Oriundo de Cuba, emigró a la Argentina y tuvo una infancia sana en el barrio de Flores.
Tras muchos años de esfuerzo personal, logró completar las carreras de Medicina y de Psicoanálisis, profesión esta última a la que se dedica hasta hoy en día.
A sus 97 años, sintió ganas de juntarse con gente de su edad, para lo que armó un grupo. Sin esperarlo, se volvió viral en las redes sociales, y es inspiración a nivel mundial. En diálogo con Clarín, contó los detalles de la historia.
De Cuba a Argentina: una infancia movida
Alberto Chab nació en Cuba, específicamente en Camagüey, en julio de 1927. Su familia gozaba de un buen pasar, por lo que no sufrió grandes complicaciones durante los primeros años de vida.
Sin embargo, cuando tenía apenas cinco años, una contaminación en el agua potable azotó a la ciudad, causando la muerte de varios habitantes, entre ellos dos de sus hermanos, por disentería, una enfermedad mortal para la época. Ante esto, el padre de los Chab, junto a su esposa e hijos, decidió escapar de la isla, en principio con destino a Argentina.
Oriundo de Cuba, Alberto Chab llegó a la Argentina para escapar de la disentería. Foto: Cortesía de Alberto Chab
Con desesperación, se subieron al primer barco que les abrió las puertas, sin imaginar lo que les sucedería. Pronto, la navegación tomó camino hacia el sur, pero se desvió hacia Panamá, y entonces la familia entendió que no se dirigía hacia la tierra del mate.
«No sé si mi padre, ante la urgencia, tomó un barco que no era el correcto, o si realmente la nave se desvió», dijo Alberto Chab a Clarín.
Lo cierto es que el transporte cruzó el Canal de Panamá y arribo a Perú. Desde allí, los Chab comenzaron la odisea de llegar, por caminos terrestres, hasta Argentina.
En un viaje plagado de dificultades, pasaron a Bolivia, luego a Chile y, desde ese país, se trasladaron hasta Buenos Aires. «Fue un recorrido muy duro. Mi papá iba tanteando las aduanas para ver por dónde era más fácil cruzar», detalló Alberto.
Una vez en la capital argentina, se instalaron en Flores, que por entonces era un barrio menos urbano que ahora, lo que le permitió a Alberto tener una infancia en constante movimiento.
Así, pasó aquellos años pateando la pelota, cazando pajaritos y jugando a la bolita, entretenimientos típicos de los chicos de la época. También recuerda que jugaba al rango y a la billarda, dos juegos hoy desconocidos, y que se colgaba de la rueda de auxilio que llevaban los colectivos en su parte trasera.
De más grande, solía tener una práctica un poco menos sana: se retaba a duelos de «lucha libre» con sus amigos, que consistían en pelear mano a mano, en la calle, contra un adversario de igual porte.
Alberto Chab vivió una infancia sana, aunque tuvo que trabajar. Foto: Archivo
A la par de su diversión, Alberto, desde que puso en pie en esta tierra, tuvo que trabajar. Su familia, que en Cuba había estado muy bien, sufría en Argentina las consecuencias de la crisis mundial de 1929, que había provocado oleadas de desempleados.
Debido a lo anterior, el padre de los Chab no lograba conseguir empleo, por lo que Alberto y su hermano colaboraban con los ingresos familiares vendiendo objetos en una feria, como agujas, hilos, elásticos y peinetas.
Todo por el psicoanálisis: los años universitarios
A los 17 años, la vida de Alberto Chab daría un giro radical, y no por arte de magia, sino gracias a la obra Introducción al psicoanálisis, de Sigmund Freud.
El adolescente quedó fascinado con el psicoanálisis, por lo que se propuso estudiar Medicina, para luego seguir con la carrera de psicoanalista.
Sin embargo, Alberto no había cursado el secundario, lo que le imposibilitaba anotarse en estudios terciarios. Pero tal eran sus ganas de empezar la universidad que se anotó en un colegio y, en tan solo dos años, completó todos los grados.
Tras muchos años de esfuerzo personal, Alberto Chab logró recibirse de la carrera de Psicoanálisis. Foto: Archivo
Así entonces, en 1950, ingresó a la facultad de Medicina, pero allí no se terminarían las dificultades. Sus padres, a pesar de que otorgaban mucha importancia a la formación cultural, al punto de que los niños sabían leer con apenas 5 años, se oponían a que él estudie, entonces tuvo que trabajar duro para poder mantenerse.
Por ello, el joven decidió anotarse a la mayoría de las materias en formato libre, lo que le permitió desempeñarse laboralmente mientras estudiaba.
Trabajó como visitador médico, y, sobre todo, como encargado de sanidad a bordo de barcos. “Allí solo tenía que supervisar, lo que me daba tiempo para estudiar. Cuando el barco regresaba, pedía mesa en la facultad e iba a rendir”, dijo Chab a Clarín, al recordar su época universitaria.
A pesar de su cargada agenda, continuó con la actividad física, principalmente con salidas a correr. Luego, ya a sus 28 años, comenzó a jugar al golf, deporte que aún practica. Gracias a esto, pudo mantener la muy buena silueta corporal que tenía desde chico.
Finalmente, en 1957 y a sus 29 años, Alberto consiguió el diploma de médico, lo que lo habilitó a seguir tras su sueño de estudiar psicoanálisis. Así, se inscribió en la Asociación Psicoanalítica Argentina, donde, luego de varios años, obtuvo el título máximo.
«Noventa y Contando», el abuelo influencer
Pasaron las décadas y Alberto Chab se dedicó a su pasión, el psicoanálisis, trabajando en diversos lugares, además de atender pacientes particulares.
Eso le permitió tener una mente activa que, acompañada de actividad física constante, extiende su vida más allá de la expectativa promedio.
Pero con los años, comenzó a sentir que la dedicación plena a su labor le había traído algunas consecuencias negativas. Principalmente, sentía el peso de haber escuchado los problemas de cientos de personas, a las que, por profesionalismo, no podía contarle los suyos.
Alberto Chab junto a su esposa. Foto: Archivo
Fue así como, en 2024 y a sus 97 años, mientras participaba de una cena familiar, comentó la inquietud a sus seres queridos, diciéndoles que le gustaría reunirse con gente de su edad, para poder compartir experiencias de vida y así desahogarse.
Luego de que terminara de hablar, su nieta, quien lo había escuchado atentamente, le pidió que se levantara de la silla para grabar un video de TikTok, en el que expresaría su deseo de contactar a otras personas. Alberto le contestó “¿Qué es eso?» —en referencia a TikTok—, pero ella solo lo intimó a que pusiera en palabras lo que quería, mientras lo filmaba.
El abuelo explicó que estaba buscando 4 o 5 personas cercanas a su edad, para intercambiar historias de vida. La cena de la familia terminó, y su nieta subió el video a las redes.
Al día siguiente, Alberto no lo podía creer. El posteo había tenido una repercusión inesperada y su correo electrónico poseía más de 2000 mensajes de personas que deseaban conocerlo. “Me asusté, no sabía como manejarlo”, recordó.
Ante la incertidumbre, utilizó una herramienta de la modernidad para auxiliarse: ChatGPT. Le preguntó que le parecía reunir a las personas en un grupo de diez. La inteligencia artificial le contestó que era una buena idea y que, además, no había antecedentes a nivel mundial de 10 individuos de su edad que se juntaran a charlar sobre la vida.
Con el tiempo, la juntada se volvió un hábito, que actualmente se repite cada 15 días. En general, comparten experiencias familiares, labores, etc., aunque siempre hay una premisa ordenadora de la reunión. «El tema de mañana es la amistad», dijo Chab, entrevistado por Clarín, en la previa de una de sus reuniones.
Pronto, estos encuentros se volvieron famosos, por lo que Alberto tuvo que hacer una lista de espera para sus grupos, debido a que hay demasiadas personas, inclusive del extranjero, interesadas en participar.
Asimismo, el abuelo cosechó miles de seguidores en las redes sociales, donde comparte su trabajo bajo el nombre de «Noventa y Contando» y se ha transformado en un verdadero influencer.
“La soledad es el principal factor de estrés. Yo logré juntar personas, y ahora no se sienten solas, lo que les hace muy bien”, resume Chab, quien hace públicas las experiencias del grupo a través de Instagram, YouTube y Spotify.
Gracias a su labor, el psicoanalista ya recibió un reconocimiento de la Cámara de Diputados, y pronto obtendrá otro por parte del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Asimismo, fue invitado y participó del Festival de las Ideas 2025 en Puebla, México, donde disertó frente a 5 mil personas.
A pesar del éxito de su proyecto, a Alberto aún le preocupa el hecho de trabajar con tantas personas. Aunque no pretende ganar dinero, y de hecho no les cobra a los miembros del grupo, sí afirma que necesitaría una mínima estructura para poder sostener lo que hace, los encuentros los realiza en el SUM de su edificio y solo es ayudado por una community ,manager que le maneja las redes.
El grupo de Alberto Chab, en una de sus reuniones. Foto: Archivo
En lo personal, está a punto de cumplir 98 años, aunque tiene la lucidez y el cuerpo de una persona mucho más joven. “Todavía me van las remeras de hace 50 años atrás”, graficó.
Además de la movilidad, que aún mantiene con 4 kilómetros de caminata diaria junto a su mujer, atribuye su buen estado físico y mental a una correcta alimentación y a la ausencia de vicios.
Según contó, luego de varios viajes a la India, se acostumbró a no comer carne, por lo que se volvió vegetariano y ya lleva 50 años con esa dieta. Asimismo, sostuvo que jamás fumó ni se emborrachó, y que solo toma una copa de vino muy de vez en cuando.
También agregó que es fundamental estar ocupado y de buen humor, algo que él logra, además de por las juntadas, gracias a que continúa atendiendo pacientes en carácter de psicoanalista. Por último, resaltó la importancia de dormir al menos 8 horas diarias. “Es un conglomerado de cosas”, dijo, para resumir los motivos por los que se conserva tan bien a pesar de su edad.
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Joaquín Pastormerlo
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