La inestabilidad monetaria y cambiaria en la Argentina no es un accidente ni un fenómeno inesperado: refleja décadas de subordinación de la política económica a los imperativos electorales.
Recientemente, esa subordinación ha vuelto a manifestarse de forma preocupante: falta de claridad en los objetivos y metas de la política monetaria, extrema volatilidad en las tasas de interés, modificaciones repentinas en las reglas de encajes bancarios, subastas organizadas por el tesoro pero fuera de calendario y más.
Estas marchas y contramarchas en la orientación de la política monetaria socavan la previsibilidad institucional, erosionando la confianza en nuestra moneda y generando un clima de incertidumbre financiera.
Todo ello pone en evidencia una debilidad institucional crónica: la falta de un Banco Central verdaderamente independiente, capaz de diseñar y ejecutar políticas monetarias y cambiarias con base técnica y sin estar subordinado a la política.
Las lecciones de la historia argentina
Tener un Banco Central independiente no significa que actúe sin control democrático, sino que pueda decidir sobre dinero, tasas, reservas y crédito con criterios técnicos de estabilidad, ajenos a las urgencias electorales. Implica fijar como meta la estabilidad de la moneda, contar con libertad de instrumentos, mandatos estables y autonomía financiera frente al Tesoro.
En Argentina, esos principios básicos fueron desvirtuados por reformas legales y prácticas que lo subordinaron al Poder Ejecutivo. Así, en los 80 la monetización del déficit generó inflación superior al 3.000% y la hiperinflación de 1989; en los 90, la vigencia de la Ley de Convertibilidad y una carta orgánica más estricta en cuanto al financiamiento del Tesoro otorgaron al Banco Central un margen de disciplina; y desde 2012, el retorno al financiamiento fiscal, los cepos y las restricciones a depósitos alimentaron desconfianza, fuga de capitales e inflación creciente.
Comparativa internacional
La experiencia comparada muestra que los países que lograron estabilidad monetaria consolidaron instituciones fuertes y autónomas. La Reserva Federal de Estados Unidos cuenta con una independencia instrumental que le permite resistir presiones políticas de corto plazo.
El Banco Central Europeo tiene como único mandato la estabilidad de precios, blindado de los vaivenes de cada gobierno nacional. En América Latina, el Banco Central de Chile es un ejemplo cercano: su independencia formal y real contribuyó a reducir la inflación a un dígito en los años 90 y a mantener estabilidad pese a turbulencias externas.
Argentina, en cambio, se ubica sistemáticamente entre los países con menor grado de independencia del Banco Central, según los índices comparativos internacionales. La consecuencia es conocida: inflación crónica, alta dolarización informal de carteras y persistente desconfianza en la moneda local.
Propuestas para fortalecer la independencia del BCRA
Para romper este ciclo, es necesario avanzar en un rediseño institucional que se base en cuatro pilares: (i) fijar la estabilidad de la moneda como meta principal, (ii) decidir libremente los instrumentos para lograr esa meta, (iii) garantizar la estabilidad de sus autoridades y (iv) contar con recursos propios sin depender del Tesoro.
Algunas propuestas son:
Fortalecimiento institucional: restablecer límites estrictos al financiamiento del Tesoro por parte del BCRA; garantizar la duración fija y no renovable de los mandatos de sus autoridades; establecer procesos de designación con mayor transparencia y control parlamentario.
Blindaje legal: tipificar penalmente la intromisión indebida de funcionarios públicos en las decisiones del BCRA, sancionando con inhabilitación a quienes presionen o condicionen la política monetaria con fines electorales.
Reglamentación operativa: fijar reglas claras y públicas sobre intervenciones cambiarias, asegurar la libre disponibilidad de divisas para los importadores y exportadores, y proteger el respaldo de los depósitos de los ahorristas, tanto en moneda local como extranjera.
Supervisión democrática: fortalecer el rol de las comisiones parlamentarias especializadas que supervisen el desempeño del BCRA, para equilibrar independencia técnica con rendición de cuentas.
En fin, un compromiso con la estabilidad
La Argentina necesita un Banco Central que deje de ser rehén de los ciclos políticos y se convierta en una institución creíble, capaz de proteger el valor de la moneda y de garantizar un sistema financiero sólido. Subordinar la política monetaria al resultado electoral es hipotecar el futuro de los argentinos en nombre de ventajas políticas efímeras.
Dotar al BCRA de verdadera independencia no es un capricho académico ni una concesión tecnocrática: es una condición básica para erradicar la inflación, recuperar la confianza en el peso, favorecer la inversión y generar un sendero de crecimiento sostenible a largo plazo.
El desafío, en definitiva, es construir consensos políticos que reconozcan que la estabilidad monetaria es un bien público de todos y no una herramienta de campaña de unos pocos. Solo así será posible superar la inestabilidad crónica y dar a la Argentina una moneda en la que sus ciudadanos puedan volver a confiar.
Ricardo López Murphy es economista y diputado nacional. Marcos Gómez Martin es abogado
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