Por altoparlante, el aeropuerto Adolfo Suárez Madrid-Barajas repite a toda hora que da la bienvenida. Aunque no a todos.
Porque en los últimos tres meses, en este enjambre de cuatro terminales -más una satélite- que en 2024 ha visto despegar y aterrizar a 66,1 millones de pasajeros, hay cerca de 500 huéspedes estables, incómodos e indeseables para Aena, la sociedad mercantil estatal que gestiona 46 aeropuertos y 2 helipuertos en España.
Los habitantes de esta geografía de pantallas luminosas y durlock desangelado son un contingente de hombres y mujeres que no tienen dónde vivir y pasan las noches sobre el travertino poroso de un entrepiso de la T4, la terminal “más alejada y tranquila”, dirán los que se refugian aquí.
Comienzan a llegar a partir de las siete de la tarde y no cuesta identificarlos porque no empujan valijas ni deambulan por el free shop. Acarrean, en cambio, bolsas de súper, de ésas blancas reciclables, o changuitos de los que se usan para hacer las compras.
Los empleados del aeropuerto se quejan por la presencia de los «sin techo». Foto: Cézaro De Luca
Hasta la semana pasada, se desparramaban por varios pisos de la terminal. Aguardaban sentados que cayera la noche y luego se recostaban. Sobre cartones, con frazadas o en bolsas de dormir.
Las pantallas con la información sobre los vuelos que están por despegar y los que acaban de aterrizar son un buen biombo para esconderse detrás.
A pasos de la oficina de objetos perdidos, al final del pasillo a un costado del hall de llegadas de la T4, un señor con barbijo ríe recostado. Mira una comedia en su celular en altavoz y se cubre la cabeza con la capucha del buzo.
Cerca de 500 personas fueron trasladadas a un entrepiso de la T4 de Barajas. Foto: Cézaro De Luca
Pero las quejas de los trabajadores del aeropuerto y de algunas aerolíneas atrajeron a los noticieros. Entonces Aena reubicó a los sin techo en un entrepiso y estalló la disputa entre el gobierno nacional, el regional y el municipal sobre quién debería resolver la situación de las personas que duermen en Barajas, un aeropuerto que figura entre los 20 con mayor tráfico del mundo.
¿Epidemia de chinches? Paco cuenta su historia
Se habló de una epidemia portátil de chinches por la que habrían tenido que cerrar algunos mostradores para fumigar.
“Tenemos un gran problema de salubridad y de poder garantizar los derechos y las condiciones laborales de las personas trabajadoras que están aquí. Esta situación se denunció hace meses y se va incrementando con el tiempo. Se los está llevando a la planta menos uno de la terminal. Son personas que están sin techo y tenemos que respetar sus derechos también”, señala Marisol Guimera, encargada de limpieza de Barajas, en cada reportaje que le hacen.
“No es verdad que traigamos pestes”, dice a Clarín Francisco “Paco” Corral Martínez, un español de 44 años que lleva dos meses durmiendo en el aeropuerto.
Francisco Corral Martín duerme en Barajas hace dos meses. Foto: Cézaro De Luca
Francisco nació en Parla, un municipio madrileño a 20 kilómetros al sur de la capital. Se crió en el barrio céntrico de Hortaleza y vivió hasta hace dos meses con su hermano. “Pero me dijo que no me podía tener más y entonces me vine al aeropuerto, donde conocía a gente que me había dicho que aquí se estaba bien”, cuenta Paco, que va y viene con una mochila oscura donde lleva “toda mi documentación”.
Dice que no puede trabajar porque tiene un certificado de discapacidad. Y que la pensión que recibe del gobierno no le alcanza para vivir.
La vida en el entrepiso
Es el único que acepta contar su historia. La mayoría de las personas con las que convive en este entrepiso en el que las luces no se apagan nunca grita y despotrica contra quienes se les acercan. “¡Fuera de aquí!”, ahuyentan. “Te graban con el móvil y luego sales en Tik-Tok”, se queja una mujer mientras se tapa la cara.
“La verdad es que no ha habido tantos problemas como han dicho por la tele -asegura Paco-. Hay discusiones pero no llegan a más. No hay apuñalamientos ni robos, como dicen. Pero como pasa la gente, pues es verdad que se asusta.”
A las once de la noche y de espaldas a la escalera mecánica por la que circulan pasajeros recién llegados a Madrid, Paco cuenta su rutina: se despierta entre las 6.30 y las 7 de la mañana, se asea en los baños de la T4 y se va en subte hasta el centro. En la iglesia de San Antón le dan el desayuno y algunos días, vales para ducharse o lavar su ropa. Luego cena en otro centro comunitario “y entre las 8 y la 9 de la noche ya estoy de regreso”, cuenta.
Personas sin hogar duermen en el aeropuerto de Barajas. Foto: Cézaro De Luca
“El problema es la gente que se queda aquí todo el día -lamenta-. Andan pidiendo a los turistas y si no les dan, se enfadan. Esa es la mala imagen que están dando”.
Ingreso restringido y una pelea que se volvió política
Aena ya amenazó con que, a partir de estos días, comenzará a restringir el ingreso en Barajas. Delimitará franjas horarias en las que sólo podrán acceder a las terminales del aeropuerto aquellas personas que cuenten con una tarjeta de embarque, sus acompañantes y los trabajadores del aeropuerto.
La empresa anunció también que va a enviar un requerimiento formal al ayuntamiento “para que se cumplan las obligaciones legales en materia de servicios sociales para resolver el problema de las personas sin hogar”.
Los que duermen en el aeropuerto de Barajas buscan abrigo y seguridad. Foto: Cézaro De Luca
“La situación de las personas sin hogar en el aeropuerto de Madrid es un tema muy delicado que exige la máxima delicadeza en su gestión. Estamos hablando de un colectivo vulnerable”, dice Maurici Lucena, presidente de Aena.
“La obligación de Aena, como gestor del aeropuerto de Madrid, es tratar de ayudar a las autoridades públicas competentes en materia de servicios sociales para que resuelvan el problema”, subraya.
Pero la Comunidad de Madrid y el Ayuntamiento insisten en que Aena es una empresa pública y es quien debe responsabilizarse por la situación de las personas sin techo que viven en Barajas. “El gobierno de España debe tomar cartas definitivamente en el asunto”, dice el alcalde José Luis Martínez-Almeida.
“Esas personas se merecen que el gobierno de la Nación ponga todos los medios y que, con la ayuda del Ayuntamiento de Madrid, seamos capaces de dar una solución”, agrega el alcalde.
Algunos pasan todo el día en el aeropuerto de Madrid. Foto: Cézaro De Luca
“No quieren arreglarlo. Es la puerta de entrada a Madrid, a la capital de España. Les da igual. Pero también les da igual la situación de todas estas personas”, opina la presidenta regional madrileña, Isabel Díaz Ayuso, que pertenece, al igual de Martínez-Almeida, al Partido Popular, principal fuerza de oposición al gobierno de Pedro Sánchez.
Francisco Martín, delegado del gobierno en la Comunidad de Madrid, responde: “Que el Ayuntamiento de Madrid deje de buscar excusas y asuma sus competencias, que son las de las políticas sociales, las de evitar que una instalación como es un aeropuerto termine convirtiéndose en el albergue municipal de Madrid, porque las personas que tienen dificultades en nuestra región no encuentran soluciones en los recursos municipales”.
Censo
Entre la última semana de marzo y las dos primeras de abril, una organización que forma parte de Cáritas hizo un relevamiento en Bajaras. Sus voluntarios recorrieron las terminales entre las nueve y las once de la noche con un cuestionario que no todas las personas que duermen en el aeropuerto quisieron responder.
Sin embargo, del formulario que completaron quienes sí lo hicieron se obtuvo un perfil aproximado de cómo está compuesto el grupo de hombres y mujeres sin techo que duermen en Barajas.
Para hacerse un lugar donde dormir, muchos utilizan los carritos del aeropuerto. Foto: Cézaro De Luca
Más de la mitad vive en el aeropuerto desde hace más de seis meses, publicó el diario español El País, que tuvo acceso al informe.
El 78 por ciento son hombres y la mayoría de ellos tiene entre 45 y 64 años.
El 74 por ciento de quienes adoptaron la terminal como hogar es extranjero. Nacieron en 33 países, casi todos de América Latina.
Hay personas enfermas, algunas padecen adicciones y un 5 por ciento de los entrevistados es discapacitado.
La mayoría de los que viven en Barajas son hombres. Foto: Cézaro De Luca
Algunos trabajan y otros, como Paco, deambulan durante el día por parroquias, comedores y merenderos para regresar al aeropuerto cuando oscurece.
En el piso de abajo de todo, reservado para las empresas de alquiler de autos, las autoridades de Barajas trazaron una red de telarañas con cintas de Aena para precintar todo recoveco posible y desalentar a los que buscan dónde dormir. “No sirve de nada. Pasan por abajo y se acuestan en todos lados”, dicen los empleados de las empresas de alquiler de autos, que mantienen los locales abiertos al público hasta la medianoche.
Todavía les queda una hora de trabajo. Son las 23 y un grupo de jóvenes coreanos desenrollan colchonetas de neoprene junto al ascensor del entrepiso. “Tenemos que hacer tiempo hasta mañana a la mañana para tomar un autobús hasta Burgos -explica el único del grupo que habla inglés-. Vinimos a hacer el Camino de Santiago”.
Un grupo de jóvenes coreanos en Baraja espera para ir a Santiago Compostela. Foto: Cézaro De Luca
Los habitué de la terminal los miran con desconfianza pero aquí no hay títulos de propiedad ni tierra conquistada. Rara vez se logra apoyar la cabeza sobre la misma baldosa dos noches seguidas.
Después de medianoche, los cuerpos van buscando su posición. Se enfilan, contra la pared o la baranda, como en una morgue de vivos. El corredor del centro siempre queda libre. Para los inquietos. O los insomnes.
Sobre la firma
Marina Artusa
Corresponsal en España [email protected]
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