El club Ciudad de Campana se transformó en un refugio improvisado tras el diluvio. Desde entonces, no para de recibir personas. Ya son más de 500 los evacuados que encontraron ahí un lugar seco donde pasar los días, la mayoría provenientes del barrio San Cayetano, donde el agua llegó a cubrir incluso los techos de las casas.
Clarín recorrió el lugar. Casi todos coinciden en lo mismo: la inundación los tomó por sorpresa en plena madrugada del viernes. Algunos se despertaron con el sonido del agua colándose por las puertas; otros, apenas sintieron el roce helado en una pierna, en un brazo. Los que estaban atentos intentaron ganar tiempo levantando lo que podían. Pero el agua no dio tregua. Avanzó sin pausa, y no hubo muebles ni paredes que alcanzaran para contenerla.
Dentro del club, el panorama es desolador. Hay gente por todos lados: acostada en colchones desparramados en el piso, sentada en sillas de plástico, abrazada a una bolsa con lo poco que pudo rescatar o intentado distraerse con sus mascotas.
El club Ciudad de Campana se convirtió en un centro de evacuados. Foto Francisco Loureiro.
Hay también perros que buscan calor entre las mantas. Muchos miran al vacío, como si todavía no pudieran procesar lo que pasó. Otros hacen cálculos mentales: cómo seguir, cómo empezar de nuevo.
En una de las esquinas del club, entre colchones apretados, sillas de plástico y bolsas con ropa húmeda, Roberto llora. A su lado, Aidé intenta calmarlo. “Perdimos todo”, dice, con la voz cansada. Lo repite varias veces. Como si todavía no pudiera creerlo.
“Todo lo que cuesta hoy en día comprar… todo”, murmura, mientras él asiente en silencio. Viven en el barrio San Cayetano, en una casa que levantaron con años de esfuerzo sobre un terreno grande, donde también vivían sus hijos. El agua llegó en la madrugada del viernes y no les dio tiempo a nada.
Roberto y Aidé, una de las tantas personas que perdieron todo por la inundación, en el club Ciudad de Campana. Foto Francisco Loureiro.
“Nos fuimos sin nada, yo salí de pantalón corto”, cuenta Roberto. “Cuando quisimos levantar las cosas, ya no nos dio tiempo”, agrega Aidé. No pudieron rescatar ni las heladeras, ni las camas, ni las gallinas. Nada. “Tanto sacrificio, de tantos años”, repite él, y se queda mirando el piso.
Ambos son jubilados. Roberto cobra 295 mil pesos y Aidé, para reforzar los ingresos, hace tortas materas y roscas para vender. “Con eso vamos manteniéndonos”, dice ella, que también se preocupa por su hija menor, de 16 años, evacuada en otro centro.
“Tiene que ir a la escuela, hay que cargar la SUBE”, explica. La familia está repartida: su hija mayor, su nieta, su yerno. Cada uno en un lugar distinto. La noche anterior, Aidé cruzó todo el predio para verla. “Tenía un ataque de pánico”, recuerda. A pesar de todo, insiste: “Lo principal es que estamos bien”.
El agua para los evacuados. Foto Francisco Loureiro.
La historia de Gerardo y Roxana
Gerardo Ortiz y Roxana Ruiz Díaz lograron salir de su casa en el barrio San Cayetano cuando el agua ya les llegaba a la cintura. Era la 1.20 del sábado cuando el terraplén de la ruta 9 cedió y desató el torrente que inundó las calles en cuestión de minutos.
Roxana, que se mueve en silla de ruedas porque le falta una pierna, no podía salir por sus propios medios. Junto a su hijo, Gerardo la cargó como pudo hasta la calle. Justo en ese instante pasaban un bote y una camioneta: les gritaron, frenaron, y entre todos lograron subirla a la caja trasera del vehículo. Llovía con fuerza y el agua ya bordeaba los límites de la camioneta. Así se salvaron.
Gerardo y Roxana, otros de los damnificados por las inundaciones. Foto Francisco Loureiro.
Esa misma noche, Gerardo volvió a la casa. Había dejado a Roxana en el hospital y quiso regresar a buscar los papeles que había olvidado en la desesperación. No pudo entrar. El agua ya cubría todo. Los bomberos no lo dejaron avanzar. «El agua estaba por encima del techo», le diría después un amigo.
En esa casa anegada estaban los documentos que necesitaba para empezar un trabajo en una contratista de Axion. “Justo ese viernes había hecho la entrevista y la revisión médica, horas antes de que pase todo esto. Pero los documentos quedaron adentro. La verdad es que no sé cómo voy a hacer para volverme a contactar con ellos porque no tengo celular y los papeles se me fueron. Es algo que necesito porque vivo de changas”, afirma Gerardo.
«Lo único que quiero es que nos faciliten los trámites», añade. Perdieron todo, incluso el carnet de discapacidad de Roxana. «Casi nadie pudo sacar nada. Ojalá se den cuenta de que muchos estamos igual”, remarca.
Así estaba el club Ciudad Campana este domingo 18 de mayo al mediodía. Foto Francisco Loureiro.
Ahora duermen en colchones en el club. Piensan en su casa, en la perrita que no pudieron rescatar, en cómo reconstruir lo que el agua se llevó en una sola noche.
Su vecina también recuerda con angustia esa noche. Su marido, el papá de sus hijos, la dejó con la beba y los dos nenes arriba de una mesa, mientras él salía a buscar ayuda. El agua ya les llegaba a la cintura. Ella, como podía, les ponía pañales y los calzaba para que no salieran descalzos. Volvió una hora después, agitado, y los sacó.
“Mientras intentábamos salir se nos cruzaron unos muchachos en canoa”, dice la mujer. Eran chicos de una capilla que están en recuperación de adicciones, y que esa madrugada se convirtieron en rescatistas. Los llevaron hasta la capilla. Ahí pasaron horas, esperando ayuda oficial.
“Cuando llegamos, llamamos al 911, pero no llegó nadie. A las 7.30 aparecieron los bomberos. Primero evacuaron a las madres con chicos, después a los hombres”, comenta.
Los recuerdos se superponen con la bronca: mientras escapaban del agua, otros aprovechaban para robar. «Un amigo me dijo que encontraron a un tipo en una lancha, con una bicicleta y carros que se estaba llevando», advierte Gerardo. Autos sin batería, casas desvalijadas, miedo de que todo se pierda, incluso lo poco que quedó.
El panorama que dejaron las lluvias
Desde el viernes, las inundaciones por las intensas lluvias afectaron a unos 30 distritos bonaerenses. Por ello, según datos oficiales de la Provincia, había tres personas desaparecidas (todas de la ciudad de Rojas), más de 3.100 evacuados y más de 4.400 autoevacuados.
Las regiones más afectadas eran Zárate y Campana, en la zona norte, y Quilmes y Florencio Varela, en la zona sur.
El barrio San Cayetano, tapado por el agua. Foto Francisco Loureiro.
EMJ
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Candela Toledo
Redactora de la sección Sociedad [email protected]
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