Está parada ahí, bajo el imponente Arco del Triunfo, enfundada en un vestido largo blanco, la melena lacia, los inconfundibles anteojos de grueso marco negro. Hay algo hipnótico en el video, que reproduzco una y otra vez. Es la conmemoración en París de los 80 años del fin de la Segunda Guerra; con los primeros acordes se produce el milagro.
La voz de Nana Mouskouri, intacta a sus increíbles 90 años, llena el aire como sólo ella puede hacerlo. El “Va Pensiero”, el coro pergeñado por Verdi para el tercer acto de Nabucco, un símbolo de libertad y esperanza en un mañana mejor, se eleva al cielo como una ofrenda conmovedora y también actual, en un tiempo crispado, sacudido por guerras, discursos de odio y una violencia que parece demostrar que la Humanidad no ha entendido nada.
No es menor que sea ella quien interprete ese himno. Su infancia fue atravesada por los horrores del nazismo, padeció el hambre y la pobreza y fue testigo de los sacrificios de su familia para darle la formación musical que su voz, sin decirlo, exigía. Y que dio sus frutos: más de 350 millones de discos vendidos, 1.500 canciones grabadas en 15 idiomas, el honor de cantar para la reina Isabel ll de Inglaterra, decenas de premios y temas inolvidables. En el medio, la política en su país, Grecia, para luchar contra la dictadura.
Y un gesto: en plena crisis griega renunció a su pensión como eurodiputada, para dar el ejemplo. En 2014 se retiró definitivamente de los escenarios: “He sido conocida por cantar de cierta forma y mi miedo es perder esta forma de cantar, ya que podría decepcionar a mucha gente”, dijo entonces para explicar su decisión. Once años después demostró que esa forma de cantar, y de conmover, sigue intacta.
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Silvia Fesquet
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