-Un informe de la CEPAL, publicado oportunamente, muestra que en 2024 América Latina registró el menor índice de pobreza desde 1990, ¿qué factores explican esta situación?
-Hay varios, uno de ellos son las transferencias condicionadas, como la Asignación Universal por Hijo (AUH), que se extendieron en este siglo. También se fueron intensificando transferencias como las pensiones no contributivas para adultos mayores que no pudieron aportar y jubilarse. Estas políticas, ya institucionalizadas, impactaron en la reducción de la indigencia y la pobreza. Además, mejoraron los ingresos laborales de la población en distintos países, sobre todo aquellos que no tenían o cuyo salario mínimo era muy bajo. Hay factores más subregionales, por ejemplo, en América Central y México las remesas tienen un peso importante
-A partir de lo que sostiene, ¿hay una nueva reconfiguración social en la región?
-No necesariamente. En las últimas dos décadas no hubo grandes cambios en la estructura social de América Latina: en el mercado de trabajo se mantiene un grado importante de informalidad; hay una sostenida tendencia al aumento de los puestos de servicios por sobre la industria; fue variando el empleo estatal en los distintos países, en particular donde gobernó la izquierda o centro izquierda. Lo que se ve es un cambio en la situación de trabajadores – formales e informales – de acuerdo con la situación económica general y los ciclos políticos. En el caso argentino, se produjo un debate sobre el triunfo de Milei y el voto de los trabajadores informales, pero los datos no son claros. Se registró, sin dudas, un empeoramiento de la situación económica de los asalariados formales, un aumento de la precariedad de quienes están dentro del mercado laboral y un incremento del pluriempleo, con tendencias al aumento de la desigualdad.
-Mirados globalmente, ¿los distintos gobiernos latinoamericanos reflejan la agenda de demandas de sus votantes?
-Como mostramos con Gabriel Vommaro en La Era del Hartazgo, en los países en los que hubo gobiernos de izquierda o centroizquierda por dos o tres mandatos durante el auge de los commodities, esas coaliciones políticas establecieron alianzas con movimientos sociales, trabajadores sindicalizados e informales, organismos de derechos humanos, sectores feministas, de diversidad sexual e indígenas. Esos grupos obtuvieron satisfacción a demandas de derechos y, en muchos casos, lugares en el Estado. En los países con oferta política más fragmentada, menor participación electoral y mayor lejanía entre las élites y la sociedad, hay más distancia entre la agenda de los gobiernos y los temas que le importan a los ciudadanos, como por ejemplo Perú y Colombia.
-¿Puede pensarse que la sociedad se volvió más demandante?
-Se volvió más compleja, con reclamos intensos y distintos desde diferentes sectores. Esto no quiere decir que las capacidades estatales hayan caído, sino que en América Latina el nivel de exigencia social genera una brecha con la capacidad de los Estados para atender diferentes demandas.
-¿Hay, por esta razón, un Estado ineficiente?
-Hay demandas históricas de larga data, desigualdades y exclusiones, así como nuevos actores y reclamos en el espacio público. Y esto se apoya en parte en que estamos más informados y, a la vez, más impacientes. América Latina es la única región en desarrollo en la que hay elecciones cada dos años, lo cual exige respuestas bastante rápidas de los gobiernos. En este sentido, parte del descontento político latinoamericano se explica por la percepción de privación relativa, esto es: una promesa de progreso que duró menos de lo prometido.
-Varios análisis alertan sobre la apatía ciudadana frente a la política, ¿qué observa al respecto?
-En América Latina hay dos situacios muy diferentes. En Argentina, Brasil,livia y Ecuador, por ejemplo, la polarización fustiga a la sociedad, pero la mantiene atenta a los vaivenes de la política, por lo cual hay bastante participación electoral. La gente va a votar a su candidato “contra el otro”, por lo menos en las elecciones presidenciales. En cambio, por ejemplo, en Colombia, Chile y México, donde hay un descontento general con las élites, la tasa de participación es más baja. Al mismo tiempo, en estos países, y también en Perú, la volatilidad electoral es muy alta, es decir, la gente vota a un candidato distinto al que votó en la elección anterior, porque se desilusionó. Entonces, no diría que hay desafección por la política. Se observa mucha politización, porque estamos expuestos constantemente a información incidental sobre temas políticos, (memes, videos, denuncias y mensajes que llegan al teléfono celular), pero tenemos menos identidades partidarias y solemos estar descontentos con toda la clase política existente.
-En este marco, ¿cómo impactan en el campo de las ideas la polarización ideológica y la polarización afectiva?
-La polarización ideológica es la concentración de la mayoría de la población en las dos opiniones extremas opuestas sobre un determinado tema. La afectiva es un sentimiento de animadversión hacia el grupo político opuesto, donde se sobredimensionan las diferencias ideológicas. En este punto, la divisoria entre lo ideológico y lo afectivo es relativa, nunca están separados: se tiene animadversión a alguien ligado a lo que se piensa o se supone que piensa. En Argentina y otros países de América Latina, la polarización limita la conversación democrática entre diferentes y contribuye a pensar que todo lo que hace el partido contrario es malo.
-¿Estas variables sociológicas moldean el debate público actual?
-Según estudios recientes, en temas culturales y económicos, la opinión de la ciudadanía de América Latina es cada vez más moderada, pero quienes impulsan los debates se ubican en los extremos. Eso genera una separación muy fuerte entre los temas que le importan a la mayoría de las personas y la forma en la que se discute en el espacio público. El problema es que decayeron los partidos de centro: la UCR en Argentina, el MNR en Bolivia y el PSDB en Brasil, por ejemplo.
-¿Qué se entiende hoy por “ser un intelectual” en un contexto donde los “Influencers” intervienen en la esfera política?
-Se nota un peso creciente de los influencers para ir marcando la agenda política y la social. Frente a esto, no se sabe mucho sobre cuál es el rol de los intelectuales. Hoy un tuit puede tener más impacto que un trabajo académico. Además, desde la ultraderecha hay una deslegitimación del trabajo intelectual. Sin embargo, en Argentina, eso no les impide a los intelectuales estar siempre interpelados por la realidad e intentar ayudar a pensar colectivamente nuestros problemas y nuestro tiempo.
Señas particulares
Gabriel Kessler es Doctor en Sociología por la École des Hautes Études en Sciences Sociales (EHESS, Francia). Investigador superior del Conicet y profesor en la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) y en la Escuela Idaes de la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM). Su último libro, compilado junto con Gabriel Vommaro, se titula “La era del hartazgo. Líderes disruptivos, polarización y antipolítica en América Latina” (Siglo XXI editores, 2025).
Sobre la firma
Damián Toschi
Licenciado en Comunicación Social (Universidad Nacional de La Plata)
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