Durante el invierno los estoicos aprovechan para llenar plazas y calles para demostrar que el frío no duele o que se puede superar ese dolor, porque “solo está en la imaginación”. Mientras algunos se envuelven bien en la frazada, hacen cucharita con su pareja, la almohada o la mascota, los estoicos salen bien temprano, y el humo que emerge de las narices los hace parecer locomotoras.
¿Abundan los estoicos en Argentina? Sí, acá la figura de mandíbulas trabadas con una especie de disgusto en la comisura de los labios, o sea, con pinta de Billy the kid, te sale hasta en la sopa.
Lo bueno de los estoicos es que aligeran el sistema de salud: como se las pasan preocupados por estar siempre en movimiento suelen enfermarse poco y apenas consumen pastillas. La parte mala es que su existencia es como un reproche a los que somos dados a otras cuestiones.
La cantidad de estoicos en una sociedad no debe superar la de los sibaritas. Debe estar en el justo medio. Pero la gente que sale a correr con frío no deja de tener su lado inspirador. Dan ganas de sentarse en un banco con mate, galletitas y la bufanda amarrada al estilo francés y allí, con las piernas cruzadas, ver cuántos estoicos se atreven a desafiar el frío. Ellos ni nos miran, pasan con los audífonos al máximo concentrados en mantener su estilizado paso porque para un estoico corredor mantener una bella zancada lo es todo.
También está el estoico calisténico: ese llega con ropas muy anchas y capucha y rápido como ardilla neurasténica se sube a las barras y uno los ve hacer fondos y dominadas como si no hubiera un mañana.
Me caen bien los estoicos, aunque no suelen tener ese aire satisfecho, contento de la vida que suele caracterizar al hedonista. Es que eso de vivir contando calorías y cantidad de flexiones amarga un poco, pero bueno, son felices así y es una manera de entender la vida como un desafío y no está del todo mal si de vez en cuando se permiten lo que acá se llama un “permitido”.
“Permitido” es un término que casi siempre se utiliza en Argentina dándole una connotación sexual, pero que en el caso estoico más bien pasa por el estómago.
Para algunos el permitido es un vinito los sábados antes del partido, para otros una cerveza mientras están viendo una serie y para otros más son ravioles con bastante tuco, o un dulce de membrillo con queso, o sea un vigilante que vigile su desaliento estoico.
Me pregunto si vale la pena una vida tan vigilada. Creo que sí, si es lo que te gusta. Es como tantas cosas, cada cual tiene sus preferencias, siempre que no molesten a los demás, ni sean intolerantes, ni discriminen. Además, el estoicismo tiene su parte democrática: en jogging todos somos más o menos iguales, ricos y pobres, negros y blancos, hombres y mujeres. Muchas veces ellas demuestran ser más fuertes, corren a la orilla del río, concentradas como amazonas del Río de la Plata.
Sobre la firma
Marcial Gala
Marcial Gala, escritor, su último sueño consistió en que era un senador que apoyaba a Zelensky. En Cuba ha sido Premio Alejo Carpentier, Nacional de la Crítica y de Cienfuegos en cuento y en poesía. En Argentina premio, Ñ Ciudad de Buenos Aires y en Estados Unidos estuvo entre los finalistas del Pen Club América. Aquí publicó cinco novelas: “Sentada en su verde limón”, traducida al italiano, “Rocanrol”, “La catedral de los negros”, al inglés, francés, alemán y árabe, “Llámenme Casandra”, al inglés, francés, italiano, portugués y polaco y, la última, “La máquina de ser feliz”.
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