En paralelo a las disputas entre los gobiernos nacional, porteño y bonaerense por quién se hace cargo de los subsidios al transporte en el AMBA, el grupo Dota avanza en su proceso de concentración en el negocio de los colectivos.
La abeja que identifica a los colectivos controlados por el grupo acaba de picar a nuevos competidores. Por un lado, la empresa que lidera la familia Faija acaba de concretar la compra del 60% de El Puente SAT, una histórica sociedad de componentes que opera cuatro líneas de colectivos porteñas: 32, 75, 128 y 175 (que unen la ciudad de Buenos Aires con Lanús). Y por otro, también aceleró las negociaciones para cerrar la adquisición de Automotores La Favorita, una tradicional carrocera (las empresas que fabrican la carrocería de los colectivos, es decir, la estructura del vehículo que va montada sobre un chasis).
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Los movimientos se dan en un contexto marcado por los problemas que enfrentan las empresas de transporte -cuyo principal fuente de ingreso ya no es el boleto, sino los subsidios- y un recambio generacional que no llegó al sector. “Los hijos de los colectiveros que fundaron las líneas no continuaron en el rubro. En muchos casos se hicieron profesionales y no quieren saber nada con subirse a manejar la unidad. Eso también explica el avance de los grupos más grandes”, explicó un empresario del sector.
El Puente SAT estaba en una situación comprometida y sus socios –una decena de componentes, varios de ellos de tercera generación– decidieron desprenderse de la mayoría de sus acciones. Desde Dota aseguran que el ingreso apunta a modernizar la flota y ordenar la operación. “Estamos sacando colectivos nuevos a la calle y garantizamos que no se toca ninguna fuente de trabajo”, señalaron. La compra incluye a la división de turismo, Turismo El Puente, que cuenta con una flota propia de colectivos y minibuses.
En paralelo, el grupo Dota aceleró las negociaciones para quedarse con la carrocera La Favorita, fundada en 1978 por los hermanos Rómbola y con planta en el barrio porteño de Pompeya, a dos cuadras de la histórica fábrica de Coca-Cola. Se trata de una firma emblemática del transporte urbano que supo producir algunos de los modelos más reconocibles de los últimos 40 años. Hoy estaba golpeada por la caída de la demanda y la concentración en pocas manos del negocio de las carrocerías, incluyendo a la propia Dota, que es dueña de TodoBus.
El nuevo mapa de los bondis
El mapa actual del transporte de colectivos muestra la consolidación de una tendencia: mientras muchas empresas familiares se diluyen, Dota avanza y hoy ya controla oficialmente a 68 líneas porteñas -muchas de las cuales están identificadas con una abeja gigante, en el costado de los unidades- y una flota de unos 4000 colectivos, aunque en el mercado aseguran que su holding es más amplio y ya reúne a más de un centenar de empresas de transporte. Sus negocios incluyen a la concesionaria MegaCar (representante exclusiva del grupo brasileño Agrale en la Argentina), que acaba de quedarse con el contrato para la provisión de colectivos eléctricos para las dos líneas de “Trambús” porteño.
El grupo Dota nació con la operación de la línea 208 (que después pasó a ser la 28) y de ahí viene su nombre (Dota responde a las siglas Doscientos Ocho Transporte Automotor). La firma surgió como una típica sociedad de componentes, es decir grupos de choferes que se unían para fundar una línea, poniendo cada uno su colectivo. En la década de ‘90, ya bajo la forma de una sociedad anónima, la empresa comenzó un proceso de expansión que la llevó a convertirse en el principal operador de colectivos urbanos del país.
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Hoy, el grupo está controlado por una decena de socios, liderados por Rubén Faija, Luis Rodríguez y Marcelo Pasciuto, que fueron quedándose con gran parte de sus competidores, incluyendo jugadores emblemáticos com Monsa (la dueña de la 60) o Teniente General Roca, la sociedad que operaba las líneas 21 y 108 y que tenía como uno de sus accionistas originales a José Milei, el padre del presidente Javier Milei.
El modelo de Dota de negocios combina escala, gestión centralizada, uso intensivo de subsidios y acuerdos sindicales, ya que la mayoría de sus trabajadores están afiliados a la Unión de Conductores de la República Argentina (URCA), surgida como una escisión de la UTA que lidera Roberto Fernández.