Alaia llora. Parece no tener consuelo. Argentina acaba de perder las semifinales contra Colombia, el penal de Eliana Stábile ya dio en el travesaño y la hija de Vanina Preininger -Alaia- llora. Está en el Club Oeste, en Caballito, junto a 50 personas que se reunieron para ver el partido por una convocatoria del sitio especializado El Femenino. La pone triste que su mamá no haya alcanzado la final. Antes de viajar, en una entrevista con LA NACION, la número 5 había contado que su hija le había pedido regalos y también la Copa. Nadia Fink, autora de libros infantiles sobre heroínas de la historia publicados por Editorial Chirimbote e hincha de Newell’s, se acerca a acompañar a la nena. Le cita a Marcelo Bielsa: “¿Sabés quién es? Un entrenador que dijo: ‘Acepten la injusticia, traguen el veneno; que todo se equilibra al final’”. “Seguro con mamá va a ser así”, le dice.
Preininger, de gran partido contra Colombia, es la única del plantel que es madre. Tiene 28 años. Alaia -que en euskera significa alegría, felicidad– llegó a su vida hace 10. Para ver el choque con Colombia la nena se puso una de las camisetas que su mamá usó alguna vez con la Selección. Y estuvo acompañada allí por la familia. Preininger, que hoy está a 5700 kilómetros de su hija, en Quito y en una Copa América, tuvo que aprender a amalgamar una carrera futbolística y la maternidad. Y ahora, dice, una década después de parir, encontró la forma para sentirse en su mejor momento.
“En la Copa América anterior me había quedado afuera de la lista. Y aquel golpe me sirvió. Me hizo dar cuenta de que tenía que seguir trabajando en el día a día. Me empecé a cuidar más, soy más profesional. Hice ese clic”, cuenta, en la previa del partido por el tercer puesto ante Uruguay, este viernes a las 21. Y enseguida aparece Alaia: “Yo tenía una hija, es más difícil. Empecé a darme esos tiempos para mí. A tener el espacio para ella y para mí. Si no, era todo el tiempo pensar en ella. Y yo quería también esto, estar en una Copa América, poder ganar algo”.
La historia de Preininger, como la de tantas deportistas madres, no está contada ni problematizada. Mientras las estrellas del fútbol masculino viajan con sus familias completas a cualquier punto del mapa, la realidad económica de las futbolistas es opuesta. Y limita.
Uno de los posteos fijados de la mediocampista en su cuenta de Instagram trata sobre la maternidad, sus tabúes, el esfuerzo, las contradicciones, las miradas que juzgan: “¿Que si arruiné mi vida?¿Que si perdí toda mi juventud? ¿Que si pude haber echo muchas más cosas? Claro que no, yo les digo mi experiencia desde este lado. Dios me dio la oportunidad de ser madre joven y no, no fue por ‘caliente’ fue porque dos personas se amaban y decidieron formar una vidita”, escribió Preininger. Y siguió: “Cuando me embaracé confieso tenía miedo, sentí que mi familia me odiaría, sentí que nada volvería a ser como antes, y efectivamente. Ya no salía a fiestas y estaba bien porque tome responsabilidad sobre esto, sobre mi hija, tampoco compraba esos maquillajes carísimos, ahora compraba pañales y aunque parezca de risa, no lo era. He aprendido algo. Ser madre joven solo es un motivo más para sonreír. Ustedes viven su vida de fiestas y esta súper bien, solo no digan que ser madre joven es un ‘error’”.
Preininger creció. Como persona y como futbolista. Alguna vez se definió como una “5 tapón bastante rústica”. Es mucho más que eso. En esta Copa mostró su capacidad utilitaria: defendió y distribuyó. Dio lo mejor en los rubros en los que el equipo la necesitaba. Contra Colombia fue clave para controlar a figuras peligrosas: no le dio respiro a Cata Usme, controló a Linda Caicedo. Fue una de las jugadoras del equipo que más pases intentó en toda la Copa (125, según datos de Opta) y tuvo 76 por ciento de efectividad. Cuando le tocó poner la pierna fuerte, por supuesto, no le tembló el pulso.
Que ahora Alaia sea más grande -incluso que pueda entender estas estadísticas- también le permitió mejorar. “Ya entiende más las cosas -dice Vanina-, que hoy me vaya 10 días o los viajes por fecha FIFA. En otro momento era yo irme, ella no entenderlo. Y me ponía mal yo, eso me afectaba el rendimiento”.
-¿Sos la ídola de tu hija?
-Ahora le tomó el gustito al fútbol, me mira más. Se siente un poco orgullosa de la madre. Y está bueno. En un momento no quería saber nada con el fútbol. Ahora me acompaña, sabe cuándo juego, cómo estoy. Tiene fotos mías en su cuarto. Se puso recontenta cuando se enteró de que estaba en la lista para la Copa.
La vida de ambas atraviesa espirales que pocas conocen o siente. ¿Cómo es ser futbolista y madre a la vez? ¿Y cómo es ser hija de una madre con ese trabajo? Preininger reconoció sus propias contradicciones. Una maternidad real: “Siento que a veces no estoy tan presente y eso me juega un poco la cabeza en contra. A veces Alaia no quiere que vaya a entrenar, pero entiende que es mi trabajo, que es lo que nos da de comer a las dos”, le contó en una entrevista a la cuenta de San Lorenzo, el club al que volvió este año. Y siguió: “Le explico que lo que hago no es porque tengo ganas de irme a jugar a la pelota, sino que es mi trabajo”.
Aquella vez Alaia dijo que antes de los partidos le aconseja a su mamá que no se ponga nerviosa. La hija no juega al fútbol, no le gusta. Pero es hincha incondicional de su mamá.
Y Preininger cumple el sueño de toda una vida. Carmen y Carlos, su mamá y su papá, criaron a seis hijos. Carlos quiso ser futbolista, también había tenido ese sueño, pero se rompió los ligamentos y no pudo seguir. Vanina se crio jugando en los potreros de Lugano 1 y 2, acompañando a su hermano Raúl. Y cuando tenía seis años empezó a jugar en el club Jóvenes Deportistas del barrio.
“A muchos papás de varones les molestaba Vani porque era mejor que muchos de sus hijos”, cuenta Natalia, la hermana mayor. Y recuerda que cuando su categoría se retiró del baby no le quisieron dar la camiseta. Después iba a debutar con la edad mínima en la Primera de San Lorenzo. Pasó por River, UAI Urquiza y Boca. En este último fue campeona en torneos de primera división en 2022 y 2023, Copa de la Liga 2023, Copa Federal 2023 y Apertura 2024.
Después de perder las semis de la Copa América, Vanina le contó por mensaje a su hermana Natalia que estaba triste. “Le dije que no se olvidara de la Vani de colita baja, medio despeinada, que andaba por el barrio con los botines Penalty rosa, el shortcito, las medias, la camiseta, cuando iba por la vida soñando con conseguir lo que hoy consiguió”.
El día que iba a nacer Alaia, Preininger sabía que quería parto natural para evitar la cesárea, que le iba a demandar una recuperación más larga. Tuvo 12 horas de trabajo de parto, pero Alaia nació por cesárea.
Su hermana Natalia recuerda: “Ella era muy chiquita, pero quería ser mamá. Desde ahí en adelante creo que todo lo que hizo fue por Alaia y por la nenita de los botines rosas de la que siempre nos acordamos. Es una de las cosas que más le admiro y le agradezco como hermana mayor. Que cada día haya peleado y siga peleando por sus sueños”.
Hoy la Selección argentina buscará quedarse con el tercer puesto en la Copa América cuando desde las 21 se enfrente a Uruguay. El boleto a los Juegos Panamericanos ya lo consiguió. Alaia cuenta los días para encontrarse con la mamá futbolista.