El acceso a los dispositivos electrónicos y la presencia cada vez mayor de pantallas en la vida cotidiana generan un intenso debate sobre el tiempo adecuado que los menores deberían pasar frente a ellas. Si bien no existen normas internacionales definidas, existe consenso entre médicos, psicólogos y educadores sobre ciertas pautas y precauciones. Estas buscan resguardar el desarrollo físico, emocional y cognitivo de los niños frente al celular, las tabletas y otros dispositivos.
Primeros años: explorar el mundo sin pantallas
Durante la infancia temprana, especialmente en los dos primeros años de vida, expertos como la pediatra Ulrike Gaiser advierten que los niños aún no comprenden ni necesitan los contenidos en las pantallas. “Durante los dos primeros años de vida, los niños aún no necesitan ni comprenden el contenido de las pantallas”, señala Gaiser a Deutsche Welle., participante en las directrices alemanas sobre medios para la infancia. Este periodo resulta fundamental para que los pequeños exploren su entorno, desarrollen la percepción y se relacionen primero con su madre y luego con el resto de las personas y objetos de su mundo.
Familiarizar tempranamente a los niños con pantallas puede afectar la forma en que aprenden a manejar su atención. En esta etapa, es clave que practiquen la tolerancia de la espera y el enfrentamiento a situaciones inesperadas, habilidades imprescindibles para la vida adulta. De acuerdo con la psicóloga infantil Julia Asbrand, “los niños perciben el mundo de forma diferente a los adultos”. Lo que ven en la pantalla puede parecerles real, lo cual puede conducir a temores o confusión. Por eso, se recomienda que los padres supervisen cualquier contenido y conversen activamente sobre lo que visualizan sus hijos.
El tiempo frente a dispositivos a edades tempranas está asociado a una menor interacción social y déficit en habilidades lingüísticas. Disminuir la exposición a las pantallas favorece el progreso en motricidad fina, atención y socialización, lo que respalda el principio de que la experiencia directa e imaginativa debe predominar antes de la escolarización.
De la infancia a la adolescencia: límites, acompañamiento y contenido de calidad
En la etapa preescolar, el contacto con otros niños y las oportunidades de juego y negociación cobran especial importancia para desarrollar habilidades sociales, creatividad e imaginación. Los especialistas recomiendan en este rango un máximo de 30 minutos diariosfrente a una pantalla, siempre bajo vigilancia adulta.
Durante la educación primaria, cuando los niños comienzan a asimilar conceptos de disciplina y moralidad, la sugerencia de los expertos alemanes apunta a un límite de entre 30 y 45 minutos al día de uso recreativo de tecnología, y siempre con supervisión de los progenitores. Para niños de 9 a 12 años, el tope recomendado se eleva a entre 45 y 60 minutos. Entre los 12 y 16 años, se aconseja restringir el tiempo de pantalla recreativa a una o dos horas, mientras que los adolescentes de entre 16 y 18 años deberían mantenerlo en torno a las dos horas diarias.
A medida que los hijos crecen, la vigilancia debe complementarse con apertura al diálogo, especialmente en torno a los riesgos del entorno digital, como el ciberacoso o la exposición a contenidos inapropiados. Es frecuente que los adolescentes, por temor o vergüenza, no comuniquen experiencias negativas en línea. Por eso, es esencial fomentar la confianza y la comunicación familiar para abordar cualquier problema que surja en el universo digital.
Más allá del tiempo: la importancia del contenido y el ejemplo familiar
Los expertos coinciden en que el contenido al que acceden los niños y adolescentes es tan importante como la cantidad de tiempo que le dedican. Como explica Gaiser, las tabletas y dispositivos pueden resultar útiles para la educación escolar y, en la esfera privada, ayudan a mantener vínculos familiares, por ejemplo, mediante videollamadas con abuelos o padres ausentes por trabajo.
La psicóloga Julia Asbrand destaca que el consumo mediático debe evitar convertirse en una costumbre insustituible. La clave está en que los padres acompañen, dialoguen y establezcan límites claros, pero también den el ejemplo: se recomienda que toda la familia establezca normas como apagar todos los teléfonos y dispositivos a cierta hora –por ejemplo, las 8 de la noche– y que los padres dediquen tiempo de calidad a otras actividades.
Finalmente, los especialistas sugieren a los padres prestar atención a señales de alerta, como aislamiento, disminución del interés en actividades previas o síntomas de tristeza o irritabilidad. La detección precoz de estos signos permite intervenir a tiempo y promover el desarrollo equilibrado en la relación con las pantallas y el mundo digital.