Era 1962. María Elena Walsh se estaba duchando cuando empezó a sonar en su cabeza la melodía de Manuelita. Y poco tiempo después le bastó un rato mirando la tortuga de la mamá deSusana Rinaldi para crear el personaje y la poesía que se convirtieron casi en un mantra para generaciones de argentinos.
Aún frente al scrolleo y los reels que hipnotizan, somos muchos los que siempre tenemos ganas de volver a saber de Manuelita, su partida desde Pehuajó hacia París para embellecerse y su regreso más arrugada que cuando se fue y transformada interiormente. Ilusionada todavía (con el tortugo, que la espera), aunque más segura de quién es y de lo que quiere. Otras formas de la belleza.
La propuestas para homenajear a María Elena Walsh en el Palacio Libertad, ex CCK, entre ellas, la muestra inmersiva sobre Manuelita, sumadas a las reediciones -de toda la obra de María Elena, por Alfaguara– son nuevas pruebas irrefutables de que el interés y disfrute no ceden.
Islas de felicidad
¿Razones? María Elena Walsh decía que quería muchísimo a Manuelita por la ternura, la paciencia y la sencillez.
Tapa. Nueva edición.
Los especialistas hablan de la maestría de María Elena Walsh para jugar con las historias, las palabras, los sonidos y los significados (¡doña disparate!) y para componer textos y canciones que son experiencias inolvidables. Islas de felicidad.
Manuelita es valiente. Se anima a buscar lo que desea. Decide que el pago le queda chico y que el mundo es una lechuga, y parte con su equipaje de ilusiones y miedos y su caparazón, que es armadura y emblema.
María Elena. Fundación Walsh Facio.
La tortuga será lenta pero llega. Y en el camino pasa casi todo: rompe con lo establecido, se arriesga a lo desconocido, persigue la ilusión de ganarle al tiempo con tanta parsimonia a cuestas.
¿Quién no sintió alguna vez la necesidad de irse para encontrarse y volver?
Igual (parafraseando a Heráclito) nadie puede bañarse dos veces en el mismo océano.
La certeza en el espejo
Así que Manuelita se parece a un espejo en el que no solo vemos a una tortuga coqueta y aventurera sino también, un reflejo de nuestras ganas de cambiar y retornar a ese Pehuajó que llevamos dentro, con un traje de malaquita gastado y la certeza de que la audacia vale la pena.
Canto (con mi hija y sola) Canción para bañar a la luna, Marcha de Osías (“quiero tiempo pero tiempo no apurado/ tiempo de jugar que es el mejor”), El twist del Mono Liso (“con frenesí/ de repente dice el mono/ ahí está detrás del trono/ la naranja que perdí”), Canción para títeres (me caigo, me caigo/ me voy a caer/ sino me levantan/ me levantaré) y Baguala de Juan Poquito, entre otras bellezas de María Elena Walsh
Manuelita, la tortugaUn poquito caminando y otro poquitito, a pie.