Todo comenzó en Estados Unidos a fines de los años 60. En 1968, un grupo de estudiantes de la Columbia High School, en Maplewood, Nueva Jersey, empezó a lanzar un molde de lata de la empresa Frisbie Pie Company, sin imaginar que ese sería el germen de un incipiente deporte que se haría popular en todo el mundo.
Joel Silver fue uno de sus precursores, autor de las primeras reglas que combinan ideas del tenis, básquet, fútbol americano y el fútbol. Años después, algunas jugueterías empezaron a fabricarlos y en 1975 se lanzó la primera competencia oficial.
Con torneos locales, regionales, un mundial de naciones (al estilo de la Eurocopa o Copa América de fútbol) el ultimate frisbee hoy ocupa un lugar en los World Games, un evento organizado por el Comité Olímpico que agrupa todos los deportes que están avalados por el mismo comité, pero que aún no forman parte de los Juegos Olímpicos.
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Se juega con un frisbee o disco volador y son siete jugadores por equipo en césped o cinco jugadores en arena. La cancha es compartida: en cada extremo hay una zona de gol y el objetivo del juego es atravesar el campo haciendo pases hasta atrapar el disco dentro del área de gol del equipo contrario.
“No se puede caminar con el disco y se tienen 10 segundos para hacer un pase. Caso contrario, cambia la posesión del disco y ataca el equipo que estaba defendiendo, sin contacto físico”, explica Verónica Saavedra, fundadora, capitana y entrenadora de Actitud Pizza Club de Ultimate Frisbee Femenino.
“Ultimate frisbee es un deporte de invasión que se caracteriza por usar un disco o frisbee como elemento. Los jugadores de un equipo se hacen pases tratando de llegar a su zona de gol, y el otro equipo, sin tener contacto con el equipo de ataque, trata de impedirlo interceptando o dificultando los pases. Si el disco es interceptado, cae al suelo o sale de la cancha, hay un cambio de posesión y el equipo defensor comenzará a atacar a la zona contraria. Así, el equipo que llega primero a 15 goles es el ganador”, agrega por su parte Ian Mackern, ingeniero industrial y jugador de ultimate en la Argentina desde 2005.
Otra de las particularidades de este juego es que no existe la figura del árbitro, ya que son los propios jugadores los encargados de dirigir el partido. Justamente, como las decisiones recaen en los mismos jugadores, el reglamento intenta abarcar de manera práctica todas las situaciones de “conflicto” que puedan presentarse dentro de la cancha, intentando compensar la desventaja que pudo haber surgido debido a una infracción, falta o violación de las reglas.
“Por su característica principal de deporte autoarbitrado, el ultimate frisbee no solo nos prepara como deportistas con habilidades superversátiles, sino que también nos brinda potentes herramientas para la construcción de la ciudadanía, tales como el respeto mutuo a mis compañeros/as de equipo como al oponente. También propicia la buena comunicación, la no violencia y la honestidad, que son las bases fundamentales de este deporte. Parece imposible, pero funciona”, asegura Saavedra, que además de desempeñarse como entrenadora, juega en la selección nacional de ultimate frisbee (categoría mixta), que debutó en el Mundial de Naciones 2024 en Australia. También lidera el proyecto JUBA para difusión y enseñanza del deporte a niños, niñas y adolescentes en Buenos Aires.
Lanzamientos y recepción
Cuentan los expertos, para un jugador que recién se inicia, la técnica se enfoca en los lanzamientos y la recepción.
“Existen tres lanzamientos básicos: el backhand, el forehand y el hammer (análogos al revés, drive y saque del tenis, respectivamente). Para cada uno de ellos es importante tener en cuenta el grip del disco, el posicionamiento de pies, la acción de látigo de la muñeca, los ángulos de lanzamiento de los brazos y la continuación y puntería del movimiento. A su vez, en la recepción la clave es entender la posición del disco frente a nuestro cuerpo para disponer la posición de nuestras manos”, explica Ian.
Luego llegará el momento de profundizar en la técnica de aceleración y corridas, así como el salto y los cambios de dirección que comienzan a tomar relevancia entre los jugadores avanzados, al igual que el posicionamiento en la cancha.
Para más datos, se estima que el ultimate frisbee desembarcó en la Argentina entre 1996 y 1997 de la mano de Demian Hodari, un estadounidense radicado en Buenos Aires que, junto a otros extranjeros, inicialmente formó un grupo para jugar en los bosques de Palermo, y de a poco fueron incorporando nuevos jugadores.
“Después convocaron a Daniel Prieto, un basquetbolista que se convertiría en el primer jugador argentino en jugar ultimate frisbee, y ya en 1998, con un grupo un poco más consolidado, se disputó el primer partido competitivo entre dos equipos. Todo sucedió en un ambiente universitario muy social y distendido, y de a poco se estableció como actividad frecuente de los bosques de Palermo, lo que ayudó a seguir aumentando la cantidad de jugadores”, sigue Mackern.
Si bien para jugar ultimate idealmente se necesita un espacio del tamaño de una cancha de futbol, es fácil adaptar el juego a las distintas posibilidades. Incluso aseguran que las versiones de juego reducidas son muy divertidas, ya que ayudan a desarrollar muchas habilidades y aumentan exponencialmente la participación en el juego.
Al igual que cualquier deporte, practicarlo tiene muchos beneficios.
Por un lado, mejora la resistencia cardiovascular, ya que la cancha es grande y se corre mucho; desarrolla velocidad, agilidad y coordinación por los constantes cambios de dirección; fortalece piernas, brazos y core con saltos, lanzamientos y sprints; favorece la flexibilidad y la motricidad fina con la variedad de lanzamientos.
Por otro lado, fomenta el trabajo en equipo y la comunicación, y al no haber árbitros, favorece la resolución de conflictos a través del diálogo, el respeto mutuo y desarrolla la empatía y la cooperación.
Respecto de los beneficios emocionales y cognitivos, refuerza la confianza y autoestima al aprender nuevas habilidades, ayuda a la concentración y toma de decisiones rápidas, promueve valores de respeto, equidad y de inclusión.
“En todo caso, ultimate es un deporte integral que entrena el cuerpo, fortalece la mente y conecta a las personas en un marco deportivo de respeto y diversión. No hay ningún requisito para poder jugarlo, solo ganas de aprender y aceptar nuevos desafíos”, concluye Saavedra.