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En una orden ejecutiva firmada el 27 de marzo de 2025, Trump puso al vicepresidente JD Vance a cargo de detener el gasto del gobierno en “exposiciones o programas que degraden los valores estadounidenses comunes, dividan a los estadounidenses en función de la raza o promuevan programas o ideologías incongruentes con la ley y la política federal”. Esta orden tiene como blanco la Smithsonian Institution, el mayor complejo museístico del mundo:
La profesora Patty Gerstenblith, de la Universidad DePaul, observa la tablilla de Gilgamesh durante la ceremonia de repatriación de la misma en el Museo Nacional del Indígena Americano del Instituto Smithsonian, en Washington D. C., EE. UU., el 23 de septiembre de 2021.
Foto: EFE/EPA/MICHAEL REYNOLDS
“La Smithsonian Institution, antes ampliamente respetada como símbolo de la excelencia estadounidense e ícono mundial de los logros culturales, en los últimos años ha caído bajo la influencia de una ideología divisiva y centrada en la raza. Este cambio ha promovido relatos que presentan los valores estadounidenses y occidentales como intrínsecamente dañinos y opresivos”. (1)
Es crucial que ubiquemos adecuadamente este acto directo de censura digno de las más oscuras purgas estalinistas dirigidas contra el “cosmopolitismo burgués”: decididamente no es una simple regresión respecto de los logros antirracistas y feministas de la Corrección Política. Es más bien su síntoma, el afloramiento brutal de lo que estaba efectivamente mal en lo que los trumpistas designan como la locura de la CP.
La constelación que predominó hasta el ascenso del nuevo populismo de derecha fue descrita en forma excelente por Jean-Claude Milner (2), quien postuló que lo que llamamos “Occidente” es hoy una confederación bajo la hegemonía estadounidense. EE.UU. reina sobre nosotros también intelectualmente, pero aquí “hay que aceptar una paradoja: la dominación estadounidense en el campo intelectual se expresa en los discursos de disenso y protesta y no en los discursos de orden”.
Donald Trump escribió en su cuenta de X que ser Woke es para perdedores.
La universidad global nos enseña “a rechazar parcial o totalmente el funcionamiento económico, político e ideológico del orden occidental en parte o en su totalidad. La desigualdad tiene el papel de un axioma, del que deriva toda crítica última. Según las diversas situaciones, se privilegiará tal o cual forma específica de desigualdad general: la opresión colonial, la apropiación cultural, la primacía de la cultura blanca, el patriarcado, los conflictos de género, etc.”.
En la misma línea, Remi Adekoya señala que las investigaciones descubrieron un hecho extraño: cuando se les preguntó a los votantes qué valor apreciaban más, en el Occidente desarrollado la gran mayoría eligió la igualdad, mientras que, en el África subsahariana, la gran mayoría en buena medida pasó por alto la igualdad y puso en primer lugar la riqueza (independientemente de cómo se hubiera adquirido, aunque fuera a través de la corrupción).
JD Vance presta juramento como vicepresidente ante el juez del Tribunal Supremo Brett Kavanaugh, mientras Usha Vance sostiene la Biblia durante la 60.ª toma de posesión presidencial en la Rotonda del Capitolio de los Estados Unidos en Washington, el lunes 20 de enero de 2025. Julia Demaree Nikhinson/Pool vía REUTERS
Este resultado tiene sentido: el Occidente desarrollado puede permitirse dar prioridad a la igualdad (en el nivel de la autopercepción ideológica), mientras que la principal preocupación de la mayoría pobre del África subsahariana es cómo sobrevivir y superar la pobreza devastadora.(3) Se da aquí otra paradoja: esta lucha contra la desigualdad es autodestructiva en la medida en que socava sus propios cimientos y, por tanto, es incapaz de presentarse como un proyecto de cambio global positivo:
“Precisamente porque el patrimonio cultural de Occidente no puede liberarse de las desigualdades que hicieron posible su existencia, se considera que quienes condenaron la desigualdad en el pasado se benefician de una u otra desigualdad no reconocida anteriormente. /…/ todos los movimientos revolucionarios y las nociones mismas de revolución son ahora objeto de sospecha, simplemente porque pertenecen a la larga estirpe de los varones blancos muertos”.
Es crucial señalar que la nueva Derecha y la Izquierda Woke comparten esta postura autodestructiva. A fines de mayo de 2023, el Distrito Escolar de Davis, al norte de Salt Lake City, retiró la Biblia de las escuelas primarias e intermedias, mientras que la mantuvo en las escuelas secundarias después de que una comisión revisara las Escrituras como respuesta a la queja de Padres Unidos de Utah, fechada el 11 de diciembre de 2022, que decía: “Sin duda encontrarán que la Biblia (conforme a las leyes del estado) no tiene ‘valores serios para los menores’ porque es pornográfica según nuestra nueva definición”.(4)
El libro de Mormon
¿Es éste sólo un caso de mormones contra cristianos? No: el 2 de junio de 2023, se presentó una queja respecto de las Escrituras de la fe predominante en Utah, la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. El portavoz del distrito Chris Williams confirmó que alguien presentó una solicitud de revisión del Libro de Mormón. ¿Qué opción político-ideológica está detrás de esta solicitud? ¿Es la Izquierda Woke (ejerciendo una irónica venganza contra los derechistas que prohíben materias y libros sobre historia de EE.UU., Black Lives Matter, LGBT+, etc.) o es la propia Derecha radicalizada que (muy consecuentemente) aplicó sus criterios de valores familiares a sus propios textos fundacionales?
En última instancia, no importa. Lo que debemos señalar es más bien el hecho de que la misma lógica de prohibir (o al menos reescribir) los textos clásicos se apoderó tanto de la nueva Derecha como de la Izquierda Woke, confirmando la sospecha justificada de que, a pesar de su fuerte animosidad ideológica, a menudo proceden formalmente de la misma manera. Mientras la Izquierda Woke destruye sistemáticamente sus propios cimientos (la tradición emancipadora europea), la Derecha finalmente reunió el coraje suficiente para cuestionar la obscenidad de su propia tradición. En un acto de cruel ironía, la tradición democrática occidental, que suele alabarse a sí misma por incluir la autocrítica (la democracia tiene defectos, pero también incluye el esfuerzo por superar sus defectos…), ahora lleva esta postura autocrítica al extremo: la “igualdad” es una máscara de su opuesto, etc. De modo que lo único que queda es la tendencia a la autodestrucción. Pero hay una diferencia entre el discurso antioccidental occidental y el discurso antioccidental que viene de afuera:
Vance y el papa León XIV durante su reunión en el Vaticano, el 19 de mayo de 2025. (Papa) EFE/EPA/VATICAN
“Mientras se despliega un discurso antioccidental dentro de Occidente (y Occidente se enorgullece de ello), otro discurso antioccidental se mantiene fuera de Occidente. Salvo que el primero toma la desigualdad por un defecto del que no se tiene el derecho moral de aprovecharse; el segundo, por el contrario, ve en la desigualdad una virtud, a condición de que se oriente a favor de uno mismo. En consecuencia, los defensores del segundo discurso antioccidental ven en el primero un indicio de la decadencia del enemigo. No ocultan su desprecio”.
Y su desprecio está plenamente justificado. El resultado del discurso antioccidental occidental es el que cabría esperar: cuanto más investigan los izquierdistas liberales occidentales sobre su propia culpabilidad, más los acusan los fundamentalistas musulmanes de ser unos hipócritas que tratan de ocultar su odio al islam. Un paradigma tal reproduce a la perfección la paradoja del superyó: cuanto más obedeces a lo que te exige la agencia pseudomoral, más culpable eres: es como si cuanto más toleres el islam, más fuerte será la presión de éste sobre ti. No cabe duda de que lo mismo ocurre con la afluencia de refugiados: cuanto más se abra Europa Occidental a ellos, más culpable se sentirá por no haber aceptado a más; por definición, nunca podrá aceptar una cantidad suficiente. Cuanta más tolerancia uno muestre hacia los modos de vida no occidentales, más se lo hará sentir culpable por no practicar suficiente tolerancia.
La respuesta radical Woke a esto es: los críticos no occidentales tienen razón, la autohumillación occidental es falsa; los críticos no occidentales tienen razón al insistir en que, sea lo que sea lo que Occidente les conceda, “esto no es eso”; nosotros mantenemos nuestro marco de superioridad y esperamos que ellos se integren, pero ¿por qué deberían hacerlo? El problema es, por supuesto, que lo que esperan los críticos no occidentales es, por decirlo de forma brutal y directa, que Occidente renuncie a su forma de vida. La alternativa aquí es: ¿logrará Occidente, como resultado final de la postura crítica antioccidental, autodestruirse (social, económicamente) como civilización o logrará combinar la ideología autodestructiva con la superioridad económica? Milner tiene razón: no hay una gran paradoja en el hecho de que el modo crítico autodenigrante sea la mejor postura ideológica para asegurarse de que no habrá ninguna amenaza revolucionaria al orden existente.
Yanis Varoufakis, secretario general del movimiento político paneuropeo DiEM25, vota en un colegio electoral de Perama, cerca de Atenas, durante las elecciones generales de Grecia, el 21 de mayo de 2023. Grecia celebra unas elecciones generales que podrían dar lugar a un resultado caótico, ya que es poco probable que el primer ministro conservador favorito, Kyriakos Mitsotakis, consiga una ventaja suficiente para evitar una nueva votación. (Foto de GIORGOS KONTARINIS/EUROKINISSI / AFP)
Sin embargo, habría que complementar su afirmación con una renovación de la postura revolucionaria (falsa, pero no obstante real) de la nueva Derecha populista: toda su retórica se basa en la afirmación “revolucionaria” de que las nuevas élites (las grandes corporaciones, las élites académicas y culturales, los servicios gubernamentales) deben ser destruidas, con violencia si es necesario. En términos de Varoufakis, proponen una guerra de clases contra nuestros nuevos amos feudales: la peor pesadilla es aquí la posibilidad de un pacto entre la Derecha populista occidental y los autoritarios antioccidentales. Es fácil argumentar en contra de la ideología trumpista: nunca en toda la historia del capitalismo estuvo el Estado más vinculado a las élites neofeudales empresariales. Pero esto no es ni mucho menos suficiente: la verdadera tarea no es aplastar la energía pseudo-revolucionaria trumpista, sino redirigirla hacia el blanco apropiado, los amos tecno-feudales.
Esto significa que debemos resistirnos incondicionalmente a cualquier tentación de volver al estado de cosas descrito por Milner, es decir, a reafirmar la cancelación y otros mecanismos ideológicos (e institucionales) similares. Como ya hemos señalado, el populismo trumpista es una reacción al Estado de bienestar liberal-democrático que se acercó a su autodestrucción (así como a su incapacidad) al concentrarse en la política identitaria. La pseudo-lucha de clases trumpista es el retorno de lo reprimido de la política identitaria liberal de Izquierda. Así pues, la tarea está clara: de la CP liberal de Izquierda debemos tomar sus amplios objetivos, pero sin su acérrimo espíritu de censura y su lógica de exclusión de hecho. De los populistas trumpistas, debemos tomar su irreverente voluntad de cambio.
Notas: 1. Trump targets ‘improper ideology’ at the Smithsonian in latest effort to reshape the arts and history | CNN Politics. 2.All Milner quotes are from Jean-Claude Milner, “On Some Paradoxes of Social Analysis,” Crisis&Critique Volume 10, issue 1 (2023), p. 243-245. 3. See Remi Adekoya’s outstanding It’s Not About Whiteness, It’s About Wealth (London: Constable 2023). 4.Utah primary schools ban Bible for ‘vulgarity and violence’ – BBC News.
©Slavoj Žižek y Revista Ñ. Traducción: Elisa Carnelli
