Evaluar con precisión el impacto de los hábitos en la salud no es tarea sencilla. Por lo general, tendemos a distorsionar la realidad cuando se nos pregunta qué tan bien comemos o cuánto nos movemos a la semana, y eso, inevitablemente, sesga la información obtenida por autorreporte.
Por eso, la evidencia científica más fiable es la que surge de estudios clínicos en los que los participantes se dividen en dos o más grupos al azar (aleatorizados), que prueban diferentes intervenciones (o ninguna y funcionan como control) y, al finalizar la investigación, se comparan los resultados obtenidos en cada uno.
Eso es precisamente lo que hicieron los autores de un trabajo publicado en The New England Journal of Medicine, quienes se propusieron medir la efectividad del ejercicio físico como parte del tratamiento del cáncer de colon.
Un cáncer muy frecuente
El cáncer colorrectal es el tercer tumor más común a nivel mundial y la segunda causa principal de muerte por cáncer. En Argentina, se ubica en el segundo puesto tanto en incidencia (casi 16 mil casos nuevos al año) como en mortalidad (7200 fallecimientos), de acuerdo a cifras del Instituto Nacional del Cáncer de 2022, las últimas disponibles.
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El tratamiento estándar del cáncer colorrectal incluye cirugía y quimioterapia adyuvante.
“Sin embargo, entre el 20 y el 40 % de los pacientes sufren recurrencias (N. de la R.: es decir, el cáncer vuelve), y los efectos secundarios del tratamiento deterioran su calidad de vida, por lo que se necesitan nuevas intervenciones que mejoren ambos aspectos», justificaron los investigadores del CHALLENGE (Colon Health And Life-Long Exercise ChaNGE), el primer ensayo clínico a gran escala en evaluar si un programa de actividad física puede mejorar la supervivencia en personas con cáncer de colon.
Realizado entre 2009 y 2024 en 55 centros de seis países (principalmente de Australia, Canadá y Reino Unido), participaron 889 pacientes con cáncer de colon resecado (en estadio II y III de alto riesgo), que habían completado la quimioterapia. La mitad fueron asignados a un programa de ejercicio estructurado y supervisado y el resto a recibir únicamente materiales de educación para la salud (con consejos de alimentación y actividad física) durante un período de tres años.
Al cabo de un seguimiento medio de alrededor de ocho años, la supervivencia libre de enfermedad fue significativamente más prolongada en el grupo de ejercicio que en el de educación para la salud. El ejercicio estructurado redujo el riesgo de recurrencia del cáncer en un 28% y el riesgo de muerte en un 37%.
De la recomendación a la prescripción
Los resultados fueron contundentes, a tal punto que fue uno de los estudios más comentados en la Reunión Anual de la Sociedad Americana de Oncología Clínica (ASCO).
«Nuestros hallazgos cambiarán la forma en que tratamos el cáncer de colon«, se congratuló la médica oncóloga Janette Vardy, copresidenta internacional del estudio e investigadora principal de la Facultad de Medicina de la Universidad de Sídney (USYD), Australia, en un comunicado difundido por la institución.
Christopher Booth, oncólogo médico del Centro de Ciencias de la Salud de Kingston y profesor de Oncología en la Universidad de Queens (Canadá), que colideró el estudio, comentó que como oncólogos, una de las preguntas más frecuentes de los pacientes es qué más pueden hacer para mejorar sus resultados.
«El ensayo CHALLENGE —dijo— les ofrece una respuesta: un programa de ejercicios después de la cirugía y la quimioterapia reduce el riesgo de cáncer recurrente o nuevo y mejora la supervivencia, permitiéndoles vivir más y mejor.»
Mientras que Kerry Courneya, coautor y profesor y titular de la Cátedra de Investigación en Actividad Física y Cáncer en la Universidad de Alberta, consideró que la investigación demuestra que el ejercicio ya no es solo una intervención para mejorar la calidad de vida, sino que «es un tratamiento para el cáncer de colon que debe estar disponible para todos los pacientes«.
«La evidencia es clara, movernos importa, y mucho«, sostuvo Fabio Nachman, jefe del Servicio de Gastroenterología del Hospital Universitario Fundación Favaloro. Los resultados de la investigación -de la que no formó parte- demuestran que «el ejercicio no solo es calidad de vida, es parte del tratamiento», aunque resaltó que «no hay que caer en extremos: reduce el riesgo, pero no garantiza inmortalidad ni reemplaza el tratamiento farmacológico«.
En un video compartido a través de sus redes, los gastroenterólogos endoscopistas Lisandro Pereyra (Hospital Alemán) y Leandro Steinberg (Fundación Favaloro) -que tampoco participaron del trabajo- se expresaron en el mismo sentido. Según ellos, la investigación marca «un antes y un después».
Los creadores de la herramienta digital Chequeatucolon —que permite autoevaluar hábitos y ofrece recomendaciones para bajar el riesgo de desarrollar cáncer de colon— enfatizaron que «la actividad física ya no solo es importante para la prevención, forma parte del tratamiento. Y uno que puede cambiar una vida».
Cuánto y qué tipo de ejercicio se recomienda
Después del diagnóstico y el tratamiento, muchas personas con cáncer de colon reducen su actividad física y la mayoría no vuelve a los niveles de ejercicio previos.
El dato alentador es que no es necesario internarse en el gimnasio para ver resultados, solo cumplir con las recomendaciones de las guías de actividad física actuales. Es decir, hacer 150 minutos de ejercicio moderado o 75 minutos de ejercicio vigoroso por semana. Alcanza con una caminata de media hora a 40 minutos a paso ligero casi todos los días, por ejemplo.
«La edad promedio de los pacientes con cáncer de colon es de 68 años. Nos centramos en quienes aún no cumplían con los niveles de ejercicio recomendados, por lo que queríamos asegurarnos de brindarles la mejor oportunidad de cambiar sus hábitos», dijo Haryana Dhillon, investigadora principal de la Facultad de Psicología de la USYD.
«Al conocer el tipo de ejercicio aeróbico que prefería cada paciente, pudimos ofrecerle un plan de ejercicio personalizado que no solo fuera efectivo, sino también agradable y sostenible», sumó.
Efecto antiinflamatorio y protector
Algunos factores de riesgo de cáncer colorrectal incluyen la edad, los antecedentes familiares, el síndrome del intestino irritable, la inactividad, la obesidad, comer en exceso, el consumo de alcohol y la carne procesada. El ejercicio puede reducir el impacto de algunos de estos factores, enumeraron Dhillon y Vardy en un artículo.
«El ejercicio puede ayudar a inclinar la balanza a favor de un entorno antitumoral«, explicaron.
Las células grasas abdominales profundas que rodean el colon liberan sustancias que pueden promover el crecimiento de células cancerosas. El ejercicio reduce los efectos negativos de esas células. Cuando los músculos se contraen, se liberan cientos de sustancias antiinflamatorias (mioquinas) que inundan el cuerpo. Por lo tanto, la combinación de los efectos antiinflamatorios del ejercicio muscular y la reducción de la inflamación causada por la grasa abdominal podría explicar por qué la actividad física parece tener un efecto protector.»
¿Por qué le fue mejor al grupo que hizo ejercicio?, se preguntó Nicolás Ciafardini, kinesiólogo, fisiatra, osteópata y profesor de educación física. «Probablemente porque está demostrado que la actividad física mejora el sistema inmune, es un potente antiinflamatorio, un gran regulador hormonal que puede influir en el crecimiento del tumor», respondió en el video junto a Pereyra y Steinberg.
Beneficios que trascienden al cáncer de colon
Un artículo de revisión general de metaanálisis de ensayos controlados aleatorizados publicado en abril en British Journal of Sports Medicine ya había proporcionado una visión completa del impacto del ejercicio (aeróbico, de resistencia y mente-cuerpo, como el yoga) en la salud de personas con diversos tipos de cáncer (mama, digestivo, hematológicos, pulmón y próstata, entre otros).
Tras evaluar unos 80 artículos, los autores concluyeron que la evidencia de certeza moderada a alta muestra que el ejercicio «mitiga significativamente» los eventos adversos asociados con el cáncer y sus tratamientos (como la toxicidad cardíaca, los síntomas de neuropatía periférica inducidos por la quimioterapia, el deterioro cognitivo y la disnea), modula también la composición corporal, mejora la calidad del sueño, el bienestar psicológico, el funcionamiento fisiológico y la interacción social; en síntesis: mejora la calidad de vida en general.
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Florencia Cunzolo
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