El noble ideal de los derechos humanos, cuyo respeto integral e interdependiente junto al compromiso internacional en la defensa de su carácter universal caracteriza a los países más democráticos, transparentes y prósperos del mundo, está en crisis en la Argentina.
Esta crisis en la defensa de los derechos humanos se debe principalmente a la confrontación política entre el actual gobierno nacional de Javier Milei y los anteriores que tuvieron como protagonista a la ex Presidenta y Vice-Presidenta Cristina Kirchner, pero también a su abandono por parte de los sectores que integraron el gobierno de Cambiemos bajo la presidencia de Mauricio Macri.
En el caso del gobierno libertario es muy claro: la ideología de Javier Milei es contraria a los derechos humanos. Aunque lo obvio es que los libertarios no reconocen como derechos a los económicos, sociales, culturales y ambientales (DESCA), respecto a los civiles y políticos también los atacan, en especial el artículo 19 de la Declaración Universal de 1948.
Por eso, es llamativo que la mayor parte de la dirigencia política de Cambiemos, particularmente el ex presidente Mauricio Macri, consideren que Javier Milei y su gobierno libertario “tienen buenas ideas”. Si dichas ideas son contrarias a la defensa de los derechos humanos, que caracteriza a las democracias desarrolladas, entonces no pueden ser tan buenas.
Pero sin dudas, uno de los principales motivos de la crisis actual en la defensa de los derechos humanos en la Argentina se debe al kirchnerismo. Además del proceso judicial y las investigaciones periodísticas, como cualquier auditoría contable básica lo puede demostrar, el matrimonio Kirchner y sus allegados se enriquecieron obscenamente de manera ilícita estando en el poder. Dicha corrupción kirchnerista fue una violación de derechos humanos, pues se apropiaron de recursos públicos que podrían haber sido destinados a satisfacer tantas necesidades sociales que tiene la Argentina.
Tanto la corrupción kirchnerista como su complicidad internacional con regímenes dictatoriales y el aval a la violencia política de los ’70, contó a su vez con el apoyo de sectores de la sociedad civil tradicionalmente identificados con la defensa de los derechos humanos, en especial sobre la Memoria de la última dictadura militar.
Entonces, el desprecio de una parte importante de la sociedad hacia la corrupción del kirchnerismo, su alineación con dictaduras y su relato de los ’70 contrario a lo establecido en el Preámbulo de la Declaración Universal de 1948, los lleva a despreciar un noble ideal, como los derechos humanos, porque quienes supuestamente lo representaban no estuvieron a la altura de su honesta defensa.
Como toda crisis, la que actualmente sufre la defensa de los derechos humanos en la Argentina tiene una oportunidad, tanto para reivindicarla mediante su ejercicio pacífico frente a los atropellos y la intolerancia desde el poder estatal, como para convertirlos en una agenda de política pública que garantice la igualdad de oportunidades en el acceso a la educación, la salud y la cultura que el libertarianismo desprecia, y en una actitud de solidaridad democrática internacional activa frente a quienes viven en contextos autoritarios de distinto signo político o sufren la agresión armada externa.
Gabriel C. Salvia es Director General de CADAL (www.cadal.org)
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