Mientras en muchos colegios se prohíbe el uso de inteligencia artificial (o los celulares) por temor a trampas o distracciones, la realidad avanza más rápido que el reglamento: más del 60% de los adolescentes argentinos ya usó alguna vez IA para hacer tareas escolares, según datos de Fundación Telefónica. Sin embargo, en la mayoría de las escuelas el debate todavía no empezó.
En otros países, en cambio, la IA ya se integra activamente a la enseñanza: en China, herramientas de tutoría adaptativa mejoraron un 40% los resultados en zonas rurales; en Canadá, el uso de IA en educación especial aumentó un 25% el compromiso académico; en California, los estudiantes de una escuela con tutores IA personalizados aprendieron un 30% más rápido y quedaron en el 2% de mejor rendimiento del país.
“El docente no puede manejar 50 procesos distintos al mismo tiempo. Pero una IA sí. Y eso no reemplaza: acompaña”, explica el tecnólogo argentino Santiago Bilinkis.
La pregunta relevante es otra: en lugar de preguntarse si se permite o no, dice, lo urgente es pensar cómo se integra.
IA como aliada
La escuela República Argentina de Erevan, Armenia
En Argentina, entre la falta de regulación y la resistencia institucional, son pocas las iniciativas que se animan a proponer un camino distinto. Una de ellas nació lejos de Silicon Valley, sin inversores ni grandes laboratorios: nació en una cocina argentina. “Auroria” es un asistente de inteligencia artificial pensado exclusivamente para escuelas, creado por Daniela Buján y Juraj Havran, una pareja que decidió transformar la frustración en acción.
El disparador fue personal: su hijo de cuatro años, curioso y sensible, no encajaba en el molde escolar. Empezaron a llegar las clásicas “notitas del jardín”, sugerencias de que “algo andaba mal”. Tras consultar a ocho profesionales que coincidieron en que no había diagnóstico, entendieron que el problema no era su hijo, sino el sistema. “No queríamos que apagara su luz para encajar”, cuenta Buján. “Y si a nosotros nos pasaba, ¿cuántas otras familias estarían igual?”, sigue, en diálogo con Clarín.
Así nació Auroria: una IA que “no pretende imponer contenidos, sino adaptarse al enfoque pedagógico de cada institución. Que no etiqueta ni corrige, sino que acompaña. Que escucha antes de responder”, explican.
Una ayuda de los dos lados
Auroria, una IA escolar. Foto: Auroria
Auroria funciona como un chat conversacional, pero con una arquitectura diseñada para integrarse a cada proyecto educativo: filtros por edad, currículas personalizables, protocolos ante señales de riesgo emocional, modo socrático, análisis de sentimientos y más. Todo bajo estándares de privacidad y con cumplimiento estricto de la Ley de Protección de Datos.
Auroria no es otra plataforma de IA genérica. Está pensada para integrarse al proyecto educativo de cada escuela: su currícula, sus valores, sus reglas, sus tiempos. “No reemplaza al docente, explica Dani Buján, lo potencia. Le permite saber qué temas costaron más en la semana, qué necesitan reforzar los alumnos, qué preguntas aparecen una y otra vez.”
Y para los estudiantes, Auroria es una compañera confiable. Una IA que no juzga, no etiqueta, no expone. Que responde según el nivel escolar y que, si detecta una palabra de riesgo, activa un protocolo para cuidar sin castigar.
“No es una app ni un gadget de moda”, advierte Buján. “Es una herramienta para acompañar procesos educativos reales. Para potenciar a los docentes, no para reemplazarlos.” Los números internacionales respaldan su enfoque: las escuelas que integran IA con criterio ven mejoras académicas significativas y mayor autonomía en los estudiantes.
Auroria ya se implementa en escuelas argentinas con resultados interesantes. Y su lema, “El futuro comienza con una buena pregunta”, sintetiza la filosofía que la originó: más que dar respuestas automáticas, busca que cada chico se anime a pensar por sí mismo. O, como lo define su creadora: “Queremos que los chicos aprendan a ser, no a encajar”, dice Buján.
Por qué usar IA en las aulas
La IA de distintas compañías ya está incorporada entre muchos estudiantes y alumnos. Foto: Bloomberg
Hay un punto interesante que señala Buján y que tiene que ver con una idea: la tecnología no se puede “des-inventar”: una vez que un avance tecnológico llegó, es imposible ir “para atrás”.
“¿Por qué usar IA en las escuelas? Porque los chicos ya están usando IA. La diferencia es si la usan sin guía, o si los acompañamos a desarrollar pensamiento crítico”, dice Buján. Las cifras internacionales la respaldan: escuelas que incorporaron tutores IA vieron mejoras del 30 al 40% en el rendimiento académico, reducción de brechas y más autonomía en el aprendizaje”, dice
“No es una crítica a las escuelas. Es una invitación. Hay docentes que hacen magia todos los días con lo que tienen. Solo que ahora hay herramientas nuevas. Y tenemos la oportunidad de usarlas bien”, cierra.
En un mundo donde la tecnología se mueve cada vez más rápidos, algunos piensan no “si nos va a reemplazar” sino, más bien, en cómo potenciar a los docentes y alumnos actuales para hacer una sociedad mejor.
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