El ser humano lleva dentro de sí una fuerza poderosa. Forma parte de nuestra esencia y se manifiesta como una inclinación natural hacia el poder. Nos guste o no reconocerlo, todos procuramos ejercerlo de algún modo, porque está grabado en lo más profundo de nuestro ser. Sin embargo, decir abiertamente “quiero tener poder” suele sonar negativo. Esto ocurre porque poder y abuso se confunden con facilidad. Pero el poder en sí mismo no es bueno ni malo: es una dimensión de nuestra naturaleza, y lo verdaderamente importante es cómo elegimos usarlo. ¿Te sentís poderoso? Cuando esta fuerza se distorsiona, puede volverse tóxica y expresarse de dos maneras principales:
- Desarrollar prepotencia
Una persona prepotente usa mal su poder y daña a los demás porque, en la mayoría de los casos, es alguien herido que no ha podido sanar. Entonces, cuando obtiene un poco de poder, se convierte en “déspota” y maltrata a todo el mundo. ¿Conocés a alguien así?
Lo único que hace el poder no es corromper a la persona, sino activar sus heridas emocionales (sobre todo el dolor que hay en su corazón), que ¡ni siquiera es consciente de que las tiene! Alguien prepotente ve a los demás como objetos, no como humanos, a quienes puede usar para obtener siempre algún beneficio. La prepotencia no es otra cosa que poder para lastimar a otro.
- Desarrollar impotencia
¿Cuándo nos sentimos impotentes? Cuando elegimos fijar la mirada únicamente en nuestras debilidades. Quien vive en la impotencia asume el papel de “víctima” y se convence de que todo lo bueno está reservado para los demás, mientras el mundo entero parece estar en su contra. Se repite frases como: “no puedo”, “no soy capaz”, “no me dejan”. Y así, poco a poco, entrega su poder y se encierra en la limitación.
Y así surgen las diferentes versiones de la impotencia, que ha analizado brillantemente el Dr. Ceberio, tales como las personas tan buenas que se dejan maltratar por otros; las que envidian o celan y colocan a los demás en un pedestal; las que siempre están mendigando amor y creen que su vida es “muy difícil”; las que son tan, pero tan inseguras que no pueden tomar ninguna decisión, y siempre están pidiendo un consejo.
Querido lector, ni vos ni yo vinimos al mundo para ser prepotentes ni para vivir en la impotencia. Estamos aquí para reconocer nuestra potencia y, al hacerlo, descubrirnos capaces de aprender, crecer y avanzar hacia una vida plena. Es tiempo de tomar las riendas de nuestra historia y asumir el rol protagónico, hasta alcanzar la mejor versión de nosotros mismos.