Considerando la importancia que la idea de la existencia de proscripción adquiere en estos días y probablemente en el futuro inmediato, motivado por la lectura del artículo de Lorenzo Pepe “Cuando quisieron matar a Perón con un bombardeo en la Rosada” y el de Fabian Bosoer “Las claves de Perón”, publicados en Clarín, comparto algunas reflexiones.
El bombardeo de la Plaza de Mayo el 16 de junio de 1955 y la proscripción del peronismo durante los 17 años que van desde 1955 a 1973, la violencia de las organizaciones armadas de izquierda, peronistas y de ultraderecha, así como lo peor y más grave de todo, el terrorismo de Estado, han sido de las mayores tragedias argentinas del siglo pasado.
Procurando ver las cosas desde el lugar del otro (para mí el peronismo es un «otro» del que reconociendo importantes aportes a la distribución del ingreso y la inclusión social, soy profundamente crítico), por respeto y consideración a los millones de compatriotas que se sienten identificados con él, hago el ejercicio de ubicarme allí buscando entender.
No sólo los seguidores y simpatizantes del peronismo deben haber sentido el bombardeo a la Plaza de Mayo como un horror. Seguramente millones de argentinos, inclusive opositores, lo deben haber percibido como un acto de barbarie sin precedentes. Ni siquiera en las brutales acciones de federales y unitarios en sus luchas del siglo XIX se asesinó en un solo instante a tantos civiles inocentes.
Un gobierno elegido por el pueblo era desplazado por un golpe militar con fuerte apoyo civil y de los partidos opositores; un decreto disolvía el partido peronista y otro lo proscribía. Todos los caminos y vías democráticas de difusión de ideas y participación en la disputa por el poder se cerraron para los peronistas. La proscripción excedió a la persona de Juan Domingo Perón.
El decreto de la proscripción prohibía “la utilización, con fines de afirmación ideológica peronista, efectuada públicamente, o propaganda peronista, por cualquier persona, ya se trate de individuos aislados o grupos de individuos, asociaciones, sindicatos, partidos políticos, sociedades, personas jurídicas públicas o privadas de las imágenes, símbolos, signos, expresiones significativas, doctrinas, artículos y obras artísticas, que pretendan tal carácter o pudieran ser tenidas por alguien como tales pertenecientes o empleados por los individuos representativos u organismos del peronismo. «peronista», » justicialismo», «justicialista», «tercera posición», la abreviatura PP, las fechas exaltadas por el régimen depuesto, las composiciones musicales «Marcha de los Muchachos Peronista» y «Evita Capitana» o fragmentos de las mismas, y los discursos del presidente depuesto o su esposa o fragmentos de los mismos. Se considerará especialmente violatoria de esta disposición la utilización de la fotografía retrato o escultura de los funcionarios peronistas o sus parientes, el escudo y la bandera peronista, el nombre propio del presidente depuesto el de sus parientes, las expresiones «peronismo»”.
Sancionaba a cualquier persona que los utilizara con una condena de 30 días a 6 años de prisión, multas e inhabilitación absoluta para desempeñarse como funcionario público o dirigente político o gremial. En caso de que se exhibiera algo de esto en comercios eran pasibles de una clausura por 15 días y en caso de reincidencia, clausura definitiva.
Esta proscripción generalizada, cercenaba no sólo la posibilidad de elegir y ser elegido, sino también la libertad de expresión y difusión de las ideas, garantizados por la Constitución Nacional.
La resistencia peronista surgió entonces, espontánea y naturalmente, basada en el derecho a la resistencia a la opresión y el desconocimiento de un orden expulsivo. Fue eso, la puesta en práctica de un derecho cercenado y el procurar la organización para recuperarlo.
Tengo para mí que esto quedó grabado en el ADN del peronismo y lo ha llevado en el tiempo a la confusión cuando pierden una elección.
Cada vez que esto ha sucedido, se instala fuerte la idea de que no es por una decisión popular sino una manipulación de los poderes concentrados y los medios de comunicación, pretendiendo depreciar la legitimidad de quien les ha ganado .
Lo que fue tragedia entonces impregnando de violencia a la vida política en la Argentina, hoy apunta a presentarse como farsa, el intento de cubrir con la denuncia de proscripción una condena por delitos comprobados y condenados por la Justicia.
La opinión pública no necesita del rigor de los tribunales para hacerse un criterio. Seguramente bastan los bolsos revoleados en un convento, el conteo de los fajos de dólares frente a las cámaras, las valijas con dólares decomisadas, los millones de dólares encontrados en las cajas de seguridad de la familia, los contratos de vialidad, los inmuebles comprados por los secretarios privados, los hoteles construidos en terrenos públicos comprados a precios ridículos, sobre los que se construyen hoteles que cobraban por habitaciones no usadas a contratistas de obra pública, y muchísimas cosas más, refuerzan la idea de que se está frente a una condena por delitos prescriptos en el Código penal, en el marco de una enorme trama de corrupción y no a una campaña persecutoria por las ideas progresistas.
Algunas manifestaciones de dirigentes políticos sosteniendo que la condena y prisión de Cristina Fernandez de Kirchner son el fin de la democracia, los destrozos en los estudios de TN por parte de militantes, algunos de los cuales, han tenido o tienen responsabilidades importantes de gobierno y la convocatoria a un estado de movilización permanente que incluye cortes de calles y rutas, hasta la toma de un par de colegios y alguna facultad, son indicios en ese sentido
Hoy no hay proscripción en la argentina, la condena penal por administración fraudulenta a la vicepresidenta con su accesoria inhabilitación para el ejercicio de cargos públicos, no es de ninguna manera una proscripción a la condenada.
Por sobre todo, no es una proscripción al peronismo, ni una reacción contra políticas supuestamente populares, como, sin fundamento alguno, se pregona.
El intento de instalar la idea de que existe proscripción debe ser claramente cuestionado y puesto en debate por la política, sobre todo porque hay sectores de la dirigencia kirchnerista que al desarrollar la idea de que hay proscripción empiezan a señalar que las elecciones supuestamente viciadas no son el camino y hasta se ha puesto sobre la mesa de discusión de posibles alternativas el retirar al peronismo de todas las contiendas electorales, en lo que más que un “brain storming”, pareciera un cerebro atormentado.
Sabemos lo que significa en la política argentina cuando se unen las ideas de peronismo radicalizado y el desconocimiento de la vía electoral.
No hay nada más lejos de la resistencia peronista llevada adelante por hombres y mujeres determinados en una convicción, movilizados en defensa de un derecho contra una injusticia, que la situación hoy existente de una ex presidente condenada a prisión y varios de sus funcionarios ya cumpliendo condenas por delitos contra la administración.
Cuando se excluye y se impide la participación, la dinámica no es de adversario, es de enemigo y la disputa política va adquiriendo el carácter de enfrentamiento, de batalla, en la que todos los caminos son válidos. Es por eso que bajo ninguna circunstancia debe aceptarse que se está hoy en un caso así.
La Argentina tiene enormes desafíos por delante, la pobreza, la inflación, la inseguridad, el ahogo de los sectores productivos, la normalidad institucional, el imperio de la ley y el estado de derecho, la erradicación de la corrupción y la impunidad, la independencia del poder judicial, la ejemplaridad de la política, la austeridad y el equilibrio en el gasto público son solo algunos de los desafíos de la época.
Debemos hacer nuestra contribución para encararlos y superarlos. Para eso es importante que llamemos a las cosas por el nombre que tienen. Cuando hay una condena por administración fraudulenta, la pena es la prisión y tiene como accesoria la inhabilitación para el ejercicio de cargos públicos, eso no se llama proscripción.
Los tiempos han cambiado, ninguno de los de entonces, somos los mismos. Contribuyamos a que no haya confusiones que puedan dar lugar a hechos lamentables.
Quien cumple una detención no es un proscripto. No se necesita ni ser legislador por la tercera sección electoral de la provincia de Buenos Aires ni funcionario de ningún gobierno para ejercer un liderazgo político. Sarmiento y Alberdi desde el exilio, Gramsci desde la cárcel, Perón exiliado en Puerta de Hierro; más cerca de nuestros tiempos, Lula en Brasil, son entre muchos otros casos, demostración de que si hay liderazgo, se puede ejercer, eso sí, tiene que haber con qué.
Sobre la firma
Facundo Suárez Lastra
Diputado Nacional (UCR). Ex intendente de la ciudad de Buenos Aires
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