Y un día, Capote calló. Fue por un caso que ni el escritor que popularizó el true crime pudo tolerar.
Este año, el Houston Chronicle publicó un artículo acerca de unos manuscritos del periodista de un libro que nunca llegó a publicar.
“P: ¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
R: La crueldad deliberada. La crueldad porque sí, verbal o física. El asesinato. La pena capital. Los que maltratan a los niños. Los que torturan a los animales”.
Eso dice Capote en “Autorretrato”, un capítulo de su libro autobiográfico «Los perros ladran» recientemente editado en español por Anagrama.
¿Será que abandonó sus «Diarios de Houston” porque el asesino que los protagonizaba llenaba casi todos los casilleros mencionados antes?
En 1974, el autor de “A sangre fría” viajó a Houston para investigar sobre un asesino en serie que había vivido allí. Creía que el caso podría explicar por qué tantos estadounidenses parecían perdidos.
El Washington Post le había adelantado 100.000 dólares para que hiciera un nuevo hit como «A sangre fría», pero con la historia de los 28 asesinatos propiciados por Dean “Candyman” Corll y sus cómplices.
El escritor estadounidense Truman Capote posando para una fotografía. Foto: EFE
“¿Cómo era posible que esta gente gregaria que vivía en sus casas de paredes delgadas, tan juntas, no se enterara de los gritos, los disparos, el tráfico de cadáveres en el número 2020?”, escribió Capote a lápiz en una hoja de sus manuscritos.
Lo hizo después de visitar la casa del asesino -un hogar común y corriente, verde y de prolijo jardín en la calle Lamar al 2020- y sorprenderse por la banalidad del entorno. Según Lise Olsen, la reportera del Houston Chronicle que leyó los manuscritos en la Biblioteca Pública de Nueva York, ese fue uno de los motivos que lo ahuyentó del caso.
¿Cómo podía ser que un hombre torturara y asesinara a decenas de niños, guardara sus cadáveres en su casa y nadie se diera cuenta?
“Apenas cinco meses antes se habían producido las escenas finales del mayor asesinato en masa de la historia moderna de Estados Unidos” y el agente de Pasadena “no conocía la dirección”, escribió Capote, resignado.
Un manuscrito de «Desayuno en Tiffany’s», novela que publicó en 1958. Foto: AP
Según Olsen, la descripción de la casa de Corll es la única entrada que se conserva de los diarios.
Capote, ese hombre que había escrito sobre innumerables criminales e incluso se había ganado la simpatía de algunos, tras asistir a una audiencia para el cómplice de Corll, Elmer Wayne Henley Jr., hizo un mamarracho en su cuaderno y dijo “Ya vi esto antes”.
Así fue cómo emprendió viaje nuevamente California, guardó los manuscritos en un placard y se dispuso a vivir el resto de su vida.
Sobre la firma
Nicolás Mancini
Redactor de la sección Internacional [email protected]
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