Carlo es el dueño de una pequeña despensa en Nápoles y se emociona al descubrir que un argentino acaba de entrar a su local. Muestra la piel erizada en sus brazos, lo comenta con su señora que está en la caja. «É nato in Argentina, ma Maradona é nostro» («nació en Argentina pero Maradona es nuestro»), dice ahora con los ojos encendidos y una tonada llena de orgullo. Más allá de los títulos y los goles, acaso, ese es el regalo más grande que les dejó Diego a los napolitanos: sentarse en la misma mesa que los poderosos y no sentirse menos que nadie. Y para los argentinos que la visitan, la sana envidia de descubrir que la ciudad más maradoniana del planeta está a unos 10.500 kilómetros de Villa Fiorito.
En Nápoles, como pasa con Cristo, la historia tiene un antes y un después de la llegada de Maradona. Luego de un revolucionario pase desde el Barcelona, a cambio de 7,5 millones de dólares, DAM jugó su primer partido oficial en Napoli un 22 de agosto como hoy. Y a partir de ahí todo cambió, no solo para el club sino para todos los habitantes de la tercera ciudad más poblada de Italia.
De tiro libre, el Diez anotó el primero en la victoria 4-1 contra el Arezzo, por la Copa Italia, y empezó a construir una historia de amor con los hinchas que, 41 años más tarde, perdura inalterable. Fue en el San Paolo, estadio rebautizado Diego Armando Maradona luego de su muerte en 2020.
Diego no se murió…
Pasaron más de cuatro décadas desde aquella fecha pero, al recorrer las calles de Nápoles, la sensación es que Diego sigue allí, como si el tiempo se hubiera congelado desde entonces. Olé fue testigo de su imagen omnipresente en graffitis callejeros, en banderas que cuelgan de los balcones junto a la ropa recién tendida, en altares improvisados al lado de San Gennaro, patrono de la ciudad. En pizzerías, bares, imanes, bufandas, medias, llaveros y cualquier souvenir que uno se pueda imaginar.
Maradona en un altar callejero.
Con la temporada 25/26 de la Serie A a punto de comenzar, en Nápoles todavía se celebra el Scudetto obtenido en mayo pasado, el cuarto de su historia (los dos primeros llegaron de la mano de Diego en 1987 y 1990). Las calles del Quartieri Spagnoli, el barrio más vivo de la ciudad, permanecen llenas de banderines del club con un 4 en el medio y, si uno no mira con atención, incluso podría pensar que el mismo Maradona tuvo algo que ver con esta reciente conquista…
Es que, junto al póster con el plantel campeón -que incluye al argentino Gio Simeone, hoy en el Torino- siempre aparece la imagen de Diego. Por allí se lo ve abrazado a Lukaku, goleador de la pasada temporada, o en compañía del DT Antonio Conte. La devoción que allí se vive por el 10 no admite grises ni cuestionamientos y al final hay que darle la derecha a Carlo en su despensa. Maradona es nuestro, pero también de ellos.
Murales de Diego en Napoli.
Diego falleció el 25 de noviembre del 2020 y, pocos días más tarde, en Nápoles se produjo uno de los homenaje más grandes y emotivos: el estadio San Paolo fue rebautizado con su nombre. Allí, una estatua del Pelusa tiene gastado el pie izquierdo de tanto que lo tocan sus hinchas. Un talismán y una promesa de buena fortuna.
La estatua de Maradona en el estadio que lleva su nombre (AP)
Una ventana a la Argentina
Para los que visitan Nápoles, Maradona es un circuito turístico en sí mismo. De hecho, como en ningún otro lugar del mundo, se puede ver a familias enteras con la camiseta albiceleste y el 10 en la espalda, sin necesidad de ser argentinos. Al estadio se suman museos que atesoran objetos que pertenecieron al Diez, y para los más fanáticos, también es obligado el paso por la que fue su casa, ubicada en el barrio de Posillipo.
Maradona en los bares.
No obstante, el lugar por excelencia para recordar a Diego está ubicado en el corazón del Quartieri Spagnoli. Allí, entre callejuelas adoquinadas y motociclistas que pasan vociferando a centímetros de los turistas, se erige un santuario a cielo abierto con uno de sus murales más famosos.
El santuario de Maradona.
Allí se congregaron los tifosi del Napoli para celebrar el cuarto título de su historia en la Serie A en mayo pasado y, como corolario, se estrenó una estatua dedicada a Diego, con la pelota haciendo equilibrio en su frente. Su creador, Salvador Gaudenti, la tituló simplemente «D10S».
La nueva estatua y el mural histórico de fondo.
Según le cuentan a Olé, ese mismo sitio se colmó de fanáticos el 18 de diciembre del 2022, instantes después de que la Scaloneta venciera a Francia en la final del Mundial de Qatar. Porque cualquier cosa que pudiera alegrar a Diego, también los alegra a los napolitanos.
Maradona en Nápoles.
Este templo dedicado a Maradona está adornado con cuadros, camisetas y murales que no solo recuerdan su paso por Napoli, sino también sus proezas con la Selección Argentina, sus inicios en Argentinos Juniors y su amor por Boca, aunque también hay referencias a decenas de clubes argentinos, desde Lanús hasta Chicago o Alvarado de Mar del Plata, y de todo el mundo. Entre las casacas,
Maradona y las Malvinas.
Un Diego pibito y Cebollita, otro Diego campeón del mundo, uno que la mira a Dalma ponerle flores en las medias y uno más junto a una frase que todavía reclama: «Las Malvinas sono argentine». Un Diego cuya huella en Napóles excede largamente al fútbol y que, aún hoy a 41 años de su primer partido, logró transformar a la ciudad en una pequeña ventana hacia la historia y la cultura argentinas.
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