CAMBRIDGE, Massachusetts.- El politólogo norteamericano Steven Levitsky, experto en América Latina, autoritarismos y coautor del célebre libro Cómo mueren las democracias, vive días más intensos que de costumbre. Profesor en Harvard, está involucrado de lleno en defensa de la prestigiosa universidad ante la ofensiva del gobierno de Donald Trump para recortarle fondos y apuntar contra los alumnos extranjeros.
“Todos los días hablo con chicos que no saben si van a poder estar la semana que viene en el país. Es terrible”, cuenta Levitsky, que recibió a LA NACION en su oficina en el Centro de Gobierno y Estudios Internacionales (CGIS, por sus siglas en ingles), uno de los tantos edificios de Harvard en esta ciudad que late al ritmo de la universidad. Su teléfono con pedidos de entrevistas no para de sonar, y se disculpa al respecto.
Levitsky afirma que este segundo gobierno del líder republicano tiene “instintos muy autoritarios”, que “ha sido más radical que los primeros cuatro meses de Hugo Chávez” en Venezuela, y sostiene que su cruzada contra Harvard en especial se explica en que «si el gobierno logra vencerla, subordinarla, todas las demás universidades sabrán que no pueden meterse con Trump».
Autor de varios libros, como uno que trata sobre el peronismo (La transformación de los partidos obreros en América Latina), evalúa la marcha del gobierno de Javier Milei (“es mucho más ideológico que Trump“, señala) y no oculta su fanatismo por la Argentina. En el perchero de su puerta cuelga una bufanda celeste y blanca de la selección, y sobre la biblioteca se destaca un cuadro con la foto de Néstor Kirchner cuando le ordenó al jefe del Ejército, Roberto Bendini, descolgar el cuadro de Rafael Videla. “Me la regaló un alumno”, se limita a responder Levitsky.
-¿Qué cree usted que hay detrás de esta ofensiva del gobierno de Trump contra la Universidad de Harvard en particular?
-Hay que ser franco, es un gobierno autoritario, y los gobiernos autoritarios, sean de izquierda, de centro o de derecha, suelen atacar a las universidades, porque son centros de incidencia. Conozco muy pocos gobiernos autoritarios que no hayan atacado a las universidades, cortando fondos, a veces arrestando gente, forzando la purga de profesores o de líderes estudiantiles. Turquía, Hungría, Rusia, Venezuela, El Salvador, Nicaragua… es súper común. Este es un gobierno con instintos muy autoritarios y quiere debilitar o subordinar a las universidades principales. Harvard es la universidad más prestigiosa, más influyente y más poderosa, vista como representativa de las universidades de élite. Así que si el gobierno logra vencer a Harvard, subordinarla, todas las demás universidades sabrán que no pueden meterse con Trump. O sea, si Harvard no puede, nadie puede. Entonces, matando al más grande, subordinás al resto.
-¿Cómo están viviendo ustedes desde acá dentro estas medidas y qué le dicen sus estudiantes y colegas?
-Hay muchísima incertidumbre, tremenda, sobre todo para los estudiantes internacionales. Es una mezcla de emociones. Por un lado, hemos cerrado filas, hay un consenso muy amplio acá entre estudiantes y profesores de que los líderes de Harvard están en lo correcto. Hay hasta orgullo de que [el presidente de Harvard] Alan Garbar haya dicho basta a Trump. Enfrentó esta ofensiva autoritaria. Estuvimos muy divididos el año pasado por el tema de la protesta contra Israel. Gente en los dos lados, hasta los que eran más críticos con la universidad el año pasado, han cerrado filas detrás de los líderes de la universidad. Entonces, casi todos estamos convencidos de que estamos haciendo lo correcto o, por lo menos, lo necesario. Hay gente muy crítica de Garber por muchas razones. Hoy en día cuando aparece con estudiantes, con profesores, lo aplauden de pie. Es extraordinario. Por otro lado, hay mucho miedo y mucha incertidumbre, sobre todo para el 30% de los estudiantes que son internacionales. Tenemos los mejores chicos del mundo acá, son 7000, que han dedicado gran parte de su vida para estar acá y que ahora encuentran su vida totalmente en el aire. Tengo un estudiante de Sudán del Sur, estudiantes que vienen de familias muy pobres de México, de varios países plagados de violencia, que difícilmente vuelvan a sus casas. Gente que sacrificó todo para estar acá y que ahora no sabe si podrá estar aquí en septiembre. El 90% de mis estudiantes de doctorado son de América Latina. Y por lo menos un tercio de mis estudiantes de pregrado son internacionales. Entonces, todos los días hablo con chicos que no saben si van a poder estar la semana que viene en el país. Es terrible, terrible.
-¿Se imagina una universidad de Harvard sin estudiantes extranjeros, más allá del impacto financiero?
-No, realmente no. Por un periodo, quizás, porque este gobierno es muy extremista y muy autoritario. Pero, las universidades en China reciben estudiantes extranjeros. Mis chicos pueden ir a estudiar en universidades en Cuba. O sea, cerrarse por completo. No dejar que haya ningún estudiante internacional. Esto es de Corea del Norte. Ni regímenes autoritarios hacen eso. Es algo impensable.
-¿Cree que la Justicia podrá sostener el bloqueo de la medida del gobierno para prohibir la matriculación de estudiantes extranjeros?
-Sí, tenemos esperanza. Parece obvio, muchas de las acciones que tomó la administración Trump son ilegales, han violado todo reglamento y las leyes. Entonces, confiamos en el Poder Judicial, pero es un proceso largo, lento, que puede durar hasta años. No va a solucionar todo la semana que viene.
-¿Cuánto más recargado ve este inicio del gobierno de Trump respecto al arranque de su primer mandato, en 2017?
–El día y la noche. De hecho, ha sido no solamente muchísimo más radical que el primer gobierno de Trump, sino que ha sido más radical que los primeros cuatro meses de Hugo Chávez [en Venezuela], de Viktor Orban [en Hungría], del AKP [de Recep Tayyip Erdogan] en Turquía. Hay pocos regímenes autoritarios electorales en el siglo XXI que han sido tan radicales, que han atacado tantas instituciones, organizaciones, empresas, medios, utilizando las armas del Estado para para castigar a los opositores. Ha sido una tormenta feroz.
-¿Y tiene miedo de que eso se profundice?
-No sabemos, nunca hemos estado en esta situación. Claro que tenemos que estar preocupados. Quizás soy demasiado optimista, pero creo en el equilibrio de fuerzas, que Estados Unidos a diferencia de Nicaragua, de El Salvador, tiene una sociedad con mucha fuerza. Hay muchos recursos, mucha plata, muchos abogados, muchas organizaciones, en la oposición. Entonces la capacidad de la sociedad de movilizarse en contra de este gobierno es alta acá. Hasta ahora la sociedad ha estado en una especie de shock, medio grogui, como en un primer round en un una pelea de boxeo. Si un boxeador empieza pegando con mucha fuerza, el otro queda grogui, ¿no? Ahí está la sociedad civil. Pero yo creo tiene la capacidad de responder y detener al gobierno. Temo que pueda profundizarse, pero creo que será difícil, que habrá mucha oposición. Este gobierno no es tan popular, ya está por debajo del 50%. Sí tiene control del Congreso, pero podría perderlo. Entonces los dos lados tienen fuerza. No creo que se consolide un régimen autoritario. Creo que habrá una ofensiva autoritaria que romperá muchas cosas, que hará mucho daño, pero al final de cuentas, no sé si en dos, tres, cuatro años, es muy posible que lo detengamos.
-Respecto a la Argentina, Milei se ha mostrado como un aliado de Trump. ¿Qué similitudes ve entre ambos?
-Obviamente hay puntos de comparación, aunque Milei es mucho más ideológico que Trump. Pero su estilo político obviamente es muy parecido. Aunque me preocupe mucho la noticia de los últimos días sobre el plan de inteligencia [para “monitorear” la acción de todos los “grupos sociales vulnerables”] que puede señalar unos pasos autoritarios, dejando de lado eso, hasta ahora la democracia argentina ha sido más robusta que la de Estados Unidos. No sé si Milei es menos autoritario que Trump o si hay menos espacio en la Argentina para una jugada autoritaria, pero Trump ha hecho muchísimo más daño a las instituciones democráticas en cuatro meses acá que Milei en un año y medio en la Argentina. La democracia argentina está, por lo menos hoy por hoy, mejor parada que que la nuestra.