En la segunda mitad de los ‘70, el Olimpo femenino del rock pasó a estar integrado por mujeres que asumieron un rol definido. Ellas podian ser la poetisa mística (Patti Smith), la bruja mitológica (Kate Bush) o la Venus carnal (Debbie Harry al frente de Blondie). Todas epitomizaron distintas formas de empoderamiento a partir de sus roles, su presencia y sus postulados estéticos. En el medio de ellas, más varonera e integradora, Chrissie Hynde, una estadounidense que saliendo de su adolescencia huyó a Inglaterra porque allí estaba la música de sus sueños pubertos: Kinks, Beatles y Stones.
Hoy, a los 73 años, no se puede decir que Chrissie Hynde no consiguió tachar todos los casilleros en su lista. Con Ray Davies, el gran líder de The Kinks, estuvo casada y tuvo una hija (Natalie Rae Hynde), es amiga personal de Paul McCartney y Ringo Starr y ahora, cuando sale al ruedo del Movistar Arena porteño, una noche de otoño de 2025, parece una versión femenina de Keith Richards: pelo de espantapájaros, pantalones ajustados de cuero y una remera negra con calavera incluida.
Entre las cosas que se le achacan a esta mujer, que también fuera periodista musical y rondara a los Sex Pistols en el comienzo del punk, fue la confirmación de la new wave, ese nicho de inciertos bordes y probado éxito que responde a la definición de una forma más amable, vendible y radiable de la furia punk.
Y en esas se anda, todavía. El suyo es un cancionero grande, con variedad de gemas y una vigencia que ella misma ayuda a denotar con unas irrefrenables ganas de tocar. Eso que en tantas estrellas de rock es piloto automático o repentización de la rutina, en Hynde es celebración vital. Así sale a tocar, en un cuarteto donde ella es guitarra rítmica y voz y el británico Janes Wallbourne su ladero y arquitecto.
Sus canciones, las de fines de los ‘70 y principios de los ‘80 en su momento más rutilante, son las que contienen la luz que la hicieron reconquistar su país en sus propios términos: los de una mujer capaz de hablar de conquistas sexuales y la supervivencia diaria, siendo cronista de las luchas de una chica para emerger como alguien especial cuando nadie más cree que pueda serlo.
Chrissie Hynde, líder de Pretenders: nada de piloto automático, sino ganas de tocar y celebración vital. Foto: Prensa/Ake Music
Frustraciones en una industria machista
Pretenders, como banda, es la suma de las frustraciones y las emociones que puede sentir una mujer en la maleza del abrirse paso en una industria machista. Aun cuando ella misma parece tropezar con algunos clichés masculinos al dedicarle a la platea femenina I’ll Stand By You, la única balada neta de su repertorio en Buenos Aires, un melodrama que es casi un cliché, que no obstante canta con una convicción demoledora.
Su voz, que en principio asemeja a un monólogo de la fajina periódica femenina, se guarda siempre un vibrato que suena a un estallido de lágrimas al servicio de la empatía. Así se comprueba en su clásico Kid, tercer tema de la noche: una composición sólida, emotiva y con todos los matices originales respaldados por una banda eficiente.
The Pretenders dio un concierto convincente y animado en el Movistar Arena. Foto: Prensa/Ake Music
Con esas herramientas, lo de Pretenders el jueves 15 de mayo a la noche se consumó como un show elástico y contundente, ante un público que pareció ser más conocedor de la marca Hynde, o su mito, que del repertorio. Por eso, apenas reaccionó con sus temas más Aspen, como Don’t Get Me Wrong y Back on the Chain Gang y ni se inmutó cuando la patrona le dedicó un tema al ex New York Dolls Johnny Thunders (The Buzz) o anunció un cover (logrado y conmovedor) de Bob Dylan, Forever Young. Y acaso por esa suerte de frialdad, nos terminó negando su clásico más universal: Brass in Pocket.
Parte de la grandeza del show estuvo dada en la forma natural en la que los canciones fuera del Top 20 de hits de la banda se integraban naturalmente al espectáculo, por convicción y performance. Esa solidez fue otro punto a favor de la banda, aunque vale decir que alcanzó cotas de envergadura cuando dotó a números probados como Talk of the Town y Message of Love con nobles arreglos para mantener ese desparpajo ágil de la proclamada new wave.
A propósito de eso, la presencia de Charly García le dio un contexto más tierno al show. Nuestro prócer, un fan irredento de Hynde y prácticamente un amigo más, no quiso perderse la ocasión y disfrutar del show. Justo él, que alguna vez le cantó con sorna a la tendencia (“mientras miro las nuevas olas, yo ya soy parte del mar”) estuvo dándole su guiño pícaro a la Hynde, que también ya es parte de un mar que todavía nos baña y fascina.
Charly García. Un fan de la primera hora, haciéndole el aguante a su amiga Hynde.