En salas silenciosas donde laten máquinas y se mide el oxígeno minuto a minuto, hay batallas invisibles que transforman para siempre. La prematurez no sólo pone a prueba el cuerpo de los recién nacidos, sino también el alma de quienes los esperan. En ese espacio incierto donde se suspende el tiempo y se multiplican las preguntas, muchas madres descubren una fuerza que no sabían que tenían. Algunas, convierten ese dolor en palabras, como hizo Ivanna Hilen Argüello (30), una madre de Apóstoles.

“Así nació Yaguá Miní -yaguareté pequeño- y el susurro del monte, un cuento que es un homenaje a la lucha silenciosa de tantos bebés prematuros y a la fortaleza invisible de sus madres. Yaguá Miní representa a mi hijo: pequeño, pero inmensamente valiente. Él fue como un cachorrito que luchó por quedarse en este mundo. Y el monte es símbolo de abrigo, de sabiduría, de conexión con lo invisible. En muchas leyendas y creencias guaraníes, el yaguá -o yaguareté, en otras versiones- representa la fuerza, el espíritu protector del monte”, expresó.

A su vez, comentó que su embarazo no fue planificado, y al principio le costó aceptarlo. Fue en plena pandemia, lo que hizo todo más complejo emocionalmente. “No hubo complicaciones graves los primeros meses, pero Bruno venía pequeño y eso nos tenía en constante control. Fue un embarazo emocionalmente desafiante desde el inicio”.

A lo largo de ese proceso, la incertidumbre fue constante. Aunque no presentó grandes riesgos clínicos al principio, la situación estaba marcada por controles frecuentes y un contexto emocional muy difícil de atravesar.

 “Recuerdo el miedo, el frío en el cuerpo, la sensación de no estar lista. Todo pasó muy rápido. Me dijeron que no había opción, que tenía que prepararme. Pero, ¿cómo se prepara una para algo así? Sentí que se me desarmaba el mundo”.

Cuando le anunciaron que el parto era inminente, Ivanna sintió un desgarro interno. La idea de tener que dar a luz en ese momento, sin preparación, le generó una mezcla de pánico y desconcierto. Todo ocurrió de forma súbita.

Nacimiento de Bruno

“Bruno nació el 12 de enero de 2021, por cesárea a las 28 semanas de gestación. Pesó 800 gramos. Me hicieron anestesia total, así que no pude verlo hasta el día siguiente. Cuando lo vi por primera vez en la incubadora, bajo una luz azul, con un pañal diminuto y una media como gorrito. Fue el momento más hermoso y más doloroso de mi vida”.

El pequeño nació en el Sanatorio Boratti y, desde el inicio, necesitó asistencia respiratoria. Pasó más de 45 días entubado y bajo monitoreo constante. Su diagnóstico fue crítico pero estable, y la consigna era vivir “un día a la vez”.

“Fueron muchísimos momentos que me marcaron. El primer encuentro y también el momento en que me aislaron por contacto estrecho de Covid-19 y no pude verlo por casi tres días. Recuerdo con dolor cuando me enteré que habían dado indicaciones para cortar mi producción de leche”, describió.

Y siguió: “Hice todo lo posible por recuperarla, pero no lo logré. Resignarme a no poder darle mi leche, por decisión de otros, es algo que aún hoy me duele. Pero también hubo momentos de luz: la primera vez que me dejaron cambiarlo, cuando lo tuve en brazos, cuando pasó a cuidados intermedios. Neonatología es un sube y baja emocional constante”, sostuvo la madre sobre los momentos dolorosos que tuvo que pasar.

Durante los 98 días de internación, hubo instantes devastadores y otros profundamente significativos. El aislamiento, las decisiones médicas que le impidieron amamantar, y el paso por las distintas etapas de cuidado dejaron huellas imborrables. Asimismo, relató que su principal sostén fue su pareja, con quien atravesó varios altibajos, aunque siempre lograron acompañarse en medio del dolor.

También destacó el apoyo de otras madres de la Neonatología, con quienes compartió silencios, lágrimas y momentos de alegría. Por otro lado, valoró especialmente al equipo de doctoras y enfermeros, ya que algunos le enseñaron a confiar, a preguntar y a sentirse parte del cuidado. Por fuera del sanatorio, amigos y familiares acompañaban como podían, a la distancia.

“Con esta vivencia mi perspectiva de la maternidad cambió por completo. Aprendí a acompañar desde el alma, a sostener sin tocar, a confiar sin garantías. Ese inicio nos marcó profundamente. Hoy nuestro vínculo tiene una raíz muy fuerte, muy emocional. Cada gesto, cada mirada, cada juego con Bruno tiene un trasfondo de gratitud y de amor construido día a día”.

El libro

De igual forma, la madre contó que siempre escribió, pero que fue durante la internación cuando lo hizo con mayor honestidad, encontrando en la escritura un refugio que le permitió ordenar el caos, comprender lo que vivía y sostenerse emocionalmente mientras todo temblaba.

“El libro nació de esas anotaciones. Hace unos meses, en un grupo de lectura, leí un fragmento de El Principito que me reconectó con todos esos sentimientos. Entonces me senté y lo escribí. En un mes, lo tenía listo. Como si todo ya hubiera estado escrito dentro mío, solo esperando su momento”.

En sintonía, detalló que no quería que el cuento fuera solo un testimonio de dolor, sino que también tuviera belleza, raíz e identidad. Según mencionó, eligió una forma poética de narrar lo vivido y que buscó, a través de esa construcción, abrirle la puerta a otras madres para que pudieran reconocerse, imaginar y sanar.

“La obra trata sobre el amor que resiste. Que sostiene sin tocar. Que espera sin certezas. El libro habla de la fragilidad, sí, pero también de la fuerza que se encuentra en los vínculos, en las palabras, en lo invisible que nos une. Habla de esperanza, de intuición, de volver a una misma”.

En la misma línea, indicó que el vínculo con la cultura guaraní es parte esencial de su identidad, y que quiso reflejar eso en el título del cuento. El monte es mucho más que un paisaje: es refugio, resistencia y pertenencia.

Tras dar a conocer su vivencia, la apostoleña afirmó que una de las mayores satisfacciones fue recibir mensajes de personas que se sintieron identificadas. . “Muchas me escriben para decirme ‘yo también pasé por esto’ o ‘me ayudaste a entender a mi hermana, mi amiga, mi pareja’. Eso es lo más valioso”.

En este sentido, se refirió a los estigmas que aún persisten alrededor de la prematurez. Expresó que la falta de información sobre lo que viven las madres en contextos hospitalarios contribuye a que se sientan incomprendidas o juzgadas.

“Todavía se espera que la madre esté fuerte, disponible y agradecida, cuando en realidad está rota, vulnerable, llena de miedos. Hay mucho desconocimiento sobre lo que se vive en una internación neonatal, y eso hace que muchas madres se sientan solas o juzgadas”.

Sobre el objetivo de Yaguá Miní, agregó que su intención con el cuento fue tender un puente. Que alguna mujer, en cualquier lugar, pudiera leerlo y sentirse acompañada, contenida, reconocida en esas páginas. “Esa es mi mayor esperanza. Que el libro sea compañía, espejo, refugio. Que alguna madre, en alguna parte, lo lea y sienta: ‘no estoy sola, a mí también me pasó’”.

Y cerró: “Les diría a las que están atravesando la misma situación que no hay una manera correcta de atravesarlo. Que cada emoción es válida. Que no se exija estar bien todo el tiempo. Que su presencia, su amor, su voz, llegan. Incluso cuando no la dejan tocar, incluso cuando no tiene fuerzas, que confíe, que resista, que se abrace fuerte”. El libro está disponible en formato digital y se puede encontrar el link de su perfil de Instagram @ivannahilen o contactando al mail [email protected]