Kayla Brock llegó a Portland, Oregon, a sus 22 años, atraída por una pasantía editorial, y encontró en la ciudad el espacio ideal para comenzar su vida adulta. Ocho años más tarde, la misma metrópolis que alguna vez sintió como su lugar en el mundo, ya no encaja con su nueva etapa: desde el plano laboral hasta el personal, sus prioridades cambiaron.
¿Qué ofrecía Portland a quienes llegaban jóvenes?
Cuando se mudó en 2017, Brock no conocía Oregon ni había visitado la ciudad. “Sabía poco o nada sobre Portland”, escribió en un artículo publicado por Business Insider. Pero aceptó la oferta de una pasantía y apostó por el cambio: “Cualquier oportunidad, especialmente una que me permitiera escribir, valía el salto”.
En poco tiempo, Portland le ofreció lo que buscaba: alquiler accesible, cercanía con la naturaleza, comercios independientes y una cultura urbana que celebra lo diferente. Su departamento, ubicado en una zona tranquila y en la que se puede caminar cerca del centro, tenía un dormitorio, buena luz y estaba a un precio inferior al de mercado.
“Ese espacio me dio una base, y con eso, una profunda sensación de independencia”, contó. A partir de eso, formó rutinas que definieron su vínculo con la ciudad: “Flotar en el río con amigos en verano, deambular por Powell’s, comer una porción en Sizzle Pie”.
¿Por qué Portland dejó de ser la ciudad perfecta cuando cumplió 30?
Brock es periodista, trabaja en medios y creación de contenido, y con el tiempo notó que las oportunidades profesionales que buscaba estaban en otras ciudades. “Muchas de las funciones con las que sueño parecen estar en sitios como Los Ángeles, Nueva York o Atlanta”, reconoció.
Otro aspecto que comenzó a incomodarla fue la homogeneidad racial del área metropolitana. Aunque valoró la existencia de una comunidad afroamericana local, dijo: “Algunos días salgo y apenas veo a alguien que se parezca a mí”. Esa desconexión con el entorno se hizo más fuerte con los años.
A los 30, Brock identificó una transformación: “Lo que necesito hoy no es lo mismo que cuando tenía 22”. Ahora busca un lugar que le ofrezca mayor diversidad, estímulos creativos y posibilidades de desarrollo laboral.
Evalúa mudarse a Los Ángeles, donde “la comunidad creativa parece más accesible”, o regresar a Londres, ciudad donde vivió durante sus estudios y se sintió inspirada por “su ritmo y su mezcla de personas”.
Aun así, no proyecta que su próximo destino sea definitivo. “Mi próximo hogar quizá tampoco sea para siempre. Y eso está bien”, reflexionó.
Portland fue su punto de partida, pero no su destino final
Aunque ya no se proyecta en Oregon, Brock reconoce que la ciudad tuvo un rol clave en su vida. “Portland siempre será el primer lugar donde realmente viví sola. Me dio espacio para crecer, reflexionar y encontrarme”, escribió en Business Insider.
Entre sus recuerdos destaca caminatas al atardecer, visitas al Portland Art Museum y conciertos gratuitos en los parques. “Uno de los mayores aprendizajes que Portland me deja es que distintos capítulos requieren distintos lugares. Aunque ya no sienta que es mi hogar, sé que volveré una y otra vez, con gratitud”, finalizó.