Iguazú (LaVozDeCataratas) Sabores que viajan… y nos traen de regreso a casa
En el corazón de la ciudad, la cocina misionera despertó memorias, aromas y emociones profundas durante la feria por la biodiversidad.
Entre aromas a mandioca recién cocida, el calor del sol cayendo sobre la Plaza San Martín y la alegría de quienes se acercaban con curiosidad y hambre de más que comida, Iguazú vivió una experiencia culinaria que tocó el alma. En el marco de la Feria por la Biodiversidad, la iniciativa “Sabores que Viajan”, impulsada por el Ministerio de Turismo de Misiones, se convirtió en uno de los momentos más emotivos del día.
Allí, no solo se degustaron platos elaborados con productos regionales de agricultores locales. Se compartieron historias, se revivieron recuerdos, se volvió —aunque solo por un instante— a la niñez. Porque en cada bocado de un mbeyú, en cada taco con tortilla de mandioca, en cada pescado de río, había mucho más que técnica o sabor: había identidad, había tierra, había hogar.
Los visitantes se acercaban primero con la vista, luego con la nariz… y al probar, cerraban los ojos. Era como si, de pronto, la plaza se transformara en aquel patio familiar, con la abuela cocinando al fuego, con los juegos descalzos en la tierra roja, con el aroma que flotaba en el mediodía de la infancia. Eso es lo que lograron los chefs del Ministerio de Turismo, encabezados por Virgilio Fontana, director de Gastronomía, y su compañero de ruta, Miguelito.
“Lo que traemos no es solo comida. Traemos historias. Traemos lo que alguna vez fuimos, lo que somos, lo que no queremos olvidar”, compartieron con LaVozDeCataratas, mientras servía con manos amorosas un taco misionero que parecía tener el sabor del monte, del río y del recuerdo.
“Sabores que Viajan” no fue solo un food truck estacionado en la plaza. Fue una máquina del tiempo hecha cocina, que nos devolvió a ese lugar íntimo donde lo simple se vuelve sagrado. Fue una celebración a la biodiversidad, sí, pero también a las raíces profundas que unen a Misiones con quienes la habitan y la sienten en el corazón.
La feria fue un canto a la tierra, al trabajo de los productores locales, a la riqueza de nuestros alimentos, pero también un espacio donde se demostró que el futuro sostenible se cocina con memoria, con afecto y con ingredientes que nacen cerca, muy cerca, del alma misionera.
Y así, entre sabores que cuentan, olores que abrazan y platos que emocionan, Misiones volvió a decir presente, no solo como destino turístico, sino como tierra que alimenta cuerpo, historia y espíritu.