Hay sueños que se abrazan con más fuerza con el paso de los años… Para algunos, la Copa del Mundo levantada por la Selección Argentina en Qatar quedó grabada como una postal colectiva; para otros, se transformó en una misión personal. Desde que Gonzalo Montiel se la cruzó a Hugo Lloris, Gabriel Goldsack persigue un anhelo: reunir las firmas de todos los campeones del mundo para honrar la memoria de su abuelo. Y está muy cerca de lograrlo: solo le falta la de Lionel Messi.
El inicio de esta travesía está marcado por una ausencia. Los títulos de la Selección llegaron después de la muerte de su abuelo, un hincha incondicional que podía pasar horas frente al televisor viendo partidos. “Un tremendo apasionado del fútbol y de la Selección. Pero, con la Argentina, renegaba siempre. Cada vez que Argentina perdía una final, encendía un cigarrillo y decía entre bronca y resignación: ‘Cuando me muera voy a hablar con el Barba para que esto se solucione’”. Lo que parecía una exageración terminó siendo un presagio. Falleció en mayo de 2021, apenas un mes antes de la consagración en la Copa América de Brasil. Después llegaron la Finalissima en Wembley, el Mundial en Qatar y la Copa América en Estados Unido y de pronto, aquel hombre que se fue renegando parecía estar viendo, desde algún lugar, cómo su Selección conquistaba todo lo que en vida se le negó.
Gabriel sueña con tener la copa firmada por Messi.
Esa cadena de triunfos impulsó a Gabriel a cumplir con su promesa. Mandó a hacer una réplica exacta de la Copa del Mundo y emprendió un recorrido que lo llevó por Europa, siguiendo concentraciones de clubes, y también por la Argentina, en partidos de Eliminatorias. En el camino coleccionó anécdotas tan valiosas como las firmas. Así, la copa se fue llenando de nombres propios: Dibu Martínez, Ángel Di María, Julián Álvarez, Rodrigo De Paul, Leandro Paredes y compañía. Todas las rúbricas están ahí, como capítulos escritos por los protagonistas de la gesta en Qatar. Todas, menos una. La figurita difícil.
Paredes firmando la copa de Gabriel.
Detrás de cada autógrafo hay un costo. Viajes en avión, noches de hotel, entradas, traslados. “Si hago la cuenta, gasté más de diez mil dólares”, confiesa. Los ahorros se le fueron, pero el entusiasmo lo empujaba más que cualquier cálculo financiero. “Lo hice por amor, por la pasión que me despierta esta Selección. A veces me preguntan si estoy loco, pero para mí esto es un homenaje, es una parte de mi vida puesta en ese objeto. Nunca pensé en la plata. Sin embargo, no puedo permitirme ir a Miami para buscar a Messi sin tener la certeza de que me va a recibir: por eso quiero difundir mi sueño”. La grandeza de Messi y la dificultad para llegar a él lo inquietan: “Estoy desesperado, me intranquiliza la incertidumbre de no saber si esta inversión va a llegar a concretarse”.
La misión ahora es clara: llegar a Messi. Por eso, a través de sus redes sociales, empezó a difundir su objetivo. Lo curioso es que su réplica de la Copa del Mundo también le abrió puertas inesperadas. En cada viaje, hinchas fascinados le preguntaban a cuánto vendería el trofeo cargado de firmas. “Me cansé de responder que no se vende, ja. Es un objeto sentimental, una promesa personal. Para venderla tendría que venir un árabe y ofrecer una cifra irrisoria de dinero. Cuando tenga todas las firmas quedará al lado de la urna con las cenizas de mi abuelo”, relata.
La copa de Gabriel es la misma réplica que levantó Messi en Qatar (AP Photo/Martin Meissner, File)
La copa espera, brillante y llena de historia, en un rincón de su casa. Le faltan apenas unos centímetros de tinta azul que la convertirían en única. Mientras tanto, Gabriel la mira con una mezcla de orgullo y desilusión, como quien acaricia un sueño a medio cumplir. Y cada vez que alguien le pregunta por qué lo hace, vuelve a la misma frase: “Porque esta copa también es parte de mi vida”.