Un infarto puede suponer un antes y un después en la vida. También una hospitalización por cualquier otro problema cardiovascular. Cuando se percibe al corazón -y, en consecuencia, a la vida- en riesgo, todo se mira desde otra perspectiva y las preguntas se multiplican: ¿Podré seguir haciendo lo mismo que antes, de la misma manera? ¿Qué debo evitar y qué modificar?
Los hallazgos de una investigación publicada en la revista Circulation: Cardiovascular Quality and Outcomes, de la Asociación Americana del Corazón (AHA, por sus siglas en inglés), pueden orientar la respuesta a esos interrogantes, sobre todo cuando quienes se los plantean son personas sedentarias y/o que, por diversas razones, no duermen bien o lo suficiente.
Los pacientes hospitalizados con síntomas de síndrome coronario agudo tienen alta probabilidad de sufrir eventos adversos tras el alta, lo que destaca la necesidad de establecer objetivos terapéuticos modificables, plantearon los autores. En ese sentido, señalaron que el impacto del sedentarismo y los posibles beneficios de reemplazarlo con otras actividades «aún no están claros».
Para arrojar algo de luz sobre el tema, hicieron un seguimiento a más de 600 adultos —de entre 21 y 96 años— tratados por infarto o dolor torácico entre septiembre de 2016 y marzo de 2020 en el Centro Médico Irving de la Universidad de Columbia (Nueva York).
¿Qué encontraron? La principal conclusión a la que arribaron es que las personas que permanecen sentadas o sedentarias durante más de 14 horas al día, en promedio, pueden tener un mayor riesgo de sufrir un evento cardiovascular o morir en el año posterior al tratamiento en un hospital por síntomas de un ataque cardíaco, como dolor en el pecho.
«Reemplazar el sedentarismo por sueño o por actividad física, ya sea leve, moderada o intensa, se asoció con una disminución del riesgo«, concluyeron y subrayaron que estos hallazgos destacan la reducción del sedentarismo como una «posible estrategia para mejorar los resultados» después del alta.
Más quietos, más riesgo
En investigaciones previas, los autores habían reportado que tras un infarto, las personas pasaban entre 12 y 13 horas diarias en estado sedentario, es decir, despiertos sin hacer ninguna actividad que implique movimiento físico.
En el nuevo estudio se propusieron ir más allá: a los participantes del estudio les dieron un dispositivo portable (un acelerómetro de muñeca) que permitía monitorear su actividad física durante una media de 30 días después de recibir el alta.
El análisis encontró que, en comparación con los participantes del grupo con el mayor nivel de actividad física, los del nivel más bajo tenían un riesgo 2,58 veces mayor de tener otro problema cardíaco o morir durante el año siguiente.
El ejercicio -indicado y supervisado- es clave en la rehabilitación cardíaca. Foto Shutterstock.
También hallaron que reemplazar 30 minutos diarios de sedentarismo por actividad física moderada o intensa redujo el riesgo de eventos cardiovasculares o muerte en un 61%, mientras que hacerlo con actividad leve lo redujo en un 50%.
Entre las actividades moderadas se encuentran caminar a paso ligero, hacer aquagym, bailar, jugar dobles en tenis o realizar tareas de jardinería. En cuanto a las intensas, se incluyen correr, nadar, cavar de forma continua o jugar al tenis single.
«Nuestro estudio indica que no es necesario empezar a correr maratones después de un evento cardiovascular para ver beneficios. Pasar menos tiempo sentado y moverse o dormir un poco más puede marcar una gran diferencia», alentó Keith Diaz, profesor asociado de Medicina del Comportamiento en el Centro Médico de la Universidad de Columbia, fisiólogo del ejercicio certificado, miembro de la AHA y autor principal del estudio.
«Más actividad física y dormir más son más saludables que estar sentado -insistió-, por lo que esperamos que estos hallazgos ayuden a los profesionales de la salud a adoptar un enfoque más holístico, flexible e individualizado para la actividad física en pacientes después de un infarto o dolor torácico.»
Según Bethany Barone Gibbs, profesora y jefa del departamento de epidemiología y bioestadística de la Facultad de Salud Pública de la Universidad de Virginia Occidental y ex presidenta del Comité de Actividad Física de la AHA, esta investigación respalda aún más la estrategia de «sentarse menos, moverse más».
«Algo importante para los pacientes con dificultades para realizar ejercicios intensos: el estudio demostró que aumentar en 30 minutos diarios las actividades de baja intensidad también se asocia con una fuerte reducción del riesgo de un nuevo evento cardíaco», explicó.
Es que el estudio mostró que sustituir el tiempo sedentario por actividades de intensidad baja, como ordenar la casa o caminar a paso lento, fue casi tan beneficioso como las actividades físicas de intensidad moderada a vigorosa.
«Estos hallazgos sugieren que pasar menos tiempo sentado y hacer cualquier otra cosa, como dar un paseo, cocinar, jugar con el perro o cuidar el jardín, ayudará a mantenerse más sano», concluyó.
El sueño también importa
Pero no solo cambiarlo por actividad reportó beneficios: reemplazar el tiempo inactivo por 30 minutos de sueño redujo el riesgo en un 14%.
«Nos sorprendió que reemplazar el tiempo sedentario con sueño también redujera el riesgo. Dormir es un hábito reparador que ayuda al cuerpo y la mente a recuperarse, lo cual es especialmente importante después de un evento de salud grave como un infarto», dijo Diaz.
Ocho esenciales
La actividad física y el sueño son componentes clave de los 8 factores esenciales para la vida de la AHA , una lista de hábitos y factores saludables que contribuyen a una salud cardiovascular óptima.
Dormir mal es un factor de riesgo conocido de enfermedades cardiovasculares, que se cobran más vidas cada año en EE. UU. que todos los tipos de cáncer y enfermedades crónicas de las vías respiratorias inferiores juntas, según la Actualización Estadística de 2025 de la Asociación Americana del Corazón .
Además de la duración, una declaración reciente de la AHA destacó la importancia de la continuidad, el horario, la satisfacción, la regularidad, el funcionamiento diurno y la arquitectura del sueño para la salud cardiometabólica.
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