Pocas historias están tan unidas como las de Liberia, país en el oeste de África, y los Estados Unidos. Lazos con más de un siglo de tradición que perduran a pesar de la inmensidad del Océano Atlántico que separan a ambas tierras, y también a pesar de la ignorancia de la que hizo gala Donald Trump, presidente de los Estados Unidos, en las últimas horas, cuando recibió a su par de Liberia, George Weah: el norteamericano le consultó dónde había aprendido a hablar «de forma tan hermosa» el idioma inglés. El dato que Trump desconocía era que el inglés es el idioma oficial de Liberia.
Todo comenzó, aunque se trate de Liberia, en los Estados Unidos. En 1816 se creó en el Hotel Davis del Washington D. C. la Sociedad Americana de Colonización (ACS, en inglés). Los fines de tal compañía estaban en el fomento de la repatriación de esclavos emancipados y de su descendencia, localizados fundamentalmente en el sur del territorio estadounidense, donde la producción algodonera recaía, casi exclusivamente, en mano de obra de personas de color.
Tan sólo seis años después de su formación, la ACS marcó un punto en el oeste de África como el lugar en el que debían comenzar a emigrar los esclavos africanos, afroamericanos y afrodescendientes que dejarían el Sur Profundo de los Estados Unidos. En julio de 1847, esos emigrados conformaron la República de Liberia, la más antigua del África subsahariana, y su capital se llamaría desde entonces Monrovia, en honor al presidente norteamericano James Monroe. Durante años, en África se referían a los liberianos como «americanos».
Sin embargo, dos siglos más tarde, este miércoles Joseph Nyama Boakai, actual presidente de Liberia, viajó a Washington junto con otros cuatro líderes de países del oeste africano, todos francófonos (Bassirou Diomaye Faye, Senegal; Umaro Sissoco Embaló, Guinea Bisáu; Mohamed Ould Ghazouani, Mauritania; Brice Oligui Nguema, Gabón).
Donald Trump junto con Boakai (Liberia) y otros cuatro presidentes africanos. Foto Reuters/Kevin Lamarque.
Mientras Boakai dialogaba con los asistentes y con el propio Trump, al estadounidense le llamó la atención un detalle de su interlocutor: «Gracias, ¡y qué buen inglés! ¿Dónde aprendiste a hablar de esta forma tan hermosa?».
«¿Dónde estudiaste? ¿En Liberia?», continuó inquiriendo Trump a Boakai. La situación se dio en medio de un encuentro en el que se trataban cuestiones de importancia para todos los estados: la explotación de minerales del África subsahariana y el Golfo de Guinea, que los Estados Unidos observan con interés y que los africanos cuidan con cada vez más recelo.
«Sí, señor», respondió Boakai, educado en su país, donde el inglés es el idioma oficial. Estudió en la Universidad de Liberia, una de las más antiguas del continente y en Sierra Leona, otro país vecino que habla inglés, y luego en la Universidad Estatal de Kansas, en el centro de los Estados Unidos.
Todo lo cual no aplacó la perplejidad de Trump al respecto, que avanzó, sardónico: «Pero es muy interesante. Es un inglés hermoso. Hay personas en esta mesa que no hablan ni de cerca tan bien».
BPO