Un equipo de arqueólogos ha revelado que los restos contenidos en una antigua vasija de cobre encontrada en un santuario griego hace varias décadas eran en realidad miel, una conclusión que los análisis previos habían rechazado.
Una de las vasijas de bronce que contenían miel (Luciana da Costa Carvalho).
La identidad de ese residuo era hasta hace poco incierta, ya que los investigadores sospechaban que se trataba de una mezcla de grasas, aceites y ceras de abeja, pero las técnicas analíticas modernas han determinado que se trata de miel, una sustancia importante en el mundo antiguo, ya que se dejaba en templos como ofrendas a los dioses o se enterraba junto a los muertos.
Los investigadores de la Sociedad Química Estadounidense que analizaron esos residuos, y que han publicado este miércoles el resultado de su trabajo en el Journal of the American Chemical Society, analizaron los restos que se encontraron en 1954 en un santuario griego subterráneo, que data alrededor de 520 años antes de Cristo.
Varios frascos de bronce
En su interior se encontraban varios frascos de bronce que contenían un residuo pegajoso, y entonces los arqueólogos asumieron que se trataba de miel, originalmente ofrecida en panales, pero posteriormente varios equipos diferentes analizaron el residuo y no lograron confirmar la presencia de esa sustancia y concluyeron en cambio que los frascos contenían algún tipo de grasa animal o vegetal contaminada con polen y partes de insectos
La jalea real encontrada que es secretada por la abeja occidental (Luciana da Costa Carvalho).
Ahora, y gracias a modernas técnicas analíticas, los investigadores sí han descubierto que ese residuo antiguo tenía una huella química casi idéntica a la de la cera de abejas y la miel modernas, que la composición química del residuo era más compleja que la de la cera de abejas degradada por el calor, lo que sugiere la presencia de miel u otras sustancias, y que el residuo contenía proteínas de jalea real, que son secretadas por la abeja occidental.
«Los residuos antiguos no son solo rastros de lo que la gente comía o ofrecía a los dioses; son ecosistemas químicos complejos», ha asegurado la investigadora Luciana da Costa Carvalho, y ha precisado que estudiarlos revela cómo esas sustancias cambiaron con el tiempo, «lo que abre la puerta a futuros estudios sobre la actividad microbiana antigua y sus posibles aplicaciones».
Agencia EFE.
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