Una tenue garúa cae en Camp Mystic, una zona de campamentos devastada el viernes por la súbita crecida del río Guadalupe, en el centro-sur de Texas. Tras sortear escombros, Michael llega hasta una cabaña invadida por el lodazal: «Mi hija estaba aquí».
La casa de paredes de piedra luce intacta por fuera, pero tiene los vidrios reventados aparentemente por la fuerza con la que el agua entró tras las intensas lluvias y la crecida del río, que en algunos sectores de esta región de Estados Unidos llegó a cubrir árboles.
Casi más cerca del afluente, una construcción de madera mucho más grande, donde funcionaba el comedor, tiene arrancada de cuajo una de sus paredes. En el suelo están regados los platos descartables, botellas de jarabe para wafles y frascos de salsa Cholula, comunes en las mesas de los texanos.
Michael -de 40 años y quien pide no revelar su apellido- vive en Austin, y envió a su hija a este campamento cristiano de veraneo en Texas.
La mañana del viernes recibió un mensaje diciendo que su hija de 8 años estaba en el grupo de 27 niñas que no habían sido localizadas después de la potente crecida que golpeó la zona esa madrugada.
Lo que dejó el paso del agua por Mystic Camp, de donde desaparecieron 27 chicas. Foto AP
Las autoridades han contabilizado más de 30 víctimas, mientras buscan a las niñas que estaban acampando y que desaparecieron tras la crecida. Cientos han sido evacuados.
Un campamento centenario con 750 jóvenes
Michael lleva botas altas, un balde y tenazas para cortar metal. Se seca las lágrimas con el cuello de su camiseta e ingresa al local donde su niña estuvo durmiendo cuando ocurrió la tragedia.
Un cartel de Camp Mystic, cerca de la entrada del campamento del que desaparecieron 27 chicas. Foto AP
Reconoce una toalla con su nombre. También levanta un juguete de peluche, un brazalete, una foto familiar y un bolso de la amiga que dormía junto a su hija y que, dice, ya fue declarada fallecida.
Camp Mystic fue creado en 1926 por «Doc» Stewart, profesor de la Universidad de Texas. Lo rodean cipreses, robles y nogales. Cientos de chicas y adolescentes llegan en la temporada de primavera y verano para «desarrollar cualidades personales y autoestima excepcionales», indican las autoridades del lugar.
Este año estuvo abierto en tres períodos: entre el 30 de mayo y el 26 de junio; del 29 de junio al 26 de julio; y del 29 de julio al 10 de agosto.
En la madrugada del 4 de julio en Camp Mystic dormían unas 750 menores, aparentemente la mayoría consiguió evacuar el lugar a tiempo, pero lo que cree Michael es que el agua golpeó directamente en las cabañas donde dormían las niñas de 8 y 9 años.
Restos de ropa cerca del río Guadalupe y de Camp Mystic. Foto AP
«Ellas estaban en estas dos cabañas», dice ahora el padre y señala una que tiene amontonadas en la puerta colchones, osos de peluche, maletas, baúles para guardar ropa. El agua de la inundación ya descendió y deja ver el caos.
A lo largo del río todo es devastación
Los árboles están derrumbados y decenas de autos aparecen volcados o destruidos por la fiereza del agua. En medio de los escombros, equipos de rescate a pie, en camionetas o en helicópteros y drones peinan la zona en busca de sobrevivientes o víctimas.
Una camioneta casi volcada por el agua, cerca de Camp Mystic. Foto AP
El agua del afluente llegó a entrar varios metros dentro de la ciudad de Kent, e incluso rompió cercas de casas y dañó inmuebles. Un puesto de combustible desapareció. Los daños llegaron hasta la ciudad vecina de Kerrville, donde el río subió hasta casi 10 metros de alto y aterrorizó a los vecinos.
«Hay un dicho aquí que dice que hay una inundación cada cien años. Nosotros la tuvimos. Nunca habíamos visto algo así y ojalá no lo volvamos a ver», comenta Gerardo Martínez, de 61 años, dueño de un restaurante en Kerrville y que observa el río desde un mirador.
«Le decía a mi esposa: ‘Vemos estas cosas en la tele’. No te imaginás que pasen tan cerca, sobre todo en tu ciudad. Verlo parece irreal», sostiene por su parte David Amorr, de 35 años, un vecino de Kerrville que llegó hasta la zona de la ribera del río que era usada como paseo peatonal y ciclovía, ahora cubierta por barro.
Las autoridades siguen buscando a las chicas desaparcidas en Camp Mystic. Foto AP
«Solo podemos pensar en que también tenemos a nuestras dos hijas. Podrían haber estado allí, en los campamentos, desaparecidas. Así que nos solidarizamos con esas familias», agrega Amorr.
Mientras, en Camp Mystic, Michael hace una pausa, respira profundo y continúa inspeccionando los alrededores. «Espero un milagro, absolutamente».
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Moises AvilaBio completa
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