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Una vez más, el fútbol mete su ilógica en cada minuto del juego y abre mil puertas inesperadas durante un partido. Hasta que el poder de gol te da una solución aunque no hayas hecho tanto para encontrarla.La maravilla del gol siempre cotiza mejor porque vuelve todo lógico. El que lo tiene, juega con un plus.
Martínez no jugó mucho mejor que Bouzat. En todo caso, ambos estuvieron en un gran nivel. El tema es que cuando tenés a un delantero que pelea solo contra el mundo y lo primero que consigue es sacar de eje a un defensor que termina expulsado, contás con un valor agregado infernal. Y si luego, ese mismo delantero hace un gol de esos que los goleadores resuelven mientras el resto de los mortales quizá rebotarían la bocha en el rival, tenés una carta ganadora que no todos tienen. Un plus.
La ilógica, entonces, mostraba a un equipo que en su planteo inicial no parecía decidido a buscar el triunfo y se encontró con un contexto que le pedía definir la serie. Vélez, enojado con cada fallo (los tres claves estuvieron bien) parecía invitar a Racing a no esperar a resolverlo en Avellaneda. Y sin embargo, debió aparecer Cambeses para sostener el triunfo. Porque en definitiva el poder de gol estaba en otro lado.
Maravilla es un reflejo de este Racing: vive a corazón abierto. Se la juega en todas, va al choque, pelea, se desordena tácticamente y enseguida vuelva a su lugar, lucha en soledad. Pero tiene el arma que al resto le falta: un poder de gol que agranda a propios y achica a extraños. Guapeza e inteligencia para jugar sabiendo que lo van a buscar, que lo están esperando y que quizá va a tener apenas una chance que no debe fallar. Y no falla.
Costas, a pesar de las dudas que reconoció haber tenido en el entretiempo, no lo reemplazó aún estando amonestado. Y fue vital: por lógica, la maravilla del gol siempre tiene que estar en cancha.
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