La cuestión de la corrupción cruza tantas situaciones, pueblos y continentes. Es una llaga que se podría decir que existe desde que “el mundo es mundo”. Hay una realidad que bien expresa la sabiduría judía con el salmo 13: “Dice el necio en su interior: ‘¡No existe Dios!’ Corrompidos están, da asco su conducta, no hay quien haga el bien.”
En una zona de África, en el Kivu, región fronteriza de la República Democrática del Congo con el Ruanda, el nivel de corrupción ha sido siempre alto, en razón de las enormes riquezas naturales que contiene. Esta situación, que por algunas similitudes se acerca a la nuestra, ha siempre impulsado apetitos predatorios y permanente codicia.
Este contexto se ha deteriorado últimamente con el estallido de enfrentamientos internos y con el vecino Ruanda. Sobre todo el Kivu es objeto de conflictos y guerras que parecen no tener fin. Allí, en la ciudad de Goma, nació Floribert Bwana Chui, recientemente beatificado por el papa León XIV y anteriormente declarado mártir “en odio a la fe” por el Papa Francisco.
La historia de este joven, asesinado el 8 de Julio del 2007, es emblemática de cómo una fuerza interior, empapada por una fe que vivifica una humanidad abierta e inteligente, puede resistir a la violencia de la corrupción. Florbert había crecido en la espiritualidad de la Comunidad de Sant’Egidio: amor por el Evangelio, por los pobres y por la búsqueda de la paz.
De hecho, el encuentro con los pobres, que allí son los numerosos niños de la calle, ha sido decisivo para su vida. En el rostro de estos niños marginados por todos, él descubre el Rostro de Jesús sufriente. Se fortalece una amistad entre el joven de clase media y estos niños; a algunos Floribert les paga los estudios.
Es un joven que sueña a lo grande, que no “balconea” en la vida, como diría Papa Francisco, sino que tiene un corazón limpio, que sueña la paz, también para su país devastado. Floribert sabe incluso que la paz es posible, sobre todo al haber conocido la historia de los acuerdo de paz en Mozambique, con la mediación de la misma Comunidad de Sant’Egidio.
En 2005 Floribert gana un concurso en Kinshasa como gerente aduanero, pero a pesar de los riesgos que podía correr, decide desarrollar esta función en su ciudad de Goma. Allí la corrupción es pan diario y el joven dirigente se muestra resistente a la mentalidad corriente del “no te metas”, “siempre se hizo así”, “se gana mucho si se hace la vista gorda”.
Floribert rechaza esta lógica mafiosa y manda quemar una partida de alimentos en mal estado que habría podido provocar la muerte de los más pobres, como sus amigos de la calle. Mientras intentan sobornarlo con fuertes sumas de dinero, Floribert no cede y resiste con la “débil” fuerza evangélica. El 7 de julio lo secuestran, lo torturan y la noche entre el 7 y 8 de julio del 2007, lo asesinan.
La violencia de la corrupción parece haber prevalecido, pero Floribert ha ofrecido su vida para que su pueblo, sus niños, no murieran. Hoy Floribert es un modelo no solo para las nuevas generaciones congoleñas y africanas, sino también para todos los jóvenes que no quieren ceder a la dictadura del dinero y puedan soñar una convivencia pacífica donde el valor y la dignidad de la persona humana nunca llegue a ser mercancía de intercambio.
Marco Gallo es Director de la Cátedra Pontificia de la UCA y miembro de la Comunidad de Sant’Egidio..
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