Editorial : lamisiondigital.com
Los paros docentes se convirtieron en una postal repetida en Argentina cada inicio de clases o tras el receso invernal, sin importar quién gobierne. El reclamo de fondo —un salario digno que recupere el poder adquisitivo frente a la inflación y una mayor inversión en educación— es legítimo, pero el método, con el paso de los años, parece haberse agotado.
A pesar de las reiteradas huelgas, lo que permanece inalterable es que el alumnado sigue siendo la variable de ajuste. Año tras año, millones de estudiantes pierden días valiosos de clases en un sistema que ya arrastra desigualdades y carencias. La situación actual evidencia que es hora de replantear las estrategias de protesta y abrir un debate serio sobre la educación, sus prioridades y sus verdaderos protagonistas: los alumnos.
Además, parte del malestar social radica en que muchos sindicatos docentes han perdido credibilidad y legitimidad, ya sea por manejos poco claros o internas que priorizan disputas políticas antes que soluciones reales para las escuelas y sus comunidades. Esto debilita la representatividad de los reclamos y deja a los docentes de base y a los estudiantes atrapados en un conflicto sin salida clara.
Mientras tanto, generaciones de niños y jóvenes ven pasar su educación entre paros y promesas incumplidas. ¿Cuándo llegará el día en que la discusión educativa ponga en el centro a quienes más la necesitan? La deuda, sin dudas, sigue siendo con ellos.