Tuvalu, una pequeña nación insular del Pacífico, vive un drama que anticipa el futuro de muchos territorios vulnerables al cambio climático: su territorio se hunde, y su población huye. Esta semana, Australia concedió los primeros visados para refugiados climáticos a 280 ciudadanos tuvaluanos, como parte de un histórico tratado de asistencia firmado entre ambos países.
La entrega de visas fue confirmada por el Alto Comisionado de Australia en Tuvalu, quien celebró el anuncio en redes sociales. «Ya se realizó el sorteo y se notificó a los seleccionados», exclamó en Facebook.
Según las autoridades australianas, más del 78% de la población de Tuvalu -unos 8.750 de sus 11.200 habitantes- se anotaron para participar en el sorteo, que les permitiría emigrar a Australia con permisos para vivir, trabajar y estudiar.
«Debido a la cantidad limitada de visados, no todos los solicitantes pueden obtener uno. Es normal sentirse decepcionado si no resulta seleccionado. Pero no se preocupe, la votación se repetirá el próximo año y en los años siguientes», señaló el organismo australiano, en un mensaje que refleja la desesperación de un pueblo que siente que ya no tiene futuro en sus islas.
Los visados forman parte de un tratado bilateral que entró en vigor en agosto de 2024. Cuando lo anunció, el primer ministro australiano, Anthony Albanese, explicó que Tuvalu es «extremadamente vulnerable al impacto del cambio climático, especialmente por el incremento del nivel del mar».
El archipiélago de Tuvalu, en el Pacífico / AFP
Tuvalu está conformado por tres islas coralinas y seis atolones, cuyo punto más alto no supera los cinco metros sobre el nivel del mar. Se estima que, si el calentamiento global no se revierte, el país podría quedar completamente sumergido antes de fin de siglo.
Las consecuencias ya se sienten: pérdida de tierras costeras, cultivos arruinados por la salinización, viviendas inundadas y escasez de agua potable. Los habitantes viven con la amenaza constante de que un próximo temporal o una crecida los obligue a abandonar todo.
Tuvalu se convirtió así en uno de los primeros países en enfrentar un proceso de migración masiva por razones climáticas, un fenómeno que se espera que se multiplique en las próximas décadas. El visado especial australiano marca un antecedente clave en el debate sobre los refugiados climáticos, que hasta ahora no tienen reconocimiento legal en muchos países.
Tuvalu está conformado por tres islas coralinas y seis atolones, cuyo punto más alto no supera los cinco metros sobre el nivel del mar. Foto: Shutterstock
El grito desesperado de Tuvalu en la ONU
A pesar del riesgo inminente de quedar completamente bajo el agua por el avance del cambio climático, el gobierno de Tuvalu reafirmó en la ONU que no está dispuesto a abandonar su territorio.
«Tenemos que ser capaces de seguir existiendo como país. Dejar nuestras islas no es una opción. Creemos que esta tierra nos la entregó Dios y tenemos la intención de quedarnos”, declaró el primer ministro Feleti Teo durante la Cumbre sobre los Océanos celebrada en Niza, Francia, el 12 de junio pasado.
El mandatario pidió a la comunidad internacional que acelere la liberación de fondos de adaptación climática, ante la lentitud de los mecanismos financieros actuales. Como ejemplo, mencionó que su país tardó varios años en conseguir una primera financiación de 40 millones de dólares para iniciar obras de elevación en la isla principal, donde se encuentra la capital.
El costo estimado para poder mitigar los efectos del cambio climático ronda los 400 millones de dólares. «Nos frustra la lentitud con la que se desembolsan los recursos», lamentó Teo.
Tuvalu, con una población cercana a los 11.000 habitantes y una superficie total de apenas 26 km², podría sufrir inundaciones recurrentes del 20% de su territorio ya en 2050, incluso en los escenarios más optimistas de calentamiento global.
A pesar de haber firmado un tratado con Australia en 2024, que permite a sus ciudadanos vivir, estudiar y trabajar en ese país, el gobierno insiste en que su intención es resistir y formar jóvenes que regresen a reconstruir su nación. «Queremos que nos escuchen, aunque seamos pequeños y no tengamos poder de presión. Tenemos que seguir presionando», sostuvo el primer ministro.
Con información de EFE
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