Misiones
En el Instituto Superior Politécnico Misiones N° 1
Susana, abanderada de enfermería a los 58 años y una vocación sin límites
En el Día de la Bandera, Susana, estudiante de Enfermería del Instituto Superior Politécnico Misiones N° 1, fue elegida abandonada con un promedio ejemplar de 9,61. Tiene 58 años y una historia marcada por el compromiso con el cuidado de los demás. Su designación no sólo reconoce su excelencia académica, sino también una vida dedicada a acompañar, escuchar y sostener a quienes más lo necesitan en su comunidad.
“Nadie debería decirte que no podés hacer algo por la edad o porque naciste en tal año”, afirmó.
Hace tres años una amiga de Susana Kirchheim le comentó que comenzaría a estudiar la carrera en el Instituto Terciario de Itaembé Guazú; Fue entonces cuando se dijo “esta es mi oportunidad”. Allí comenzó una trayectoria impecable que la llevó a ser elegida abandonada de la primera promoción de Técnico Superior en Enfermería.
«Cuando me llegó el mensaje de una compañera para inscribirme, fue genial. Trabajo realizando servicios de comida y se me complicaban los horarios para hacerlo en otras instituciones. Acá me dieron todas las herramientas. Nunca me dijeron que no por la edad», contó Susana, que llegó a la carrera tras dejar otras formaciones previas.
Lejos de rendirse ante las dificultades tecnológicas, familiares o personales, encontró apoyo en sus compañeros más jóvenes y en docentes que la trataron con paciencia y respeto.
«Los chicos me enseñaron todo, nunca me hicieron sentir menos. Y los profesores tienen una calidad humana increíble», sostuvo.
A lo largo de los años, además de formar una familia y criar a sus cinco hijos muchos de ellos ya profesionales, Susana había comenzado a estudiar medicina, pero debía abandonar la carrera, aunque no dejó de acompañar a quienes padecían algún tipo de dolencia, «me gusta estar donde la comunidad lo necesita. Acompaña a varios vecinos que debieron atravesar distintos tratamientos, con cuidados diarios y asistencias».
Segunda abandonada de la familia
Susana no se esperaba ser elegida portadora de la insignia nacional. Aunque se preparaba con responsabilidad para cada materia, nunca estudió con la intención de destacarse ni de competir por un reconocimiento.
“Siempre digo, y se van a reír, que la nota es un accidente”, cuenta entre risas. Para ella, lo importante era aprender, superarse a sí misma, más que alcanzar un promedio perfecto. «A veces uno va a rendir y justo ese día está de mal humor, desconectado, qué sé yo… y las cosas no salen bien. Eso también les enseño a mis hijos: que no siempre va a ir todo perfecto, que puede haber materias difíciles, momentos duros. Pero lo importante es seguir».

La emoción por haber sido elegida abandonada la tomó por sorpresa. «Ahora entiendo lo que sentía mi hija, que también fue abandonada en la secundaria, ese nudo en el estómago, los nervios. Antes pensaba que era exagerado. Pero no. Es una emoción muy fuerte», admitió con una sonrisa que mezcla orgullo y humildad.
No es tarde si el deseo sigue vivo
“Yo siempre estudié para aprender”, es el lema de Susana y hoy, con el título en el horizonte, proyecta un futuro en el que pueda seguir cerca de su comunidad, trabajando con personas mayores, acompañando desde la escucha y la presencia.
A quienes dudan, a quienes sienten que ya es tarde o que la vida les pasó por delante, Susana a pedido de El Territorio, los invita a que “no dejen pasar la oportunidad de estudiar”.
Al principio del cursado ella dudaba sobre qué haría una vez obtenido el título. “Le decía a la profesora: no sé, ¿qué voy a hacer con esto si ya soy grande? No voy a poder trabajar acá o allá…”.
Pero esa conversación le cambió la mirada. Su docente le propuso no pensar en los límites, sino en las posibilidades. «Me dijo: pensá qué querés hacer vos, no lo que te van a dejar hacer. Y tenía razón».
Fue entonces cuando Susana redescubrió su propósito: seguir conectada con su comunidad, especialmente con los adultos mayores, a quienes conoce y con quienes ya tiene un vínculo profundo.
«Me encanta tratar con ellos, conocer sus historias, acompañarlos. Y ahora, con un título, voy a poder hacer muchas cosas que sin formación no se pueden ni se deben hacer».
Así, con los pies firmes en su comunidad y la vocación intacta, Susana proyecta un futuro en el que pueda seguir cuidando, escuchando y acompañando. Como desde siempre, pero ahora con herramientas nuevas y con un reconocimiento que emociona: el de haber demostrado que nunca es tarde para empezar de nuevo.
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