El centro de Atlanta combina el espíritu olímpico que dejaron los Juegos de 1996, un acuario que se jacta de ser el segundo más grande del planeta y el «museo» de Coca Cola, donde los turistas pagan 25 dólares para ver un comercial, probar gaseosas de todo el mundo y seguir comprando productos de la marca, fundada aquí mismo hace 133 años.
A horas del partido entre el Inter Miami de Lionel Messi y el Porto, por la segunda fecha del Grupo A del Mundial de Clubes, en el midtown ni se enteraron de la propuesta que la FIFA de Infantino llevó a Estados Unidos porque no se ven camisetas de fútbol: son todas de béisbol, el deporte más tradicional en esta extensa y multicultural geografía.
Hay de los Atlanta Braves, el equipo local, uno de los dos más antiguos entre todos los deportes yanquis (el otro son los Chicago Cubs, ambos fundados en 1872) y hay de los New York Mets, otra histórica franquicia de la MLB que carga con el estigma de ser muy perdedora en comparación con sus vecinos, los Yankees.
Acá en la capital de Georgia se respira deporte porque también están los Falcons en la NFL, que son locales en el imponente Mercedes Benz Stadium, donde también juega el United en la MLS. Y justo enfrente de esa nave espacial monstruosa y bella está el State Farm Arena, donde juegan los Hawks de la NBA y que tiene una estatua dedicada al exbasquetbolista Dominique Wilkins y otra al exboxeador Evander Holyfield, nacido en Alabama pero criado en Atlanta. Todo eso está concentrado en la zona céntrica, donde también se ven los estragos del fentanilo.
Para ver béisbol hay que irse al área metropolitana, unos 15 kilómetoros al norte hasta el estadio Truist Park, su casa desde 2017 y con capacidad para 41 mil personas. Está enclavado en un barrio que parece Disney, con callecitas y locales, bares con pantallas gigantes, escenarios con música en vivo y mucha mesa en la vereda, con jarras de cerveza, papa fritas y hamburguesas. Armar todo ese despliegue arquitectónico implicó una inversión de mil millones de dólares, que se recupera cada noche de partido.
El banco Truist, Coca Cola, la línea aérea Delta y The Home Depot, imperios económicos nacidos en la zona, son algunos de los spónsors y cuentan con sus VIPs en los sectores más exclusivas, además de las mejores ubicaciones en las gradas, por ejemplo detrás de la caja de bateo.
Noche de béisbol en los ojos de Clarín: Atlanta Braves vs New York Mets.
Son las 19:30 del martes y los Braves y los Mets juegan el primero de los tres partidos programados en días consecutivos, modalidad que tiene la MLB para armar su temporada regular de 162 encuentros en cinco meses. El ingreso a la cancha es a través de una aplicación, un ticket que se carga en la billetera digital del celular y que es intransferible. Las más baratas estaban a 50 dólares y se conseguían porque el local lleva récord negativo.
Puede ser raro el béisbol a los ojos de un futbolero. La tensión en la previa está puesta en los locales de merchandising, todos con aire acondionado y explotados de gente: hay mil cosas pero todo gira alrededor de las gorritas (desde 30 dólares), las pelotas de colección (40 dólares) y las camisetas, que con el nombre personalizado llegan a costar 200 dólares.
Los precios de las camisetas de los Braves, con sus diferentes formatos.
El otro barullo está en los mostradores de comida rápida, con hot dogs, hamburguesas y burritos, que salen en combos a 40 y 50 dólares. ¿Y el partido? Llueve, hay rain delay y una lona tapa el campo de juego, pero no se respira ansiedad ni prisa.
De repente las pantallas avisan que arranca y hay que ir a la butaca, que al igual que en los cines tiene el agujerito para apoyar el vaso, en este caso de beer. El primer lanzamiento lo auspicia una marca, en una rutina de chivos que se repetirá durante las dos horas y media que durará la historia, un poco menos que la última Misión Imposible de Tom Cruise.
Atención. El cartel avisa que puede venir volando un bate o una pelota.
Parecía una misión imposible aguantar un partido de béisbol, ¿no sería demasiado aburrido? Pero el secreto de este deporte no sólo es la acción jugada por jugada sino también todo lo que va en el medio. El que lo mira por TV quizá no lo comprenda. Por ejemplo, cuando un jugador rival sale a batear, la música hace algún guiño con su nombre y hay que encontrar la conexión. Así, al venezolano Francisco Hernández, de los Mets, lo reciben con San Francisco, la balada folk de Scott McKenzie. Pavadas que suman.
Después, la interacción con la pantalla gigante y los tableros es constante: hay kiss cam, otra que busca parecidos, una en la que el chiste es mostrar los bíceps en forma ruda y una con karaoke en la que pasan un tema famoso y hay que mover los labios cantando.
Ronald Acuña Jr., el favorito de los fanáticos de los Braves. Foto: AP Photo/Brynn Anderson.
También hay porristas y una mascota, llamada Blooper, que es como una figura pública porque va a eventos y se saca selfies aunque mida más de dos metros. Llegó a ese puesto en 2018 para suceder a la anterior, que llevaba tres décadas, y recién fue aceptada en 2021, cuando la franquicia ganó su cuarta y última Serie Mundial. Sï, el béisbol es un deporte muy cabulero, en eso nos parecemos.
Los Mets ganaban fácil 4-1 pero la gente de Atlanta igual se ríe. Hay un grupito de infiltrados con camiseta de los Braves que gritan por los neoyorquinos. No es por temor (acá todos están mezclados) sino porque están usando los asientos de un amigo con ELA y es su manera de devolverle el gesto. Pero gritan por los Mets.
Ozzie Albies, de los Braves, deja out a Pete Alonso, de los Mets. Foto: Brett Davis – Imagn Images.
A uno de ellos no le gustó nada que le digan que estaban haciendo un buen partido porque cambió la cara. ¿Cómo se dirá «anulo mufa» en inglés? Y efectivamente tenía razón el hombre porque los Braves empataron el partido llevando la definición al «alargue», las extra innings después de las nueve entradas.
Suenan los organitos como si fuera un capítulo de Los Simpsons pero en este punto dramático se oye la canción de Star Wars, y en la pantalla de 20×36 metros se ve al bateador mirando a cámara con cara de malo y su «bat» está convertido en un sable de luz. Se tiene que convertir en héroe.
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Se equivoca el catcher, confirmando el karma de los Mets, y los Braves ganan 5-4. La fiesta sigue en los bares de afuera. En el camino de salida, la propuesta fue preguntarles a los hinchas por figuras del deporte argentino y algunos no sabían de la existencia de Messi o Maradona. Cosas de Atlanta, la ciudad que este viernes recibe al Inter Miami en el Mundial de Clubes.