
El domingo 18 de mayo marcó un antes y un después en la política porteña. El PRO, fuerza fundada por Mauricio Macri y hegemónica en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires durante casi dos décadas, sufrió una derrota contundente en las elecciones legislativas. Pero para el analista político y conductor Tomás Rebord, el golpe no se limitó a los números en las urnas. En una editorial encendida transmitida por el canal de streaming Blender, Rebord planteó que la caída fue “generacional” y que un simple video con inteligencia artificial bastó para dejar al macrismo “fuera de combate”.
Un video, una generación y un mensaje claro: “Están viejos”
Rebord comienza su análisis con una pregunta que retumba en el escenario político: ¿Qué pasó con el PRO? La respuesta no tarda en llegar: un video realizado con inteligencia artificial por militantes libertarios fue suficiente para desestabilizar al núcleo macrista. “Fue una jubilación contundente”, sentencia. Y agrega: “Es el peor tipo de jubilación, porque es generacional”.
El video, que circuló masivamente en redes sociales días antes de los comicios, no solo buscaba provocar. Para Rebord, fue una operación quirúrgica que apuntó al centro de gravedad simbólica del PRO. “Era un video teledirigido para producir indignación, miedo, confusión y ansiedad”, explica. Pero el efecto no fue el que el macrismo esperaba: “¿Y qué hicieron ellos? Se cagaron de risa”.
El macrismo como “leviatán de tías”
Uno de los momentos más potentes de la editorial fue cuando Rebord definió al PRO como un “leviatán de tías”. Una metáfora filosa que apunta a una dirigencia política desconectada, envejecida, y que no logra comprender las lógicas de la nueva época. “Te tiro un chasquibum y te asustás. ¿Por qué? Porque están viejos”, lanza sin filtro.
Rebord no se detiene solo en Macri. La crítica se extiende a toda la dirigencia política tradicional, tanto opositora como oficialista. “Miren los búnkeres. Salvo el de La Libertad Avanza, son todos viejos. Están taponando su renovación generacional”, sostiene. Para él, eso explica por qué el PRO reaccionó con perplejidad ante un contenido que la nueva generación simplemente entendió como parte del juego.
Santiago Caputo y una psyop exitosa
El autor intelectual de la estrategia digital libertaria, Santiago Caputo, también fue mencionado por Rebord como un operador eficaz. “Lo que Caputo demuestra muy eficazmente es: esta gente ya no puede discutir. Mirá cómo se indignan por esta mierda. No saben cómo responderle a esto. No entienden el artefacto”, explica. En ese sentido, el video no fue solo una provocación, sino una prueba de fuego que la dirigencia del PRO no supo sortear.
Rebord afirma que esa noche de sábado fue “pésima” para la conducción amarilla. La desorientación fue tal que al día siguiente hubo una conferencia de prensa improvisada donde los referentes del PRO alertaron sobre “el peligro para la democracia”. El resultado fue aún más humillante: “Se le cagan de risa en la cara”, sentencia Rebord.
El golpe no fue electoral, fue simbólico
Aunque La Libertad Avanza logró avanzar posiciones en la Legislatura, Rebord aclara que el golpe más importante no se vio en las urnas, sino en la narrativa. “No es lo que termina inclinando la balanza para que la gente vote a Adorni. Es una psyop de redes sociales. Les reventó la cabeza”, explica. En otras palabras, el macrismo no perdió solo por sus políticas, sino porque ya no puede competir en el terreno donde se define el sentido común de época: el de la batalla cultural digital.
¿Y ahora qué?
La pregunta que queda flotando es: ¿qué puede hacer el PRO ante este panorama? Rebord no da respuestas fáciles, pero su diagnóstico es demoledor. “Liquidado, liquidado”, repite al cierre de la editorial. No se trata de una crítica moral ni de una condena ideológica. Para él, el problema del PRO es estructural: su tiempo pasó y no supo renovarse.
El macrismo, que nació como una fuerza disruptiva en la política nacional, parece hoy convertido en una caricatura de sí mismo. La escena del sábado por la noche, con dirigentes desorientados frente a un contenido digital irónico y provocador, puede quedar como símbolo de una era que se acaba.