En el Nuevo Testamento, Jesucristo dice: «La vida de una persona no consiste en la abundancia de sus bienes» (Lucas 12:15). Es decir que el verdadero significado de la vida radica en la fe, las relaciones humanas y la caridad. En las Cartas de Pablo, la avaricia aparece como “la raíz de todos los males”.
Sin embargo, desde una perspectiva económica, la avaricia ha sido vista como un motor del crecimiento y también como una fuente de desigualdad. Algunos economistas argumentan que este deseo impulsa la innovación y la competencia, elementos esenciales para el desarrollo.
Pero la avaricia también puede llevar a la concentración desproporcionada de recursos en manos de unos pocos. Este doble filo de la avaricia plantea un desafío en la búsqueda de un equilibrio entre el crecimiento económico y la equidad social.
Más allá de la fe, de la moral y de la economía conductual, la avaricia tiene sus orígenes en aspectos físicos y psicológicos que conviene conocer.
Avaricia es el afán desmedido de poseer riquezas material, poder o influencias. Foto: Shutterstock.
Características psicológicas que definen a las personas avaras
Vale recordar que la avaricia se define como el afán desmedido de poseer riquezas y bienes materiales. “Este deseo insaciable de acumulación no solo se limita a lo material, sino que también puede extenderse a otras áreas como el poder y la influencia”, explica un artículo de la revista Muy Interesante.
Investigaciones de neurocientíficos hallaron que la avaricia está relacionada con los sistemas de recompensa del cerebro. El artículo explica que “este comportamiento puede ser un motor poderoso que impulsa decisiones económicas y sociales. Pero también se reconoce que este afán desmedido puede tener consecuencias negativas a nivel individual y social, como la generación de tensiones colectivas”.
“En el campo de la neurociencia, se ha arrojado luz sobre los mecanismos cerebrales de la avaricia. Investigaciones con resonancia magnética funcional muestran que el núcleo accumbens, parte del cerebro asociada con el placer y la recompensa, se activa durante situaciones que implican ganancias financieras”, añade la revista.
La hormona dopamina refuerza el comportamiento avaricioso, y crea un deseo constante de acumular más. Estas dinámicas explican por qué las personas pueden tomar decisiones extremas, un aspecto común en los ejemplos de avaricia observados en varios estudios.
Acumular riqueza incluso descuidando las relaciones personales. Foto: Shutterstock.
¿Qué ocurre a nivel personal? La avaricia puede tener consecuencias perjudiciales para la salud mental y el bienestar porque la búsqueda constante más riqueza puede llevar al estrés y la ansiedad. Este es un deseo insaciable, que nunca estará satisfecho, desde la perspectiva de la persona. “La avaricia, al centrarse en lo material, puede desviar la atención de aspectos más significativos de la vida, como las relaciones personales y la realización personal”, dice Muy Interesante.
Otro problema es que varios estudios en psicología han demostrado que las personas avaras tienden a justificar comportamientos deshonestos y poco éticos. Este fenómeno se conoce como «racionalización moral», donde los individuos encuentran formas de justificar sus acciones para alinear su comportamiento con sus deseos.
Los psicólogos han identificado que este impulso insaciable de acumulación puede estar relacionado con la necesidad de seguridad y control, ya que la acumulación de bienes se percibe como una forma de protegerse contra la incertidumbre.
La avaricia también puede estar influenciada por factores culturales y sociales, que promueven la idea de que el éxito y la felicidad están vinculados a la riqueza material. “Esta percepción puede llevar a las personas a priorizar la acumulación de bienes sobre otros aspectos de la vida, como las relaciones personales y el bienestar emocional. La psicología sugiere que este enfoque puede ser contraproducente, ya que la búsqueda insaciable de más puede llevar a la insatisfacción”.