En una esquina tranquila del barrio de San Telmo, se alza una construcción que, a simple vista, parece haber sido traída desde otro continente. Sus cúpulas azules con cruces doradas, su fachada ornamentada y los mosaicos brillantes trasladan la mirada a Moscú sin moverse de Buenos Aires.
Se trata de la Iglesia Ortodoxa Rusa, un templo majestuoso que combina historia, fe y belleza en partes iguales. Es una de las joyas menos conocidas pero más impresionantes del patrimonio porteño. Y aunque muchos pasan sin prestarle demasiada atención, esta iglesia tiene una historia fascinante que comienza nada menos que con el Zar de Rusia.
Un pedacito de Rusia en San Telmo
La historia de esta imponente iglesia comienza el 18 de diciembre de 1898, cuando se colocó la piedra fundamental del templo en la calle Brasil 315. El edificio fue posible gracias a los fondos donados por el Zar Alejandro III, quien respondió así a una solicitud del gobierno argentino para crear un lugar de culto para la comunidad rusa en el país.
La construcción terminó en 1904 y desde entonces la iglesia se convirtió en símbolo de la hermandad cultural entre ambos pueblos. Su diseño original estuvo a cargo del arquitecto Mihail Preobrazensky, del Santo Sínodo de Rusia, pero la versión porteña fue adaptada por Alejandro Christophersen, autor también del Palacio San Martín.
Un ícono arquitectónico con alma moscovita
Lo que más llama la atención de esta iglesia son sus cúpulas bulbosas azules, coronadas por cruces orientadas hacia el Este, sostenidas por cadenas, tal como dictan las costumbres ortodoxas rusas. La fachada, además, está decorada con tres vitrales coloridos que representan escenas bíblicas, y en su frontispicio luce un mosaico de la Santísima Trinidad hecho en San Petersburgo.
Vista de la cúpula de la Iglesia Ortodoxa Rusa Santísima Trinidad. Foto: Mariana Nedelcu – Clarín.
Todo en ella remite a las iglesias del siglo XVII en Moscú, pero con el sello porteño que Christophersen supo imprimirle. Caminar por Avenida Brasil y encontrarse con esta joya es como hacer un viaje sin pasaporte, una sorpresa que enamora tanto a turistas como a vecinos curiosos.
¿Qué hacer en San Telmo?
- Visitar la Plaza Dorrego: es la segunda plaza más antigua de la ciudad, y los domingos se llena de vida con su clásica feria de antigüedades.
- Recorrer el Mercado de San Telmo: un lugar ideal para probar comida local e internacional, comprar productos frescos y disfrutar del ambiente histórico.
Interior de la Iglesia Ortodoxa Rusa Santísima Trinidad ubicada en el barrio San Telmo. Foto: Mariana Nedelcu – Clarín.
- Pasear por las calles adoquinadas: el barrio conserva su arquitectura colonial y ofrece rincones perfectos para sacar fotos.
- Entrar a los anticuarios: vas a encontrar desde discos de vinilo hasta muebles antiguos. Todo tiene historia.
- Ver un show de tango en vivo: en las tanguerías y bares tradicionales hay espectáculos todos los días.
- Tomar algo en un bar con historia: San Telmo está lleno de cafés notables y bares con décadas de tradición porteña.
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