La biblioteca y el archivo de Beatriz Sarlo, cuya sucesión ha abierto judicialmente tensiones entre candidatos a ser herederos, ya está ubicada en el CeDInCI (Centro de Documentación e Investigación de la Cultura de Izquierdas), según la última voluntad en vida de la intelectual fallecida en diciembre del año último.
A través de un comunicado de ese organismo, que conduce Horacio Tarcus, el CeDInCI informó hoy que tanto la biblioteca como el archivo documental se encuentran “en proceso de ordenamiento y catalogación”.
De inmediato agradece al grupo de amigos y colegas más cercano a Beatriz Sarlo –Adriana Amante, Adrián Gorelik, David Oubiña, Sylvia Saítta, Ada Solari, Eduardo Stupía y Hugo Vezzetti— la confianza depositada en ese Centro “como depositario de este acervo documental de enorme valor cultural”.
La voluntad de Sarlo
El grupo cumplió la voluntad de Sarlo cuando la intelectual ya se encontraba mal de salud y tomó la decisión de que todo fuera trasladado al lugar que ella había decidido. Hizo expresa esa voluntad, según el comunicado, en “reiteradas ocasiones”.
La biblioteca contiene unos 4000 volúmenes (la mayor parte de ellos, obras de literatura argentina y crítica cultural latinoamericana) y el fondo de archivo personal contiene cartas, fotos, versiones preliminares de sus libros, recortes periodísticos, entrevistas y fichas de investigación.
Beatriz Sarlo delante de una de sus bibliotecas. Foto: Jorge Noro, gentileza.
Consultado Adrián Gorelik sobre cuáles eran los libros más destacados de la biblioteca de la ensayista, así como lo más relevante de su archivo personal, el intelectual dijo que “el resguardo de la biblioteca y el archivo de Beatriz era una de nuestras principales preocupaciones. Tenía todo en su oficina que, como era chica, tenía también una biblioteca relativamente chica”.
Agregó que cuando ya Sarlo estaba en estado más grave e internada reiteró que el CeDInCI alojara su legado. “Todo el año pasado estuvo convencida que era el lugar donde quería que sus libros y sus papeles estuvieran. Le propusimos hacerlo con un escribano pero no quiso saber nada. Quizá tuvo que ver con que ella no aceptaba la idea de morir”, expresó su amigo Gorelik.
Le preguntamos al ensayista cuáles son los tesoros más destacados de la biblioteca personal de Sarlo y nos dijo que “además de los libros de teoría, los de literatura argentina están muy anotados. Son una fuente muy valiosa para los investigadores, porque permite observar como organizaba y procesaba el material. En algunas páginas dejó escritas diferentes hipótesis”. La mano de Beatriz Sarlo dejó impresa sus argumentaciones en ediciones de Roland Barthes, de Raymond Williams o de Walter Benjamin, por ejemplo.
Pero hay también libros dedicados y autografiados por nombres destacadísimos del canon literario argentino. Un dato que marca la coherencia de Beatriz Sarlo entre lo que postulaba y cómo vivía es que no era una bibliófila que coleccionaba primeras ediciones.
Borges, Saer, Cortázar
“Por ejemplo –agrega Gorelik– los libros de Borges, Saer, Cortázar, e incluso las publicaciones de Victoria Ocampo son libros anotados. Eso tiene mucho valor.”
En el archivo de Sarlo se alojan tanto la correspondencia que recibía y guardó, como sus libretas y sus fichas de investigación. En sus libretas hay datos curiosos, por ejemplo, anotaciones de conciertos a los que asistía o de viajes que hacía.
Beatriz Sarlo delante de una de sus bibliotecas. Foto: Jorge Noro, gentileza.
Otro dato curioso y muy interesante que reafirmar la autenticidad de Sarlo como una intelectual coherente es que no trabajaba con primeras ediciones, sino con fotocopias. Nos lo cuenta Gorelik: “En su biblioteca no tiene incunables y si trabajaba con primeras ediciones, eran fotocopias. Por ejemplo, con libros de Borges trabajaba de esa manera”. La ensayista no andaba por las librerías antiguas comprando ediciones raras ni primeras que cotizan a valores más altos que una novedad literaria de mercado, porque como dice Gorelik “no tenía recursos disponibles” para invertir en ello.
Sí hay también, entre los 4000 volúmenes, numerosos libros de sus contemporáneos, que están dedicados y firmados; con esos ejemplares también trabajó.
“Alojar este legado –expresó el CeDInCI en su documento– es un honor así como una enorme responsabilidad, por lo cual nuestro centro está procurando reunir—en tiempos tan adversos para la cultura— los recursos materiales (módulos de biblioteca, cajas de archivo libres de ácido, etc.) y humanos (un/a catalogador/a, un/a archivista, dos asistentes) imprescindibles para catalogarlo con el máximo profesionalismo y la mayor celeridad posible, con vistas a su futura apertura a la consulta pública”.
Mientras vivió Beatriz Sarlo tuvo, como cualquier persona, la libre disponibilidad y administración de sus bienes. Es esperable que, quien resulte finalmente declarado heredero por la justicia, respete la última voluntad en vida de la intelectual.
En su juicio sucesorio pujan por el lugar de “heredero único” el encargado del edificio donde la ensayista vivió, Melanio Alberto Meza López; el exmarido de quien se había separado de hecho hace 50 años, Alberto Sato; y su prima hermana Ernestina Susana del Río.
El estudio de Beatriz Sarlo. Foto: Ariel Grinberg.
Esta última, a estar por la situación de los dos anteriores, es la que menos prueba tiene que aportar para justificar el vínculo, pues el árbol genealógico se configura solo con partidas de nacimiento y fallecimiento registradas en el Renaper.