Era así, PSG. Con un 5-0 ante un Inter de Milán reducido al mínimo. Con baile. Con Luis Enrique, el deté indicado para el momento ídem. Con una sensación de equipo que no había aflorado en la última década pese a los millones -y millones, y millones- volcados al mercado. Así se gana la Champions League.
Era así. París, l’amour. Glamour. Con un fútbol sin constelaciones forzadas, sino construidas. Con un proyecto pensado para el crecimiento y no para vender camisetas y gorras. Aunque paradójicamente este éxito demorado y alcanzado tendrá, por caso, sucorrelato en el merchandising.
Nasser bin Ghanim Al-Khelaifi, 51 años, ex tenista y empresario, ilumina con su sonrisa qatarí: todo valió la pena. El PSG es campeón de la Champions y lo celebra en el camalelónico Allianz Arena. Un estadio que es capaz de cambiar de cáscara sin que eso implique la modificación de su contenido. Un proceso simbólicamente inverso al que atravesó el equipo francés para conquistar su gran obsesión con una goleada -y rendimiento- memorable.
El Paris Saint Germain modificó su sustancia, no su envoltorio marketinero. Al Khelaifi, presidente y tesonero inversor, comprendió que tener a un equipo de All Star Game de NBA no alcanzaba para alzar la Orejona. Que si reunir en el mismo plantel -en la misma delantera- a Lionel Messi, Kylian Mbappé y Neymar no había resultado fructífero, entonces había que elegir otro modelo. Ya no de negocio sino de club. Con un elegido en el banco que estuviera a la altura del desafío.
El acierto más importante estuvo en el banco
El festejo de Luis Enrique (REUTER).
El rotundo cambio del modelo del PSG de Luis Enrique se produjo entre 2023 y 2024, cuando Qatar Sports Investments buscó direccionar sus inversiones a talentos jóvenes probados y también futuros. No de shock, pues insistió con refuerzos apetecidos por el planeta entero que a largo plazo no rindieron (Randal Kolo Muani fue fichado en € 95 millones y un año después partió cedido). Pero sí de manera gradual.
En París se inició una diáspora de contratos elevados sin contraprestaciones UEFA: además de Messi -finalizó su contrato y fichó por Inter Miami-, de Neymar (vendido en u$s 98M al Al Hilal saudí) y de Mbappé (en 2024 se fue libre al Real Madrid) partieron Segio Ramos, Verrati, Paredes, Draxler… Grandes talentos, por supuesto, pero que no ensamblaron ni con Mauricio Pochettino, Laurent Blanc o Tomas Tuchel -el anterior finalista-, ni con Unai Emeri o Cristopher Galtier, ni con el mismísimo Carlo Ancelotti más atrás en el tiempo.
Ahí empezó a ganar la Champions. Cuando entendió que el camino a largo plazo sería exitoso más allá del impacto negativo transitorio por la salida de los galácticos: la depreciación del valor de los tickets hasta por un 70% post Messi y Neymar o la drástica baja en cantidad de seguidores del PSG en redes: la cuenta de Instagram del club perdió 7 millones de followers.
Luis Enrique, en éxtasis (EFE).
Y el principal acierto de fue contratar -primero- y sostener -después- a Luis Enrique. El entrenador español fue ungido en 2023 para encabezar la transición deportiva. Dura, por cierto, ya que el gijonés no logró adaptar a Mbappé a su estilo, a su horma. Pero que una vez que su máxima figura, emigró, sí logró consolidar un equipazo.
Luis Enrique había vaticianado que harían falta dos años de trabajo para empezar a ver frutos. Y esta temporada lo consiguió: hizo match con su plantilla, le inculcó ese pensamiento colectivo solidario, con un bloque que hace todo -defiende y ataca, y siempre presiona- y reversionando futbolistas para que explotaran.
Y así el PSG resurgió a pesar de un arranque europeo flojísimo (ganó apenas un partido de cinco en la liguilla y debió esperar siete jornadas para clasificarse a los playoffs) y el deté resistió a pesar de haber quedado en el foco de los siempre filosos medios franceses que criticaban su tozudez, su poca permeabilidad a cambiar, y hasta nombraban a Sergio Conceicao como inminente relevo.
El festejo de PSG.
El gijonés se atuvo a su plan. Tenía materia prima. Cuando la sinergia se consiguió, todo fluyó. Se potenciaron futbolistas -fueron aciertos las apuestas por Doué, la figura de la final, Kvaratskhelia, Pacho y Neves- al mismo tiempo que otros modificaron su rol como Ousmane Dembelé.
Un campeón del mundo 2018 que pasó de ser excluido de un viaje de Champions “un problema de compromiso” a ser convencido por Luis Enrique y explotar, duplicando su marca goleadora en una temporada y pasando de un tope de 14 a convertir 33 en la suma de competencias en la 24/25. No sin asistir 14 veces con la delicadeza con la que le cedió el 4-0 a Kvaratskhelia.
Con esa matriz, el PSG llegó a ganar. Cumplió su cometido. Anotándose no sólo goleadas en las fases previsa (4-1 al Manchester City; 3-0 y 7-0 al Brest) sino un aplastante resultado que no dejó atenuantes de sus merecimientos europeos.
Hakini besa la Copa (REUTERS).
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