En Rocky III, Rocky es campeón, vive holgadamente, tiene una mansión con pileta, pero no tiene algo, algo que perdió y que todavía no lo sabe: el ojo de tigre. Se entera cuando Clubber, interpretado por Mr. T, lo manda a la lona.
Un gran deportista, un gran equipo, está hecho de horas de entrenamiento, de esfuerzo y dedicación, de entrega y sacrificios, de tácticas y estrategias, pero también, y sobre todo, de algo que no se sabe bien qué es, pero que es fundamental para hacer historia, para entrar en la historia: ese ojo de tigre.
En la ida el equipo sufrió mucho ante un Palmeiras que mostró su jerarquía.
River, este River, parece haberlo perdido. No hablamos de un plantel con la heladera llena (los del Palmeiras la tienen más llena). Hablamos de que perdió esa mirada enfocada, decidida, implacable, arrolladora. Esa ferocidad. No es pegar patadas. Es intensidad, espíritu, mentalidad ganadora, es ese convencimiento de poder dar, sí, un golpe sobre la mesa.
Mirá también
A Arasa lo mandaron a la PN y volvió a equivocarse mal
Y ahí anda, River, persiguiendo la épica. El año pasado contra el Atlético Mineiro, tras comerse tres en Brasil. Este año, ante el Inter de Lautaro en el Mundial de Clubes, tras empatar con Monterrey. Ahora, otra vez, está en la misma situación tras caer en la ida: corre desde atrás al Palmeiras. River puede caer con Palmeiras, acá, allá, donde sea. En lo que no puede caer es en ingenuidades. Si algo debía evitar ante un rival de semejante talla era que le convirtieran goles fáciles: le hicieron dos en el primer tiempo. Y casi le hacen tres. Y hasta cuatro. Le cabecearon dos veces al hilo en el área. En el Monumental.
Palmeiras llega encendido: tras ganarle a River en la ida en el Monumental, goleó 4-1 al Fortaleza de Palermo. Jugó con suplentes…
Mirá también
Flamengo: equipo mixto y empate en el clásico antes de la revancha con Estudiantes
Este River sufre contra rivales a los que en los papeles es inferior (Atlético Mineiro, Inter, Palmeiras), pero también sufre contra rivales a los que en los papeles es superior (Platense, Universitario, Libertad, Unión…). Esos rivales, con mucho menos, llevaron el partido al terreno que más les convenía, se jugó más como quisieron ellos que como River pretendía. Y River, este River, muy pocas veces logra eso contra adversarios de una mayor jerarquía.
Hoy persigue su propio pasado, River. Un pasado cada vez más lejano. Aquellas noches coperas en las que lo imposible era posible. Aquellas noches en las que la gente creía, porque tenía con qué. De la mano del mejor entrenador de su historia, da la sensación ahora de que no irá en busca de la épica. Irá en busca del milagro.