estás re fachero, Colapinto”, le dice una amiga y él se ríe pícaro, aceptando el halago y haciéndose carga.

Fuera de la pista, unos ojos miran atentos, unos brazos sostienen una mochila y abrigos. Es Vanesa Galeano, su mamá, la encargada de llevar todos los martes y jueves hasta el Cepard para los entrenamientos con los que religiosamente cumple, porque Franco se destaca por su responsabilidad. Viven en Miguel Lanús y tienen que pasar por dos terminales de transferencia para llegar hasta el lugar en un trajín que les lleva una hora y media. 

“Hace 18 años atrás tener un niño con síndrome de Down era que ellos no podían hacer nada, te cerraban las puertas, a mí me pasó muchas veces que no le querían tomar en escuelas privadas, en escuela común”, cuenta a El Territorio. Por ello siempre trató de que su niño “no sea uno más del montón, dejé que él me demuestre o me diga con su forma que no le gusta”.

Así, en primera instancia hizo fútbol, como su hermano mayor -que ataja en Crucero- pero cuando vio a atletas correr los empezó a imitar. “Tuvimos la oportunidad de traerle, le gustó muchísimo y quedó encantado”, dice. No obstante, también juega al futsal, donde también se destaca.

“Ellos pueden lograr todo y eso me lo demuestra Franco, me dijeron que él no iba a poder hacer actividades, que no iba a poder caminar, todo por tener síndrome de Down. Demuestra que no es así todos los días, es un capo”, remarca Vanesa.

Asimismo, acota: “Es como siempre digo, yo no voy a estar toda la vida. Él tiene que tratar de ver cómo es afuera, siempre le integré en lo que se podía, siempre le hice hacer deporte, que no se quedara en casa”.

Un dolor y el logro personal

Fue durante los Juegos Evita de octubre del año pasado que Franco fue visto por gente de la Federación Argentina de Deportes para Atletas con Síndrome de Down (Fadasd) y después de unas evaluaciones finalmente queda seleccionado para ser uno de sus integrantes y actualmente es el único atleta misionero que forma parte de ella.

Pero la competencia nacional y esa buena noticia adicional llega en un momento muy duro para la familia. El papá de Franco estaba internado en Buenos Aires porque el corazón, producto de  su primer trasplante, fue rechazado y estaba esperando el segundo.

Vanesa tuvo que viajar con su esposo, por lo que sus tres hijos, Franco, Mirko (el mayor, 19) y la más pequeña de 9 tuvieron que quedarse solos por varios meses. En principio estuvieron en casa de familiares, pero luego decidieron volverse a su hogar de Miguel Lanús. Fue el mayor el encargado de cocinar, llevar a la escuela y a los entrenamientos de los más chicos. Al viaje lo acompañó su profesora Romina Marín.

“Tuvimos muy malos momentos, pero afortunadamente la espera del trasplante del donante, de nuestro ángel, no se hizo esperar tanto. En el 2023 tuvo su primer trasplante de corazón y al año hubo un rechazo. Se lo llevó en una ambulancia urgente allá y quisieron salvar ese corazón, pero no se pudo”, recuerda Vanesa, quien en todo momento mantenía contacto con sus hijos a través de videollamadas.

La pregunta de Franco siempre era la misma “Azó papá”, quería saber si el corazón había llegado, en algunas ocasiones había lágrimas en sus ojos, pero en Mar del Plata estaba bien contenido por su profesora y haciendo lo que le gustaba.

«Estábamos desde allá siguiéndole todo por WhatsApp, por imágenes. Me llamó la profe y me dijo, ‘mirá, te tengo una buena noticia, no sabíamos que había alguien mirándole y quedó seleccionado, le quieren ver’. Después que volvieron de los de los Evita, ellos fueron a Buenos Aires, después fueron a Mendoza con la Federación», subrayó y sumó que a fines de este mes ya tiene programada otra competencia en La Rioja.

Si bien no tiene muy desarrollada la habla, Franco es muy independiente y se adapta sin problemas a los desafíos. Asiste al Instituto de Atención Integral Misiones (Iaim), donde recibe una contención educativa e integral y además le permiten faltar a clases los días de entrenamiento.

«Siento mucha emoción, vos te sentís como realizada porque la idea no es el hecho de que él gane sino que lo disfrute, que sea algo que a le gusta, que le hace bien, que esté integrado. A mí como mamá me emociona porque más en los así momentos que te llaman y te dicen lo de la Federación. Por ahí había momentos en que en las videollamadas, lloraba y preguntaba por el corazón del papá, pero después mostró sus medallas y eso reconfortaba», resalta Vanesa.

Por su parte, Romina Marín es profe de atletismo adaptada en Posadas desde hace dos años y es la que acompaña y apoya a Franco en las competencias. Tiene toda su confianza y el de su familia.

«Es una experiencia única desde el día que me ofrecieron trabajar acá. Entré con miedo, porque era todo novedoso para mí, pero la verdad que es una experiencia única, inolvidable y hermosa», remarca sobre su trabajo.

Compartió que más allá de la responsabilidad, el compromiso y el esfuerzo, lo que la motivación es el amor hacia esos chicos ya la profesión que eligió.

Por integrar la Federación, con Franco están viajando cada dos meses a otras provincias, en abril habían ido a Mercedes, Buenos Aires.

«Fue un momento lindo para él porque fue una experiencia única, lamentablemente fue su primer y única Evita porque ya cumplió con la edad límite. Ahí es donde lo ven a Franco de la Federación Argentina. Fue una linda experiencia para todos, desde el grupo, él como compañero porque es una hermosa persona, todos los chicos son así, hermosos, muy compañeros, muy divertidos, muy alegres», sostiene.

Aunque resta mucho por hacer en lo que respeta al deporte adaptado, como que hayan más profesores, Romina considera que en Posadas mayormente se impulsa mucho y hay respuestas.

«No hay que excluirlos porque hay deporte para todos y eso es lo que más se tiene que valorar. A veces de la ignorancia se te quedan mirando cuando vas corriendo con ellos. Esos chicos son únicos y se merecen todo», remarca la profesional sobre los chicos con discapacidad en el deporte.