En un episodio que sacudió el tradicional césped de Wimbledon, la letona Jeļena Ostapenko se convirtió en protagonista de una auténtica rebelión de calzones. Durante un partido de dobles junto a Hsieh Su-wei, una intervención del juez de silla sorprendió: “¿Están tus pantalones conformes al código blanco?”, preguntó aparentemente sobre el verde oscuro que ocultaba su falda. Ostapenko, visiblemente molesta, alzó la falda y mostró con decisión que llevaba puestas las bermudas permitidas por la actualización del reglamento.
Ostapenko nació el 8 de junio de 1997 en Riga. Campeona de Roland Garros 2017 y US Open dobles 2024, alcanzó el Nº 5 del mundo en singles y Nº 4 en dobles. Con 9 títulos WTA en singles y 11 en dobles, se destaca por su estilo agresivo y potente. Y también por su rebeldía…
Ostapenko le muestra sus calzones verdes al juez.
¿Qué dice el reglamento y desde cuándo?
La tradición pesa. Se trata del primer torneo de tenis del mundo, que data desde 1877, y que no sabía en su origen que sería considerado con el paso del tiempo como el primer Grand Slam.
Desde 1963, el All England Club oficializó que la indumentaria debe ser “predominantemente blanca” con “trims” de no más de 1 cm. En 1995 se endurecieron los controles: ahora debía ser “casi enteramente blanca” para jugadores, entrenamientos y test de práctica.
En 2023, sin embargo, un cambio clave: se permitió a las jugadoras usar “solid, mid/dark-coloured undershorts” («shorts interiores lisos de color medio u oscuro») siempre que no sobresalgan de la falda o short. Esta modificación, impulsada por Billie Jean King y Judy Murray, busca dejar atrás la carga emocional que supone jugar durante el período menstrual.
El trasfondo histórico de una regla que parece anticuada
La tradición del blanco se remonta al Victorianismo (1877), cuando el blanco ocultaba manchas de sudor y simbolizaba refinamiento. Hubo, igualmente, episodios explosivos en la historia de la moda en Wimbledon.
En 1949, Suzanne Lenglen revolucionó con una vestimenta más deportiva, provocando un gran escándalo. En 1985, Gussie Moran fue noticia por lucir encaje en su ropa interior, diseñado por Ted Tinling, y terminó censurada. En 2007, Tatiana Golovin generó controversia por llevar shorts rojos; debate que dividió opiniones antes de resolverse.
Entre los hombres, tampoco Roger Federer (fue “llamado al orden” por la suela naranja de sus zapatillas en 2013) ni Andre Agassi (boicoteó Wimbledon por los límites) ni Nick Kyrgios (se enfrentó a multas por su gorra roja) quedaron fuera de la historia del dress‑code.
La reacción de Ostapenko y una duda que vuelve a ponerse sobre la mesa
Ostapenko no se quedó callada. Al levantar la falda para mostrar sus shorts verdes —legalmente permitidos según la norma—, hizo visible el tironeo entre tradición y evolución. El cruce fue breve, pero contundente: la letona y su compañera avanzaron en el torneo mientras el episodio generaba debate.
Así las cosas, volvió a hacerse visible el gran dilema: ¿puede Wimbledon mantener su aura sin traicionar a sus protagonistas? La batalla por el blanco perfecto se tiñe de tonos femeninos, modernos y rebeldes. A esta altura del partido, no se trata solo de moda; se trata de cómo los grandes torneos se adaptan (o resisten) a las necesidades del siglo XXI.
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