Hace diez años, en un viaje a China, el veterinario especialista en biotecnología animal Luis Lossino descubrió la leche de burra y quedó fascinado por su uso medicinal para la nutrición de niños con alergia a la leche de vaca (ALV), condición que afecta a entre el 2 y el 8 por ciento de la población infantil.
A su regreso inició una larga y minuciosa investigación en la Universidad de Río Cuarto, su lugar de trabajo, para comprender a fondo los beneficios de ese producto y sus posibilidades de producción en el país. Y hace poco menos de cuatro años, cuando el conocimiento ya estaba listo para pasar a la acción, aparecieron el ingeniero mecánico Jorge Muract y el agrónomo Pablo Talano, ambos formados en la misma Universidad de Río Cuarto. Con espíritu emprendedor y ganas de desarrollar un proyecto disruptivo, el trío reunió a las primeras 40 burras, y hoy ya cuentan con 300 madres en ordeñe en su tambo de Villa María.
“En China, Italia, Francia, Serbia y Chile hay tambos de burras, pero acá en Argentina no existía, lo hicimos de cero con la infraestructura específica”, comenta Talano en diálogo con Clarín Rural, y aclara que hay registros de que en la Buenos Aires de 1800 se ofrecía la leche de burra como remedio para el catarro.
Las burras dan en promedio un litro de leche por día.
Los socios de Equslac -la marca con la que ya venden la leche- compraron sus primeras burras en la Cuenca del Salado, en provincia de Buenos Aires, pero hoy la manada incluye ejemplares de Salta, Santiago del Estero, Jujuy, Mendoza, Córdoba… “Las burras son domésticas pero viven mayormente en estados ferales y en muchos lados las matan porque les consumen el alimento a las ovejas o las cabras. Es un desastre la forma en la que se las trata. Se dice que hay 250.000 y están en su mayoría en la precordillera, en lugares inhóspitos”, dice Talano.
Las burras son animales dóciles y rústicos, con bajos requerimientos nutricionales, alta tolerancia al calor extremo y mansedumbre para el manejo. “Es super cariñosa, mucho más inteligente que una vaca y muy agradecida cuando se la trata bien, y en nuestro proyecto es muy importante el bienestar animal”, dice. En la práctica esto se traduce en un sistema radicalmente distinto a los tambos convencionales. La alimentación de los animales es de muy bajo costo y se basa en pasturas de alfalfa y gramíneas. “Tienen una cuarta parte de los requerimientos que tiene una vaca. Nosotros en 40 hectáreas tenemos 300 animales”, detalla. A su vez, a las burras se les deja las crías al pie y solo se las separa 4 horas por día para que carguen la ubre y ordeñarlas durante menos de un minuto.
Las burras se alimentan en pasturas de alfalfa y gramíneas.
Lógicamente, en el crisol genético que fueron reuniendo los emprendedores hay una gran dispersión de niveles de productividad. “Hay burras que producen 100 centímetros cúbicos y otras que producen hasta 3 litros por ordeñe. El promedio es de un litro por burra por día”, detalla Talano.
El cordobés explica que a diferencia de las vacas, las burras, si no están con el burrito no dan leche. Lo que sí podrían empezar a hacer es duplicar los ordeñes, pero aun así no sería una gran producción. Está claro que la leche de burra no vino a competir con la de las vacas, que dan más de 20 litros por día, pero sí puede ocupar un lugar muy especial en el bienestar de una parte de la población.
Un producto medicinal
Este producto presenta una composición con un 97 por ciento de similitud con la leche humana, lo que la convierte en una alternativa natural para niños con ALV. Su bajo contenido de caseína, y el hecho de que esta sea más digerible que la de la leche bovina, la hacen hipoalergénica. Además, al provenir de un animal monogástrico, como el ser humano, su perfil digestivo es más compatible que el de la leche de rumiantes.
Un aviso publicado en La Gaceta Mercantil ofrecía leche de burra.
Entre sus propiedades nutricionales, la leche de burra se distingue por su alto contenido de lactosa —lo que le otorga un sabor dulce y agradable—, su bajo nivel de grasa y la presencia de péptidos bioactivos, lisozimas e inmunoglobulinas que fortalecen el sistema inmune. Esta combinación la convierte en una opción atractiva frente a las leches hidrolizadas industriales, que suelen presentar un sabor poco aceptado por los niños.
Dado que su menor aporte graso podría no cubrir las necesidades energéticas de los más pequeños, los impulsores del proyecto desarrollaron una fórmula enriquecida con ácidos grasos para ofrecer un alimento equilibrado y de alta calidad nutricional.
En un cálculo rápido, Talano dice que en Argentina hay unos 20.000 niños con ALV, es decir que la necesidad total del mercado sería de 20.000 litros de leche diarios, algo que se podría lograr ordeñando 20.000 de las 250.000 burras que hay en el país. “Si podemos ordeñar 1,8 millones de vacas, ordeñar 20.000 burras es mucho más fácil. Ellas aprenden y a la una de la tarde, la hora del ordeñe, empiezan a gritar para que les abras la puerta”, dice.
El rodeo actual de Equslac cuenta con 300 burras de orígenes disímiles.
Hoy ya hay más de diez personas trabajando en Equslac, pero el proyecto involucra a todo un ecosistema de generación de conocimiento. Además de la Universidad de Río Cuarto está la universidad de Villa María, la de La Pampa, la Universidad de La Plata, algunos hospitales y el Conicet como consultor. Así avanzan, por ejemplo, en ingeniería genética: la Universidad de La Pampa logró sexar semen de burro y la de Río Cuarto logró implantar el primer embrión de burra congelado.
Consultado por la posibilidad de presionar sobre la productividad de las burras, Talano explica que la prioridad del proyecto es el bienestar animal, y que el crecimiento lo imaginan aumentando la escala y mejorando la llegada al mercado. “Hemos aprendido un montón de cosas. Hasta ahora la leche la vendemos congelada -500-600 litros por mes-, que dura seis meses, pero ahora estamos a la espera de un liofilizador para venderla en polvo. El liofilizado es secar la leche con frío, no con calor, de manera de no desnaturalizar las proteínas. Una vez que la sequemos vamos a estar en un nivel de competencia mucho mejor”, comenta Talano, y detalla que la leche hidrolizada, producto al que la leche de burra puede reemplazar, se vende a entre 70.000 y 90.000 pesos el litro, mientras que el producto de Villa María cuesta 25.000.
A la espera de aprobación
Ahora los emprendedores están trabajando para que la ANMAT apruebe el producto como hipoalergénico, que el Ministerio de Salud de la Nación valide localmente la evidencia y los estudios realizados a nivel internacional y que la leche de burra sea incluida en el plan médico obligatorio, de manera que las mutuales se hagan cargo del costo cuando un médico receta ese producto. “Ese paso sería el punto de quiebre de este piloto. Mientras tanto estamos planeando el crecimiento con nuevos tambos de 400 burras que serían franquicias, una planta de procesamiento única… El negocio es muy atractivo pero la producción tiene que ir creciendo de la mano del mercado. Lo comercial siempre ha sido el desafío más grande”, dice, y agrega que ya tienen demanda de Colombia, Brasil y Estados Unidos pero que para exportar necesitan avanzar en el liofilizado y escalar la producción.
“La mayoría de los pacientes que reciben este tratamiento son niños que no toleraron el hidrolizado y no tienen otra alternativa alimenticia. Probaron este producto y les funcionó. Antes, los padres pasaban de un problema a otro: el niño tenía el vientre inflamado, picazón, diarrea, a veces con sangre. Con este nuevo alimento, en una semana el niño se desinflama, la piel se recupera rápido gracias a su alto contenido de vitaminas, y desaparecen los síntomas. Los padres están muy agradecidos porque el problema se resuelve”, cuenta.
Una alternativa para zonas áridas
Talano destaca que esta actividad se puede desarrollar en distintos lugares, incluso en zonas como las sierras de Córdoba o en regiones donde no hay soja. En algunos lugares como Catamarca el clima es muy favorable, pero el problema es la alimentación para los animales, porque no hay suficiente forraje natural. Para resolverlo, están probando técnicas como la hidroponia y el uso de pastos más secos, con combinaciones como trigo y pasto seco. “Se pueden diseñar dietas adaptadas para poder producir en esas regiones. La idea no es competir con zonas agrícolas como las que producen soja, sino aprovechar terrenos que hoy están subutilizados o sin una actividad económica importante, ya que esta producción puede mantenerse en pocas hectáreas”, dice.
Sobre la firma
Lucas Villamil
Editor de la sección Rural
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