Con la voz gruesa de siempre y esa innegociable tonada colombiana, Óscar Córdoba repite entusiasmado: “Qué rico, qué rico, ya debe estar asomando la primavera por allá”. Se refiere a la Argentina, país que le dejó huellas para siempre después de transitarlo durante cinco años. “Alquilé en Buenos Aires, alquilé en Estambul… y ahora elegí vivir en Bogotá. A mí me hacen falta las ciudades grandes. Las ciudades pequeñas me asfixian. A mí me gusta el trancón en el tráfico, el gourmet, salir a buenos restaurantes, tener muchas actividades sociales, atractivos culturales… y las ciudades pequeñas te limitan mucho en ese sentido. Y me ahogan”, confiesa. La que está realmente comprimida es la agenda de Óscar a sus 55 años. No para, elige no hacerlo entre conferencias, publicidades, programas de radio y TV, sus empresas con perfiles muy diversos y hasta la participación en ciclos televisivos como MasterChef. Ya no hay un Óscar Córdoba bajo el arco, hay varios ahora.
“Estoy en ESPN todas las noches, mi programa va de 21 a 23, me encanta el horario porque yo soy noctámbulo y me da tiempo en el día para tener otras actividades –avisa–. Estoy al frente de un par de empresas, una de cirugía estética y otra de comercialización de combustible. Manejo personalmente el tema de mi imagen, entonces vivo estudiando estrategias para seguir vigente. Visito academias, doy charlas motivacionales para empresas con las que tenemos vínculos… digamos que nos movemos. Me gusta moverme. Siento que mi jubilación llegará en unos 15 o 20 años, todavía no”, enumera y avisa entre sonrisas el hombre que pertenece a la historia grande de Boca: decisivo para las conquistas de las Copas Libertadores 2000 y 2001, y la Copa Intercontinental 2000 ante Real Madrid.
–Y además… ¿te hacés tiempo para atajar con amigos?
–No, prácticamente ya no. Porque el arco se vuelve para mí muy aburrido porque, si juego, ordeno demasiado. Y al ordenar demasiado, lo único que pasa es que no me llegan… y me aburro. ¿Entonces qué hago? Juego de campo. O a lo sumo en los amistosos en los que nos contratan a los exjugadores para recordar viejos tiempos… pero últimamente es muy poco lo que estoy tapando porque estoy muy ocupado con las conferencias y las charlas. Al golf juego… sí, porque al golf lo he adoptado de manera estratégica para salir con los clientes… ¿Piénsalo? Jugando al golf tienes al cliente contigo durante cuatro o cinco horas y comparto con ellos tantas cosas que entiendo mucho mejor sus necesidades. Y así es más fácil llegar a negociar.
–Te has vuelto una empresa.
–Sí, claro, es que ese fue el objetivo después del retiro: ser una empresa.
A través de los medios y los negocios sigue muy cercano al deporte. Y por sus hijos, también, aunque con algunos matices… Adrián juega el básquetbol y hace un par de años estuvo en Buenos Aires con su selección en un Sudamericano U15… “Mide 1,95 metro, cero grasa, 93 kilos, ya es una bestia. Genéticamente muy mejorado a lo que le dejó el papá”, describe Óscar y suelta la humorada. “Es escolta, un puesto chévere, porque si bien le cuesta remar mucho cerca de los postes, lleva más el control del partido. Era arquero, y un día le comenté que probase con el básquetbol y con el vóleibol porque a mí me habían ayudado para manejar mi juego aéreo. Entrenó y le gustó; coincidió con la pandemia, y como no podíamos salir de casa, empezamos a practicar en la cancha de la unidad en la que vivimos. Ahí, en los mano a mano entre padre e hijo se fue encarretando, se fue enamorando del básquetbol y fue dejando de lado el arco. Respetable, respetable… fue su decisión”, sintetiza, como si él en nada hubiese participado.
Vaya como le vaya a Adrián en su carrera deportiva, no tendrá que cargar con el apellido. “Totalmente, es otro deporte y es un hombre. En su caso, solamente va a ser una anécdota que su papá haya sido deportista”, acepta Óscar. Es él quien introduce la percepción del género, porque para su hija Vanessa no fue tan sencillo. “Si bien Vanessa entiende que lleva mi nombre, y que yo fui arquero y todo eso, sabe que su tiempo tiene otro tipo de poesía”, dice un padre orgulloso… pero también herido. Vanessa ataja en Atlético Nacional de Medellín, y antes lo hizo en España, en México, en Turquía… y muy fugazmente en la selección Colombia.
Este es el único tema que hoy parece encabronar a Óscar en vida. “Siento que se fue injusto con ella cuando salió a defender situaciones que pasaban en la selección. Y quedó vetada. Me da rabia lo que le han hecho… Es que en la pandemia el fútbol femenino no arrancaba aquí y Vanessa, junto a otras compañeras, hicieron una campaña para conseguir recursos, para lograr mercados para chicas que no tenían contratos, que tenían hijos y se habían quedado sin respaldo… Yo en el fútbol masculino nunca había visto ese tipo de generosidad. Pero cuando los directivos la vetaron de la selección por considerar que su liderazgo y capacidad eran una amenaza, muchas colegas le voltearon la cara. Me da pesar. Quizás esta generación creció con el fútbol femenino ya instalado, entonces no necesitan de la unión que tenían aquellas chicas como Vanessa que fueron acalladas”. Le duele.
Vanessa tiene 30 años, y la hija mayor de Óscar, Tatiana, 36. ¿La oveja negra? No, a ella la movilizaron otras inquietudes: es economista y está radicada en Dubai. ¿Nietos en el horizonte…? “Abuelo nooo, todavía no… pueden esperar todavía las niñas”, bromea Óscar, que jugó 73 partidos para la selección colombiana y fue campeón invicto en la Copa América 2001, la única consagración cafetera en el certamen continental.
Un momento que durará toda la vida en nuestros corazones… simplemente gracias. @OCordobaBBVA
Gracias @BocaJrsOficial pic.twitter.com/mRR3uj3WHT
— Vanessa Cordoba (@VCordoba1) June 27, 2023
–Tuviste un paso por la dirigencia, fuiste presidente de Bucaramanga y director deportivo del Uniautónoma FC. ¿Qué aprendiste?
–La experiencia fue muy buena, te diría espectacular. ¿Por qué? Porque me aterrizó. ¿Ok? Cuando tu juegas fútbol profesional, solo caminas un lado de la vereda y no te das cuenta de todos los ítems que tienes que cubrir para que el equipo funcione. Ni siquiera para que juegue, no, para que funcione, para que salte a la cancha y cumpla con un compromiso. Desde ese lugar me empapé sobre lo que es tener convenios, la negociación con los jugadores, entender que el jugador siempre tiene en su mente unos números totalmente distintos a los que tiene el directivo… La globalización ha llevado a que los grandes salarios permeen a todos los equipos del mundo, más allá de sus economías, entonces el jugador se plantea ‘si Cristiano Ronaldo se gana su millón de dólares diario, ¿por qué yo no me puedo ganar un millón de pesos diarios?’… Y eso es una falacia, entonces tiene que ir uno a explicarles que deben adaptarse a la economía de la ciudad, del país y del equipo. En la gestión terminé de darme cuenta de que el jugador es una vedette, que siente que todo se lo merece… y no es solamente uno, sino son 25. Y cada uno de ellos piensa que cuando los vendan van a salvar al club… Es decir, una cantidad de elementos que solo los ves cuando estás adentro, cuando convives con directivos de otros equipos, de otras ciudades, cuando tratas con políticos, con gobernantes… Ahí se te abre el espectro.
–¿Y al estar en los medios qué descubriste?
–Desde adentro de los medios veo que esto es un show. Y hay que entender que, como show, hay que saber jugarlo. Hay que entenderlo, y eso es asumir que de él participamos diferentes patas. Me refiero al jugador, el hincha, el directivo… todos somos parte del show y hay que saberlo jugar.
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¡Tremenda recreación!@TinoasprillaH le patea un penal a @Ocordoba001 en el estudio: ¿Cómo terminó?⬇️
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— ESPN Colombia (@ESPNColombia) July 9, 2024
–Jugaste con la generación de Valderrama, Asprilla y Valencia, y con la de Iván Córdoba, Yepes y Víctor Hugo Aristizábal. ¿Alguna de ellas fue mejor que la actual, la de James Rodríguez, Luis Díaz, Quintero, Cuadrado, John Arias…?
–La generación de los Valderrama ha sido la más exitosa porque fue la que le dio una identidad a nuestro fútbol y le enseñó el camino internacional a nuestra selección. Hoy no sabríamos cuál es nuestra identidad sino hubiesen existido los Valderrama, los Redín, los Higuita. Ellos marcaron el camino y nosotros lo seguimos. No podríamos imaginarnos qué hubiese sido sin ellos, entonces creo que una selección es producto de la otra. La de nosotros, la de Juan Pablo Ángel, la nuestra, lamentablemente fue la que no pudo ir a un Mundial y no quedamos bien calificados. Esta generación, la actual, ha sido el resurgir de la selección, la que permitió volver a los mundiales. Pero yo siento que sin la de la Valderrama, las demás no existirían. Ella fue la mejor y las más importante, porque dio inicio a todo.
–Elegiste a Miguel Calero como el mejor arquero colombiano de la historia, por encima de Higuita, Mondragón, Ospina o vos. ¿Y tenés claro al mejor futbolista entre todos?
–Claro, no titubeo: el ‘Pibe’ Valderrama. Y entendiendo que James es muy bueno, pero repito: no sé qué hubiese sido sin un ‘Pibe’ Valderrama.
–El año pasado estuviste en la Argentina.
–Sí, fui a dar una conferencia a Bariloche y me di el gustito de pasar momenticos con los muchachos en el predio de Boca. Con la Argentina me une el afecto por el país, mi cariño por Boca y también la arista laboral, porque ESPN tiene una gran base en Argentina.
–¿Estás pendiente de Boca?
–En el buen sentido, Boca es una plaga, pero una plaga bonita desde el sentimiento, al punto que hasta gente que nunca estuvo en la Bombonera, igual se siente parte de ella. Estoy al tanto de Boca, claro, pero no en un 100% porque me toca estar muy pendiente del fútbol de mis compatriotas, tanto local como los que están por fuera. Pero lo sigo a la distancia, entendiendo y sufriendo, de acuerdo a lo que se va presentado.
–Más sufriendo… Boca no gana un título desde marzo de 2023.
–Sí, parece un largo tiempo, pero también hay que entender que se ha dado un torbellino de situaciones… Boca llegó a la final de la Copa Libertadores 2023, con bajos rendimientos, sí, pero llegó. Su estilo no gustó, pero de alguna forma lo consiguió a lo Boca. Ha habido mucho ruido alrededor de Boca en los últimos tiempos, pero ese ruido debe ser inteligentemente manejado a su favor, desde la capacidad para enhebrar cosas positivas para tu mandato.
–¿Qué pensás de los exjugadores volcados a la dirigencia? ¿Su pasado puede ser un plus para gestionar?
–Claro, pero siempre que estén apoyados por gente capacitada, idónea en muchas áreas, desde los negocios, el marketing, la comunicación. Se necesita capacidad para gestionar, es necesario prepararse. Quien fuiste no te da autoridad ni atributos para gestionar.
–¿Qué relación tenés con Juan Román Riquelme?
–Una relación de amigos. Nunca hemos involucrado a Boca dentro de nuestras conversaciones porque él tiene su forma de pensar y yo tengo la mía. Valoro más la parte de su amistad que entrar a discutir posiciones o decisiones.
–¿Y con Carlos Bianchi?
–También tengo el vínculo de un amigo. Lo saludo en fechas especiales, le pregunto por su familia, me cuenta que cuando hace frío en Buenos Aires se va para París… Lo vi por la Copa Libertadores, junto con Chilavert, y lo sigo respetando como una gran persona.
–¿Creés que el penal que le atajaste a Gallardo en octubre de 1998, en el Monumental, te abrió la puerta hacia la idolatría en Boca?
–No, no creo que haya sido una relación así de directa. Sí sentí que ese penal fue clave para mí, pero no en mi relación con la hinchada, sino que me sirvió para ganar confianza y desde ahí convertirme en el arquero de Boca que todo el mundo recuerda. Ese penal me dio el kilo de más que me permitió entender que podía ser el arquero de Boca.
–¿Qué tan grande es el arco de Boca?
–Cuando estás ahí no lo sientes, crees que es un arco normal, como todos. Pero cuando va pasando el tiempo te lo hacen sentir y te das cuenta de la responsabilidad del tamaño del arco de Boca. Cuando llegas lo tomas como un reto: ‘voy a ser el arquero de Boca, un lugar antecedido por leyendas como Navarro Montoya, Gatti, Roma…’ Te paras en ese arco y te dices ‘yo puedo’. Yo nunca asumí retos pensando que iba a fracasar. Yo ya tenía 27 años cuando llegué a Boca, había sido arquero de la selección, ya había acontecido la muerte de Andrés [Escobar, asesinado en 1994], ya tenía un fracaso encima que había sido el Mundial de EE.UU. Es decir, ya había pasado agua bajo ese puente. Pero aquel penal a Gallardo, interiormente, significó un gran envión anímico.
–Te enfrentaste muchas veces con Gallardo. ¿Podías imaginar que sería este entrenador?
–Cero, cero, cero…. Y mucho menos con el suceso que ha tenido. Porque cuando repasas a muchos de mis excompañeros y de mis exrivales también, descubres que son técnicos, como Martín [Palermo], Guillermo [Barros Schelotto], Basualdo fue técnico, Ibarra, Cagna, Arruabarrera, pero uno no los ve desde esa posición cuando convive y compite con ellos, pero luego sí los empiezas a analizar cuando se convierten en técnicos y los comparas con su personalidad. Ahora puede ser que las cosas no le salgan a Marcelo tan derechas como en su primera etapa, pero ya dejó un precedente que le permite soñar con que sí se pude.
–Un día, Amadeo Carrizo le dijo a LA NACION que en un mano a mano con Messi se hubiese puesto a rezar. ¿Vos qué hubieras hecho?
–Yo me paro a aplaudirlo. Es gigante, uno lo analiza y confirma que él ha estado siempre un paso adelante de todos nosotros. En el partido por la despedida de Riquelme, cuando me enfrentó… me la regaló. A pesar de que me podría haber dejado en ridículo, me entregó la pelota. Me perdonó la vida delante de los hinchas de Boca. Ante mis nietos el día de mañana podré sacar chapa de que no me anotó… jajaja. Pero si nos hubiésemos cruzado en un partido de verdad, seguramente me hubiese dejado desparramado.
–¿Qué te despierta la selección argentina?
–Para mí es una sorpresa permanente, porque siento que, con todo respeto, Argentina venía de una de las peores selecciones que yo he visto cuando tomó Scaloni y desde su asunción se convirtió en una selección admirable en todo sentido. Potenció a jugadores, y esos jugadores potencian a la selección… ¿Te acuerdas que Argentina estaba perdida en su rumbo? Y con un técnico sin mucha experiencia lograron encontrar el camino y ser un referente mundial.
–En la renovación que propuso Scaloni apareció ‘Dibu’ Martínez. ¿Cómo lo ves?
–Con el ‘Dibu’ siento que fue de esas personas que supieron aprovechar su oportunidad en el momento justo. Se dieron coincidencias, como que Armani no pudiese quitarse el positivo del Covid y eso le abrió al ‘Dibu’ las puertas para que fuese el arquero de Argentina. Todo lo que pasa para que a veces se alinean las cosas. A mí me sucedió algo parecido: cuando René [Higuita] se fractura la tibia en 1993 a mí se me abren las puertas para ser el arquero de la selección. Después está el valor de saber aprovechar las ocasiones.
–En cierta ocasión expresaste tu distancia con algunas formas y conductas de ‘Dibu’.
–… Es lo único que rayo, porque sería un estúpido si desconociera su capacidad como arquero. Veo que es de los grandes arqueros en todo sentido: desde la confianza para salir a cortar centros, para achicar en los mano a mano… Solo digo que hay comportamientos que también hacen al puesto que ocupas, y él es el arquero de la selección argentina. Entonces es responsabilidad, también, tenerlo en cuenta porque representas a hombres, mujeres, niños y ancianos de una nación.
–Por muy poco no coincidieron con Néstor Lorenzo como futbolistas en Boca. ¿Qué expectativa tenés con su Colombia?
–Justo él se fue de Boca cuando yo llegué, para el segundo semestre de 1997. No me gusta vaticinar, pero después de la ilusión que vivimos en la última Copa América 2024, estos traspiés que tuvimos en la segunda parte de la eliminatoria se han dado en el mejor momento para entender, corregir y lograr que la selección llegue bien al Mundial. Como dice nuestro himno nacional, ‘la noche inmarcesible’ ya pasó. Ahora, lo más importante será tener en cuenta el momento del jugador, porque si mantienes esa competencia, eso te lleva a mantenerte en el más alto nivel. Y que nadie se escriture por haber logrado la clasificación, eso no. Yo te contrato para llegar al Mundial, ¿ya lo hiciste? ahora te contrato para el Mundial, pero en la medida que estés bien y no porque me llevaste al Mundial. No hay títulos de garantía. Seguramente Néstor tiene claro que James es un título de garantía, de pronto Luis Díaz también, porque se lo han ganado… pero que no sea un lastre para tomar decisiones grupales.
–¿Qué significó Pekerman para Colombia?
–Pekerman llegó en el momento justo y él aprovechó el buen momento de nuestros jugadores. Él entendió el momento que atravesaba el fútbol colombiano y consiguió soltarlos a nuestros jugadores. ¿A qué me refiero? A que crean en ellos. Nosotros teníamos una muy buena selección, pero también teníamos un problema grande: el colombiano es muy obediente, si tú le dices que son 200 piques, te hace 200 piques; si le dicen que son 10 vueltas a la cancha, el colombiano te da 10 vueltas a la cancha. Veníamos de técnicos demasiado tácticos, sin decir que ustedes los argentinos no son tácticos, pero desde esa rigidez habíamos perdido frescura en el ataque especialmente. Pekerman entendió que tenía una generación muy bonita, la de los Falcao, los James, los “Miñía” [Pablo Armero] y los liberó. Y estos jugadores respondieron a esta confianza. Colombia soñaba, pero desde las rigideces, y Pekerman los liberó y ellos respondieron a esa libertad.
–Enfrentaste a Messi al menos en un amistoso… y fuiste compañero de Maradona.
–Es raro… uno llega a creer que personas así son inmortales, uno sabe que es la ley de la vida, pero siente que esas personas nunca van a desaparecer… Yo con Diego apenas conviví algunos meses, sus últimos dos meses… hasta su retiro contra River. Pude compartir con él bromas, me sacaba del calentamiento para patearme, me decía que me había salvado el día del 5-0 contra Argentina porque él no había jugado… Volviendo de Colo Colo, habíamos perdido por un gol que yo me comí, y ya en el avión se volteó de su asiento, miró hacia el fondo y dijo: ‘Muchachos, jugamos muy bien… si traíamos arquero ganábamos’. Y la anécdota de la Ferrari la guardo con mucho cariño, porque una figura como él se puso a disposición de un desconocido, y se la he repetido mil veces a mis hijos porque es un ejemplo de generosidad. Resulta que Diego fue al entrenamiento en una Ferrari, y al final, me acerqué a mirarla porque yo en Colombia no había visto muchas. De repente, alguien me lanzó las llaves al pecho: “Llevátela, boludo”. Era él. Y me insistió, pero yo ni looooco… Me anotó en un papel su número de teléfono, también el de Claudia, y me dijo que los llamara por cualquier cosa, que estaban a mi disposición. Yo apenas estaba llegando a Boca… Diego fue único.