A los 37 años sigue haciendo maravillas. Poco después de haber vuelto de una larga lesión ligamentaria, él sigue teniendo el deseo y las ganas de estar adentro de una cancha, llevarse todas las miradas y frotar la lámpara para desatar la locura en el Oeste. Juan Manuel Olivares fue la gran figura del triunfazo de Deportivo Morón en el clásico contra Nueva Chicago.
El 1-0 de Morón
Conscientes de lo que se jugaban, los dos armaron un primer tiempo bien entretenido. Pese a la paridad una vez finalizados los primeros 45 minutos, ambos metieron, ambos pusieron y ambos se animaron a jugar. Cada uno con sus armas, cada unos con sus fortalezas y sus debilidades. El que empezó mejor fue el local, aunque la visita no se quedó atrás y también supo complicar en algunos pasajes.
El Gallo entró activo, con determinación y lastimando con el desequilibrio de Yair González, siempre clave con su velocidad y gambeta. La apertura del marcador estuvo muy cerca. Demasiado. Sin embargo, el Torito se acomodó con el correr de los minutos, apostó a golpear con los espacios que dejaba su rival en alguna contra y casi lo consigue con un remate de Iván Maggi que Leandro Finochietto logró desviar.
En el complemento, los dos continuaron intentando. Las imprecisiones y las dificultades en el manejo de la pelota en un terreno de juego que todavía está lejos de estar en su mejor nivel complicaron las cosas. Sin embargo, Olivares hizo una maravilla más: le quedó una pelota en el borde del área y metió una volea con muchísima calidad para abrir el marcador, golpear a Chicago y agitar las cosas en el Nuevo Francisco Urbano.
Por eso, Morón se afianzó en puestos de Reducido y complicó a un Torito que quedó a diez puntos de la lucha por el segundo ascenso. Maravilloso.
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