Después de días de acomodarse a su nuevo hábitat, Kenya mantuvo el viernes un emotivo encuentro con Pupy, otra elefanta con pasado en la Argentina y que había llegado recientemente al santuario de Mato Grosso, en Brasil. El cara a cara ocurrió el viernes, con una cerca de por medio y después de varios días de preparativos. Eso sí, hubo que recurrir a un segundo intento para pedirle tranquilidad a Kenya, que en el primer acercamiento intimidó a su nueva compañera.
El camino hasta este instante no fue sencillo. Kenya partió de Mendoza el 4 de julio, después de siete años de un meticuloso adiestramiento basado en el método de condicionamiento operante con refuerzo positivo, diseñado para que afrontara el traslado con el mínimo estrés posible.
Su partida fue un «acto de humanidad», según Ignacio Haudet, director de Biodiversidad y Ecoparque de Mendoza. Acompañada por un equipo de expertos, incluyendo a Scott Blais, fundador del santuario, la veterinaria Trish London y el entrenador Marcos Flores, la elefanta llegó visiblemente agotada al santuario, un oasis en el Mato Grosso habilitado desde 2018 y con certificación de excelencia de la Global Federation of Animal Sanctuaries.
En el santuario la esperaba Pupy, la última elefanta del Ecoparque de la Ciudad de Buenos Aires, que llegó a Brasil a mediados de abril.
Los primeros días de Kenya en el Mato Grosso fueron de vital descanso y aclimatación a su nuevo hogar, con recintos naturales que varían entre 40 y 400 hectáreas, antes de la tan esperada presentación.
El encuentro de Kenya y Pupy en el santuario de elefantes en el Mato Grosso.
La curiosidad se hizo sentir de inmediato entre las dos damas africanas. Ambas ya habían mostrado interés mutuo cuando Kenya estaba aún en el granero. Pupy, de hecho, parecía especialmente intrigada cuando su nueva compañera se mostraba más dócil.
La mañana elegida para el gran momento fue cuando ambas parecían de humor apacible. Kenia en el patio 1, Pupy en el patio 2, separadas solo por una valla común que pronto sería el punto de unión. El interés fue instantáneo en ambas partes, pero sus formas de expresarlo resultaron diferentes.
Kenya, con su característica «gran energía», se hizo sentir desde el primer momento. Pupy, por su parte, llegó a la reunión con una confianza propia.
La interacción inicial mostró a Kenya ejerciendo un leve dominio, lo que pareció intimidar sutilmente a Pupy. La reacción de Pupy fue alejarse, y un minuto después, Kenia «retumbó». Esa es su forma de comunicarse.
Un segundo intento para las elefantas Kenya y Pupy en el Mato Grosso
En ese instante crucial, Scott, el fundador del santuario, le transmitió a Kenya la importancia de una aproximación más suave si quería tener una interacción fluida con otro elefante. Kenya parecía desear la conexión con Pupy, pero no parecía entender completamente cómo lograrlo aún.
Llegó el segundo intento de interacción. Kenya adoptó un comportamiento más sumiso, realizando sus característicos «golpes» y «estallidos» con la trompa, típicos de los elefantes africanos. Pupy, aunque se movió unos pasos, se detuvo y se volvió hacia Kenya.
Kenya, enérgica, intimidó a Pupy en el primer intento de encuentro entre ambas en el Mato Grosso.
Los expertos del Global Sanctuary for Elephants explicaron que las presentaciones entre elefantes africanos suelen ser más «emocionales» y «demostrativas» que las de sus pares asiáticos. Mientras los asiáticos pueden encontrarse e intercambiar toques suaves, los africanos tienden a la «lucha libre con la trompa», el «entrenamiento» o incluso «empujones de cabeza». El trabajo del santuario en este punto es fomentar esta relación, asegurando al mismo tiempo «espacios seguros» para ambos ejemplares.
A Pupy se le alentó a ser «valiente», mientras que a Kenya se le pidió abrazar el «lado más suave» de su personalidad. Durante un tiempo, ambas se observaron mutuamente, mirándose fijamente y permaneciendo relativamente cerca.
Pupy, en su llegada al santuario de elefantes en abril pasado. Foto Reuters
El balance final de este primer encuentro es positivo, destacaron desde el Santuario. Nadie se quedó en un lugar asustado o sumiso, ni tampoco se mostró excesivamente dominante.
No están «hiperenfocadas» la una en la otra, lo que es un buen lugar para que estén emocionalmente. Y a diferencia de una primera vez en la que Kenya se puso «realmente vocal y tonta», esta vez Pupy no huyó al otro extremo del hábitat, sino que se mantuvo a una corta distancia.
En el santuario, Pupy está aprendiendo la capacidad de «elegir su propia aventura», y eso incluye tomar sus propias decisiones sobre dónde estar, cuándo y con quién. La relación entre Kenya y Pupy dependerá de sus propias decisiones sobre si quieren una relación y cómo se desarrolla esa línea de tiempo, pero estos primeros momentos son cruciales para que ambas comprendan que sus decisiones importan.
El futuro dirá cómo se consolida este vínculo, pero el primer paso hacia una vida en manada, libre de la soledad del cautiverio, ya ha sido dado con éxito.
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