Bebés reborn: el perturbador avance de los muñecos hiperrealistas que respiran, lloran y parecen cobrar vida gracias a la IA

Los bebés renacidos —o reborn— constituyen un fenómeno global que despierta tanto fascinación como desconfianza. Réplicas creadas con preciosismo estético, atraen a coleccionistas y se usan en terapias para aliviar duelos y ansiedades. La tecnología aporta movilidad, sensaciones y calidez, pero deja una pregunta abierta: ¿hasta dónde puede llegar un muñeco que parece respirar?

Su avance reabre el debate sobre los límites entre lo emocional y lo mecánico, en especial con la incorporación de Inteligencia Artificial (IA), capaz de dotar a estos rostros angelicales de una mímica intimidante. Lo que para algunos es innovación terapéutica, para otros se convierte en una frontera difusa donde el afecto se mezcla con lo siniestro.

Hay algo en el semblante de estos «renacidos», casi humano pero impostado, que provoca una inquietud difícil de ignorar. Esa estética remite a series de terror como Servant, donde una pareja adopta una marioneta inofensiva que, con el tiempo, se vuelve una presencia perturbadora.

Tecnología y realismo: así son los bebés «renacidos» más avanzados

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Aunque su aspecto es casi idéntico al de un recién nacido, los bebés reborn son títeres hiperrealistas de silicona o vinilo, elaborados con tal precisión que capturan hasta el más leve gesto de un lactante. Esa perfección artesanal, potenciada por nuevas técnicas, los sitúa en un terreno donde el arte y la imitación rozan sus propios límites.

Se elaboran mediante técnicas que incluyen el maquillado con esmaltes traslúcidos, el injerto de bellos en la cabeza y la incorporación de matices que imitan pieles irritadas, pálidas, con delicados pliegues, venas visibles y sutiles variaciones cromáticas. Los ojos, fabricados en vidrio soplado o acrílico, reproducen con exactitud el brillo húmedo y la profundidad natural de la mirada humana.

La nueva generación de muñecos reborn incorpora una capa de IA capaz de imitar funciones biológicas como la respiración, el parpadeo somnoliento y los movimientos ociosos, elevando la experiencia a niveles antes impensados.

De acuerdo con el sitio especializado Babyclon.com, estos ejemplares manifiestan llanto por apetito, cansancio o malestar y su responsable debe interpretar cada indicio para darle alivio. Algunos identifican a la persona que los cuida y recuperan la calma únicamente al sentir sus brazos, reforzando así la experiencia de cuidado.

Si el objetivo es establecer una rutina de atenciones, reproducen señales como el hambre y se tranquilizan mediante biberón o lactancia, gracias a sensores que registran la postura corporal. También requieren ayuda para eructar y cambio de pañal para recuperar el confort. Reaccionan al arrullo o al chupete para dormir y poseen batería que se carga vía USB-C con una autonomía de 24 horas.

Algunos modelos ya emiten sonidos, preludio de una evolución tecnológica más ambiciosa: pronto habrá versiones que articulen palabras y simulen crecimiento. En sus primeros meses producirán balbuceos y al llegar al año comenzarán a pronunciar palabras como “mamá” o “papá”, consolidando una generación de réplicas más humanas.

Principales funciones de IA que ofrece Babyclon.

Cuanto mayor es la búsqueda de excelencia, más elevado será su etiqueta. En plataformas como Reborns, los modelos más básicos rondan los 400 dólares, mientras que aquellos que integran respiración simulada o lágrimas falsas, pueden superar los 2.500 dólares.

El acabado físico también influye en el costo. Muchos ejemplares se moldean con silicona que replican la suavidad de la piel humana, vertidas en moldes diseñados a partir de bebés reales. Esta personalización extrema logra texturas y proporciones que refuerzan la ilusión de estar frente a un recién nacido.

“Estamos entrando en una era sintética en donde los seres humanos corren el riesgo de convertirse en una ‘segunda especie’”, advierten especialistas preocupados por el reemplazo progresivo de vínculos humanos por simulacros emocionales.

Más allá del valor terapéutico que otorgan, los “renacidos” revelan una problemática social subyacente. En un entorno donde la maternidad se posterga o abandona debido a múltiples factores económicos y culturales, emerge un anhelo tardío por la experiencia familiar que muchas personas descubren cuando la opción biológica ya no es factible.

En este marco, los bebés reborn adquieren un significado que trasciende lo simbólico, funcionando como una respuesta afectiva ante la carencia emocional. Al mismo tiempo, reflejan una realidad donde la búsqueda de consuelo impulsa a algunos a refugiarse en figuras imaginarias, sugiriendo un cambio en la manera en que la sociedad enfrenta sus vacíos existenciales.

Las nuevas terapias reborn

Alejandra Arias muestra a su «Batmancito» en Instagram.

Las terapias reborn utilizan muñecos que replican las características de una criatura humana como el peso e incluso, la misma humedad corporal. Fueron concebidos por profesionales de la salud mental, pensados como recursos para acompañar procesos de duelo por la pérdida de un hijo o para parejas que enfrentan dificultades relacionadas con la fertilidad.

En vista de su aceptación, su aplicación se extendió a otros campos clínicos y emocionales. Hoy se emplean en el tratamiento de trastornos como la ansiedad, la depresión o el Alzheimer en adultos mayores.

La experiencia de sostener, vestir y cuidar a estos muñecos puede activar respuestas afectivas profundas, generar calma y ofrecer una forma de compañía que trasciende el relato alegórico.

El caso más paradigmático es el de Alejandra Arias y Jaime Martínez, una pareja colombiana que actualmente residen en Marbella, España. Su historia ha captado la atención pública por la forma singular en que enfrentaron la imposibilidad de tener hijos.

Alejandra, diagnosticada con una condición médica que le impide quedar embarazada, relató frente a las cámaras de TV que, tras consultar con una psicóloga, recibieron una sugerencia poco convencional: incorporar a su vida un bebé reborn como parte de un tratamiento psicológico integral.

Así nació “Batmancito”, creado por un consorcio de artesanos canadienses, quienes se basaron en fotos de infancia de ambos para diseñar un modelo con rasgos personalizados, cabello natural y un peso similar al de un recién nacido.

En apenas tres meses, el muñeco llegó a sus manos y se convirtió en parte de su rutina diaria. Alejandra asegura que cuidar a Batmancito le devolvió la alegría y la ayudó a salir de una profunda depresión. La pareja comparte momentos con él en redes sociales, donde simulan escenas cotidianas como si se tratara de un hijo consanguíneo.

SL