Durante años, el bajista de Guns N’ Roses, Duff McKagan, fue sinónimo del estilo de vida extremo del rock and roll, marcado por excesos, giras interminables y adicciones. En ese contexto, hubo un detalle que pasó desapercibido, pero que, con el tiempo, le costó caro: durante más de una década no tomó agua. Ahora, con una mirada más reflexiva sobre su salud, reveló el profundo impacto que esa decisión tuvo en su cuerpo y cómo lo llevó a un punto crítico en los años 90, cuando debió cambiar por completo sus hábitos para sobrevivir.
En 2023, Duff McKagan, hoy con 61 años de edad, participó en el programa Rock & Roll Road Trip junto al excantante de Van Halen, Sammy Hagar, donde ambos reflexionaron sobre cómo el estilo de vida clásico del rock terminó pasándoles factura. Durante la charla, el bajista fue contundente al recordar los años más oscuros de su adicción, al punto de confesar que durante más de una década no bebía otra cosa que no sea alcohol. “Literalmente no tomé un vaso de agua durante 12 años”, aseguró y dejó en evidencia el nivel extremo al que había llegado.
“Mi cuerpo estaba fallando, mi cabello se estaba cayendo”, recordó McKagan al hablar sobre el deterioro físico que vivió como consecuencia directa de sus excesos. Asimismo, a los 28 años, sentía que no llegaría a los 30 y, por entonces, la idea de “vivir rápido y morir joven” no le parecía alarmante. Pero todo cambió una mañana, cuando despertó con lo que pensó que eran simples dolores de gases, pero pronto descubriría que se trataba de algo mucho más grave.
“Mi páncreas se había reventado. Ese era mi límite”, relató el músico al recordar uno de los momentos más críticos de su vida. Según explicó, el órgano se inflamó de manera alarmante hasta alcanzar el tamaño de una pelota de rugby y finalmente se rompió, lo que provocó que las enzimas digestivas comenzaran a filtrarse peligrosamente en su organismo. Como resultado, experimentó un cuadro de dolor tan extremo que, por lo que confesó, llegó a rogarle al cirujano que lo matara, incapaz de soportar el sufrimiento. Este episodio, que puso seriamente en riesgo su vida, marcó un antes y un después en su historia personal, y funcionó como una señal de alarma que lo obligó a replantearse su forma de vivir.
Como consecuencia del colapso de su salud, a Duff le extirparon el páncreas. En la charla, recordó cómo su madre, que tenía Parkinson, lo visitó en el hospital en silla de ruedas y lloró al verlo acostado con tubos conectados a su cuerpo: “Me veía desde arriba de la cama”. “Pensaba: ‘Aquí no hay orden. Debería estar cuidándola’. Y ‘Metí la pata y lo siento’, y lo arreglaría”, admitió sobre la culpa que sintió. Cuando recibió el alta le ofrecieron rehabilitación, pero él ya sabía que “había terminado” y aseguró que su vida “cambió 180 grados desde ese momento hasta ahora”.
En declaraciones anteriores al programa Hardtalk de la BBC, Duff McKagan recordó ese momento como “una verdadera llamada de atención”, ya que fue entonces cuando, por primera vez en más de una década, comenzó a tomar agua y dio el primer paso hacia su recuperación. Según contó, ese fue el punto de quiebre que marcó el inicio de un cambio profundo en su vida. “Pensé que, como mínimo, le haría las cosas bien a mi madre. Intentaría estar a la altura de las circunstancias y ser un buen hijo. Eso fue lo que realmente impulsó mi ascenso”, expresó el músico, quien destacó que su motivación para cambiar no solo fue el dolor físico, sino también el deseo de enmendar el vínculo con su familia y dejar atrás el caos que lo había consumido.